Qué es el diseño lento o «slow design»
Un grito de independencia y consciencia ante un consumismo desenfrenado e irresponsable.
AutorJorge Montaña Seguidores: 232
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La «Banca Villlanueva» ha sido diseñada y fabricada para un pueblo con el mismo nombre en Colombia, por el diseñador Jorge Cañas, nativo de la localidad. Su pequeño pueblo está en el Pie de Monte Llanero. Hasta allí llevó las formaletas para hacer los muebles de los parques en concreto, una materia prima abundante que encuentra en cualquier ferretería. El diseño de la banca responde a la marca ciudad y los conceptos que la inspiran. Incluye un atributo muy apropiado a cualquier ciudad colombiana: un bicicletero incorporado al espaldar.
Jorge quizás no lo sabe, pero está haciendo diseño lento o «Slow Design». Su producto es casi indestructible, se fabrica en el lugar por su gente, se inspira en el, entiende su cultura y costumbres. Envejece bien.
Hacia mediados de los años 80, un grupo de cocineros italianos creó el movimiento, Slow Food, que ante la estandarización de la gastronomía y en contraposición al masivo Fast food, promueve desde entonces un nuevo pensamiento que combina el placer y el conocimiento por la salvaguardia de los sabores y tradiciones gastronómicas regionales y sus métodos de preparación y cultivo. Ellos entienden lo culinario como un bien cultural que debe ser conservado, rescatándolo no solo como experiencia, sino también desde la diversidad de los ingredientes, origen y cultivo. Slow Food entiende que detrás de una fruta o una verdura, o de un plato elaborado, existe una historia. Un bagaje cultural que lo precede y un ambiente que le dio origen. Ellos sostienen que la estandarización de la comida atenta contra la identidad, la diversidad y la cultura.
El «Fast» está ligado a la industrialización y distribución masiva, y no hay nada más masivo que la industria de vestuario empujado por la moda. Ella sola es responsable por más del 20% de los desechos del mundo. Desde el año 2007 se habla de «Moda Lenta», un concepto muy similar a los de nuestros amigos gastrónomos. El movimiento está en auge desde el 2013, cuando en el derrumbe de un edificio en Bangladesh murieron cerca de 1100 personas que trabajan en condiciones de semi esclavitud para marcas de gran prestigio. El «Slow Fashion» es por tanto una filosofía que se opone a la moda producida en cantidades mega industriales y aboga por la producción local y regional de pequeñas empresas. Fomenta el reciclaje de prendas, comprando ropa de segunda mano o usándola como materia prima para nuevas piezas. Busca materiales naturales y/o sostenibles, replanteando la necesidad de cambio de ropa por temporada. Por ello defiende la ropa clásica, aquella que dura más tiempo, incentiva a la gente a dejar de comprar compulsivamente, para que valore la calidad y duración por sobre la novedad.
En el diseño es similar. El diseño lento, «Slow Design» considera valores como el bienestar individual, social y medio ambiental en el proceso de creación. Uso de materias primas de producción local o recicladas, aprovechamiento de saberes productivos locales. Utiliza formas atemporales o clásicas, procurando productos que pasen a la siguiente generación. El «Slow Design» se opone al diseño global con fecha de vencimiento (obsolescencia programada), a productos que, aunque bellos y funcionales y de un precio aparentemente atractivo, provenga del otro lado del mundo, elaborado por personas que ganen menos de un dólar por día, que llegan en un contenedor en barco y camión sin una traza ambiental.
Igual que su pariente gastronómico, el slow design procura su fuente en lo local, en las tradiciones, el re-uso y el reciclaje. En el diseño lento, los procesos de investigación, desarrollo y pruebas son mucho más largos, el error forma parte del proceso, abre espacios para el aprendizaje, contemplación y pruebas de impacto de uso, teniendo siempre en consideración el bienestar de todos los involucrados en la cadena: desde la extracción de la materia prima hasta el final de tiempo de vida y reciclaje. Pero también considera esencialmente la cultura local o regional como fuente de inspiración y concepto. Valora el producto del lugar para su uso local y el diseño participativo como eje su creación y producción. Por ello los procesos de diseño lento tienen efectos positivos en todas las personas, pues el mismo proceso impulsa la autoestima.
Su base es la sostenibilidad, su medio de distribución el comercio justo. Valora al productor y lo hace un sujeto valioso. El slow design prescinde de la producción industrial en grandes series, lo hacen pequeños talleres, artesanos o comunidades que se asocian en proyectos que muchas veces tienen altos componentes de innovación social. Por ello no necesariamente corresponde a productos, también incluye procesos creativos comunitarios. Sus diseñadores pueden ser consultores o facilitadores de instancias de diseño participativo a partir de lo regional y local, no solo desde conceptos de identidad, como de materias primas abundantes y técnicas dominadas por la comunidad. Sus hermanos son el diseño centrado en las personas y el comercio justo. Su metodología: el «factor local».
En otras palabras es un diseño humanista y socio ambiental.
Diseño lento: el mejor diseño.
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