No es un logo, ¡es un escudo!
El nuevo escudo de la Ciudad de Buenos Aires motiva una reflexión respecto a los diseñadores y el respeto por el patrimonio cultural e histórico.
AutorFrancisco Yantorno Seguidores: 33
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Celebro una acción de la actual gestión del Gobierno de Buenos Aires: la recuperación de su escudo original, aunque con algunos cambios. No estoy valorando los aspectos formales del nuevo escudo —la calidad del producto gráfico—, sino la decisión de volver unos pasos atrás y respetar en alguna medida la historia del escudo, en lugar de seguir inventando nuevos símbolos con cada nueva gestión de Gobierno, bastardeandolo al utilizarlo como marca de gestión. Ojalá esta aparente toma de consciencia de los gobernantes se mantenga en el tiempo y se revierta una tendencia errada que lleva décadas.
A lo largo del tiempo hemos visto versiones y re-versiones del escudo en una incansable búsqueda de síntesis, que terminó dando como resultado formas incomprensibles, de pobre resolución gráfica y con una pérdida total de significación.
Siempre tuve la idea de que el bastardeo de este tipo de símbolos comenzó con la intervención de diseñadores gráficos y equipos de trabajo sin conocimientos de heráldica y sin idoneidad técnica: diseñadores que no encuentran diferencia entre un «logo» y un escudo, entre una «marca de gestión» y un símbolo heráldico.
Lo cierto es que en el universo de la heráldica y la simbología no existen elementos superfluos que el diseñador —o quien encargue el diseño— pueda eliminar a su antojo. Siempre consideré ese tipo de casos de diseño como proyectos sin compromiso y sin responsabilidad: un manoseo de nuestros símbolos que termina por quitarles todo su valor e identificación con la población.
Al observar el escudo anterior (de 2008) que el nuevo escudo reemplaza, no logro comprender cómo alguien haya podido suponer que bastaba con unas líneas horizontales y verticales para transmitir lo mismo que antes decían: unos rayos de sol radiantes, una paloma blanca (símbolo del espíritu santo), el oleaje, un ancla2 (que simboliza la llegada a un puerto) y las dos naves, símbolo de las dos fundaciones que tuvo la ciudad, primero por Don Pedro de Mendoza y luego por Juan de Garay. ¿Cómo un diseñador decide, irresponsablemente, tomar su propio camino e ignorar siglos de tradición? ¿Cómo es que, livianamente, se atreve a bajarle la categoría a un emblema de la cultura local?
Estas preguntas hoy resultan de suma importancia. En el caso del escudo de Buenos Aires no solo se pierde valor y capacidad de identificación simbólica a lo largo del tiempo, además se falta el respeto a los valores de la cultura local. Mientras se alza la bandera del progreso —un progreso mal entendido—, se pasan por alto y se destruyen valores históricos que constituyen los pilares de la identidad de la sociedad.
¿Con qué autoridad podremos luego los diseñadores pregonar la importancia de nuestra actividad, si al mismo tiempo somos capaces de tomar en forma tan liviana la identidad de una ciudad de más de 400 años de historia y millones de habitantes?
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Traducir al inglés Traducir al italiano Traducir al portugués- N. de la R. El comentario se refiere a la versión del escudo del año 2008.
- N. de la R. El nuevo escudo no tiene ancla.
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