Smartphones en la clase de diseño: ¿un dolor de cabeza?

Soy docente desde el año 2005. Inicié en este campo tras considerar que habiendo empezado mi carrera profesional diecisiete años atrás, ya tenía algo para compartir a mis futuros pupilos. A lo largo de estos años en los que no he dejado el campo profesional del diseño, he continuado en la docencia en algunas universidades, lo que me ha permitido aprender mucho de mis alumnos.

El año pasado me topé con que en el reglamento de una pequeña y querida universidad para la que colaboro en México, se prohibe terminantemente el uso de teléfonos celulares en clase. Se nos prohibe a nosotros los profesores y por supuesto se les prohibe a nuestros alumnos. Pero resulta que yo preparo mis presentaciones en una app, las edito en el smartphone o en la tableta según mis necesidades y mediante la ayuda de un cable y un adaptador HDMI las proyecto en la pantalla plana del aula. Trabajar de esta manera me permite tener literalmente el control de la presentación en la mano, mirar de frente a mis alumnos y conectar con ellos. Por alguna razón que desconozco, es mayor la atención que me prestan que si trabajara desde la computadora del aula. Eso sin mencionar que la velocidad de procesamiento de datos de mi smartphone es mayor que la de la computadora del salón, que a veces se vuelve muy lenta. Además, mi conexión de Internet es más eficiente que la universitaria con lo cual se vuelven más dinámicas las sesiones al no tener candados, firewalls o necesidad de instalar plugins.

Por otra parte, me gusta que mis alumnos usen su teléfono móvil en clase pero de una manera dirigida. En la mayoría de las sesiones les pido trabajar retos creativos en equipo, e invariablemente las actividades que realizamos implican que deben realizar consultas en Internet. Necesitan documentarse visualmente, cada uno en su celular o tableta, sobre el tema que se trabaja en el momento. Veo sus caras de alegría al poder usar sin regaños ese juguetito y hacer lo que les gusta: navegar por la red, pero nuevamente, con constante supervisión y dirigidos. Se sorprenden al descubrir todo lo que les puede ayudar la red. Es importante que aprendan a utilizar los motores de búsqueda y a encontrar cuáles son las fuentes confiables. Eso sí, es obligatorio trabajar en el tema en cuestión y escribir en su cuaderno, a mano, el resultado de sus exploraciones, de su discusión grupal y escribir las ligas consultadas. Este trabajo de investigación rápida, documentación visual y discusión en equipo es fundamental para que después realicen sus propuestas visuales individuales o grupales.

Cuando estoy exponiendo algún tema, me ha ocurrido que algunos se esfuerzan por darme su propio smartphone para que lo conecte a la pantalla y comparten algunos contenidos, por ejemplo, de YouTube. Es impresionante la rapidez con la cual encuentran información que complementa nuestra clase (sí, nuestra).

Otro recurso que nos resulta muy útil son las redes sociales. No mencionaré sus nombres, pero ya sabemos cuáles son las más utilizadas por los jóvenes universitarios. Habrá quien «pegue el grito en el cielo» por usar los teléfonos en clase, pero yo sostengo que la tecnología no es ni buena ni mala persé. Somos los usuarios quienes decidimos qué uso le habremos de dar, y es nuestra responsabilidad como docentes estar al día en cuanto los avances tecnológicos para conocer sus alcances y no descalificar su utilización basados en prejuicios. Después de todo, prefiero sacarle partido a los celulares y tabletas de mis alumnos que pelear con ellos porque no me ponen atención.

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