La sustentabilidad no se encuentra en el cartón
Más que en hacer de un neumático en desuso una maceta, lo que debe hacerse es controlar el consumo.
AutorKassim Vera Seguidores: 75
EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2031
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«El diseño que reutiliza neumáticos de automóviles y cajas de las bolsitas de té no colabora de forma decisiva a una solución frente a la acumulación de basuras y a los problemas del medio ambiente».
Considerar al diseño industrial como una actividad poco sustentable y contaminante es un cliché, es el equivalente a tachar al abogado de estafador. También es un cliché el pensar que la verdadera sustentabilidad de un producto radica en la cantidad de cartón con que se fabrique o en el hecho de convertir a un objeto obsoleto en otra cosa para poder reciclarlo. La sustentabilidad en el diseño industrial no va de la mano de la reutilización; afirmar eso es la salida fácil. El diseño verde comenzó con buenos principios, pero terminó como un estilo más y un estilo en nuestra época se difunde rápido, y también muere rápido.
«La rapidez casi instantánea con que en nuestros días se transportan los estilos no es prueba de su fertilidad. El tiempo de la comunicación y de la información no es el tiempo de la germinación espiritual».
El diseñador industrial no es un ente aislado. Si bien su actividad ha generado en el ámbito medioambiental muchas repercusiones, la responsabilidad no es enteramente suya. Gran parte de la misma recae sobre el consumidor, con hábitos de consumo poco educados; refinados o de mal gusto, caros o baratos, pero despilfarradores e irresponsables.
Controlar el consumo
En el modelo de consumo americano, los objetos son apreciados de manera proporcional al estatus que connotan: joyas, camionetas grandes, teléfonos inteligentes. Estamos arraigados en una sociedad que sigue creyendo que el uso del transporte público o de la bicicleta es sinónimo de falta de solvencia económica. Una sociedad que ve la compra de un auto como sinónimo de éxito profesional, es una sociedad a la que le falta educación en cuestión de civilidad, urbanidad y convivencia social, no digamos de diseño.
A falta de una visión más amplia de lo que implica el término «sustentabilidad», las soluciones tienden a rayar lo utópico: cambiar el sistema económico por una economía basada en recursos (Jacque Fresco); educar a toda la sociedad de consumo y cambiar sus hábitos. Incluso, la menos utópica lo es por el simple hecho de que algunas grandes industrias se verían obligadas a reducir sus ventas, controlar el consumo y los créditos mediante dos posibilidades:
- Controlar el consumo a razón de la solvencia económica del usuario. No se venderá un auto de lujo a quien luego tendrá problemas para pagar su mantenimiento e impuestos. La fácil obtención de un crédito para adquirir objetos que no se pueden pagar se vería controlada. El factor que mantiene nuestro sistema económico sobrepasa al diseñador: la deuda. Si se controlara el consumo desenfrenado con esta medida, el sistema económico actual se desplomaría en poco tiempo, pues el crédito (deuda) es necesario para mantenerlo en funcionamiento.
- Controlar el consumo a razón de las necesidades del usuario. No se venderá una pick-up de grandes dimensiones a una persona que no compruebe que tiene un trabajo en donde requiera esa clase de vehículo (construcción, carga, etc.); el hecho de que un empresario que vive en los suburbios y se traslada solo a su oficina en el centro adquiera un automotor de estas características afecta a terceros en múltiples ámbitos.
Se debe comprender que más allá de los gustos, necesidades y deseos propios, coexistimos en un mismo espacio urbano y nuestras acciones tienen consecuencias: las camionetas grandes gastan más combustible, contaminan más y generan más tráfico. Aunque nos guste una Hummer hay que entender que, aunque el uso que hagamos de ella sea personal, las consecuencias son globales. La elección de un producto de consumo obedece más, gracias a la amplia oferta, a un gusto (secundario) más que a una necesidad (primaria). Esta elección se vuelve meramente personal (gusto), pero el fin del producto o su contaminación en fabricación o uso, siempre será un problema global.
El problema sobrepasa al diseño
El diseñador industrial está sujeto a una industria que obedece a un sistema económico que maneja una lógica centrada en la mercancía y el consumidor, donde el dinero es el eje central y determinante. Nuestros productos entonces no están pensados para satisfacernos, sino para ser vendidos.
«Los bienes no están destinados a ser poseídos y utilizados, sino a ser creados y comprados. Dicho de otra manera, no se estructuran de acuerdo con nuestras necesidades ni tampoco en el sentido tradicional de un orden del mundo, sino exclusivamente en función de un objetivo, de un sistema de producción y de una estandarización ideológica».
Esto suscita que el diseñador industrial se vea obligado a desarrollar productos en industrias que muchas veces no generan beneficio social alguno. La gran mayoría de los proyectos requieren una inversión sustanciosa que el diseñador debe buscar, y la inversión conlleva requiere siempre de un retorno económico. El proyecto, entonces, se verá obligado a regresar la inversión más que a contribuir al desarrollo social.
La sustentabilidad real está en diseñar pensando en la obtención de la materia prima, el transporte, el proceso de transformación, distribución, uso, deshecho y reciclaje o degradación. Pero seamos conscientes de que este tipo de sustentabilidad, si bien la concibe el diseñador industrial, la aprueba la industria, el inversionista y, finalmente, el consumidor. Si ninguno de estos tres factores busca sustentabilidad, será difícil que el diseñador pueda encontrarla.
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