¿Soy o no soy un buen estudiante?

La profesión del diseño gráfico cuenta, internacionalmente, con una pléyade de diseñadores de alto nivel, con una excelente formación cultural y técnica; y que, por ende, poseen una clarísima visión de su oficio. Lamentablemente, esto no se observa en un sector importante de los estudiantes de diseño gráfico. En ese sector persevera la desorientación acerca del propio concepto y misión de la disciplina y, por lo tanto, del tipo de formación que se ha de adquirir para dominarla. Esto queda patente a través de las dudas e interrogantes que, insistentemente, afloran en los seminarios y medios de opinión. ¿Déficit de las universidades?

Para colaborar con estudiantes y jóvenes diseñadores en la solución de este problema, se me ha ocurrido redactar una serie de preguntas que convendría que se las formulen y respondan, para que sepan si están llevando correctamente su proceso de formación y capacitación. Son las siguientes.

1. ¿Siento un enorme interés por la gráfica, histórica y contemporánea y de todas las culturas, incluidas las rupestres; y dedico tiempo a documentarme sobre ellas y analizarlas?
2. ¿Consulto y estudio la obra de los grandes maestros del diseño gráfico, de la tipografía, de la ilustración, de la fotografía (y, desde ya, sé quienes son)?
3. ¿Distingo y sé caracterizar las corrientes y estilos diferenciados de la gráfica; y puedo recrearlos dado que domino sus principios?
4. ¿Disfruto y frecuento los géneros culturales próximos (y no tan próximos) a la gráfica: el dibujo, la pintura, la arquitectura, el gran cine, la buena música, la mejor literatura?
5. ¿Me preocupan mucho los nuevos fenómenos de la sociedad actual, sus enormes crisis y sus tendencias de evolución o cambio; y para actualizarme consulto los textos de los pensadores más importantes sobre el tema?
6. ¿Me interesa dominar algunos conceptos teóricos básicos, especialmente aquéllos relacionados con la comunicación y la cultura: lingüística, semiótica, teoría de la comunicación, antropología; y he leído, al menos, sus textos más elementales?
7. ¿Me atrae la observación del entorno gráfico en que me muevo y sé evaluar profesionalmente –y no por mera opinión– la calidad de las piezas; y, además, lo hago permanentemente a modo de entrenamiento?

Podríamos extender esta auto-encuesta, pero con estas siete preguntas ya hay para entretenerse. Aun así, me encantaría que alguien completara este cuestionario. Los buenos estudiantes lo agradecerían.

La formación del adulto (asumo que lo son) es un hecho esencialmente autodidáctico. Un joven pasivo, indolente, sin ambiciones de desarrollo personal, que se limita a «hacer los deberes de clase», aunque se gradúe en la mejor escuela de diseño será siempre un mediocre. O un fracasado. La fascinante experiencia de aprender es básicamente solitaria y continua: ningún libro se lee de a cuatro y la bibliografía es infinita.

La calidad de la producción de diseño no es producto de un hipotético talento innato, sino de una sólida formación, por supuesto a partir de unas vocaciones y características de la personalidad. Esa formación es la que permite realizar lo que yo llamo «acto de herencia», o sea, la incorporación de los saberes acumulados socialmente, para poder sumarse a la tarea, no desde cero sino a partir de un patrimonio internalizado.

Si hay algo que ha hecho y sigue haciendo enorme daño a la formación del diseñador gráfico, ese algo es el mito de la «creatividad», entendida ésta como un don intrínseco de un sujeto virgen de todo conocimiento.

Una vez respondidas, con toda honestidad, aquellas siete preguntas, el estudiante sabrá cuáles son sus «asignaturas pendientes». O comprenderá que ha de cambiar de carrera, antes de que sea tarde.

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