La ética no es una ley divina

Una ética para el diseño no debería ser un postulado sobre el bien y el mal, sino un conjunto de reglas de juego consensuadas sobre la práctica profesional.

Antoni Mañach, autor AutorAntoni Mañach Seguidores: 2

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El diseño gráfico es una profesión. Desarrolla su actividad dentro de una red de relaciones entre diversos implicados, que deben respetarse entre ellos. La palabra «profesión» pertenece etimológicamente al campo semántico de la fide. Por tanto, fe o compromiso a un orden, sumisión a unas normas, a unos deberes (y a unos derechos) respeto a una comunidad. Todos estos conceptos, después de Lutero secularizados, hacen que se considere el trabajo profesional como un deber hacia el prójimo y no solo como una forma de hacer dinero.

Ética aplicada

La ética aplicada es la disciplina que investiga sobre las relaciones entre todos los protagonistas o implicados de algún sector, grupo social o empresa. No pretende decirnos «como se tiene que ser», sino mostrar qué formas de relación hay. Reflexionar sobre el mal en relación con el bien y sobre las formas de gestionar la diversidad. La ética aplicada traduce los cambios sociales y tecnocientíficos a principios, o normas, de carácter moral lo más universales posible. Reflexiona sobre cuestiones de método, de orden, de límites, de validez, de existencia. Es la teoría del desarrollo de los principios éticos generales en conexión con la esfera de los hechos concretos.

Las éticas aplicadas son civiles, de mínimos, siempre provisionales, revisables a través del debate entre implicados, concretables en códigos éticos y centradas en los procedimientos. Y son:

  • Corporativas. Su aplicación no es a escala individual. Son las corporaciones, empresas y colectivos quienes hacen viable la aplicación de los códigos éticos.
  • Procesales. Dependen de un conjunto de decisiones que han de ser tomadas coordinadamente por instancias muy diversas.
  • Tensionales. La tensión entre derechos es enriquecedora. Los valores o los principios morales no tienen un único modelo o un único origen. Por esta razón en las éticas aplicadas se presentan problemas de dos tipos: cuestiones de relevancia (cuando no está claro qué es mejor, ni cual es el mejor principio a aplicar) y cuestiones de conflicto (cuando se enfrontan dos principios incompatibles).

Normalmente todas las éticas aplicadas deben cumplir unos principios generales:

  • Principio de beneficencia: quien aplica la ética quiere hacer el bien.
  • Principio de no-maleficencia: cuando no es posible hacer el bien, es necesario implicarse para no hacer el mal.
  • Principio de autonomía: cada sujeto es responsable de él mismo y no reductible a cualquier otro. No se puede hacer el bien sin contar con la persona que lo está reclamando (usuario-cliente).
  • Principio de rigor (integrity): una ética aplicada no es un esquema propagandístico sino una exigencia global que abarca la totalidad de la persona y de las relaciones sociales.
  • Principio de justicia: es necesario repartir con equidad y imparcialidad los recursos escasos. Este principio actúa como punto medio entre la autonomía y la beneficencia.
  • Principio de transparencia (openness): este principio evita cualquier privilegio.

Los códigos éticos

Las éticas aplicadas tienen por objetivo los códigos éticos. Según Ramón Alcoberro «un código ético es un documento consensuado entre profesionales, del mismo gremio y de los relacionados con él, que explicita las responsabilidades morales que provienen del ejercicio de una profesión y las expectativas que los usuarios tienen derecho a exigir en sus relaciones con un profesional y con una corporación». Entendemos por tanto que el código deontológico tiene más de reglas del juego consensuadas, que de leyes divinas sobre el bien y el mal. Clientes, diseñadores, consumidores, fabricantes, proveedores, asociaciones profesionales, estado, impresores, estudiantes de diseño, distribuidores, comerciales son algunos de los implicados que deben de dotarse de unas normas formuladas a partir de unos principios mínimos que aseguraran el buen desarrollo del juego:

  • Legalidad: todo código ético tiene por marco la legalidad pero siempre puede ir más allá de él, garantizando derechos aún no amparados por la ley.
  • Profesionalidad: hace referencia tanto a los sujetos del código ético como al trato al usuario. El criterio de profesionalidad se rige universalmente por los principios de beneficencia y de no maleficencia.
  • Confidencialidad: no es exigible a todos los códigos éticos. Siempre son confidenciales los datos que afecten a terceros o que puedan dañar el honor y la fama. Se sitúan fuera del principio de confidencialidad las exigencias de la ley.
  • Fidelidad a responsabilidades concretas: reafirma la profesionalidad en referencia al propio lugar en la empresa.
  • Buena fe: implica franqueza y honestidad.
  • Evitar conflictos de intereses: nepotismos, tratos de favor, evitar la confrontación entre los intereses de la empresa y los de los consumidores, del país, etcétera.
  • Respeto: todo el código está al servicio de los consumidores y de los usuarios, tenidos en cuenta como actores sociales.

Los 20 problemas que más preocupan

Sobre estas bases de la ética aplicada he realizado un estudio, dentro del doctorado Recerca en disseny de la Universidad de Barcelona, en el que he analizado los códigos éticos de las asociaciones de diseñadores gráficos federadas a ICOGRADA. Entre otros resultados, he detectado los 20 problemas que más preocupan al profesional del diseño, y por tanto, las 20 reglas del juego que aparecen en la mayoría de códigos éticos.

Algunas reglas son: confidencialidad de la información, no sustraer clientes a otro profesional, ser justo en la crítica a los trabajos, trabajar por honorarios, comunicar información veraz, actuar en interés del cliente, no comprometer el estatus de la profesión, fomentar elevados estándares de diseño, no trabajar simultáneamente para dos clientes que entren en competencia, no plagiar, permitir reducir honorarios a organizaciones sin ánimo de lucro, no aceptar compensaciones de un compañero recomendado, notificar al cliente posibles intereses en empresas relacionadas con un encargo puntual, no entrar en guerra de precios, el diseñador es responsable de que los trabajadores sigan la norma de confidencialidad, cumplir el código vigente en el país donde se trabaje, dar permiso al cliente para usar el nombre del diseñador de manera digna, actuar en interés de la ecología y el medio ambiente, no suplantar la identidad de otro diseñador y definir previamente las bases de la remuneración de los encargos.

De todas formas es tarea de todos los implicados debatir si realmente estas reglas son las más importantes, o no (en veinticuatro códigos éticos detecté 97 reglas diferentes). Siempre en base al conocimiento de los mecanismos de funcionamiento de la ética aplicada.

Preguntas

¿No le parece que la regla de juego que dice «actuar en interés de la ecología y del medio ambiente» más que una regla de juego es una ley sobre el bien y el mal, sometida una interpretación política o ideológica, ya que hay muchas maneras de entender lo que es bueno y malo para el medio ambiente?

Tengo la sensación de que el debate sobre ecología y ética está en fase inicial y poco organizado. Podemos encontrar que se otorgue la etiqueta de ecológico, por conveniencia y selectivamente, a un producto pero que el conjunto del sistema que ha generado el producto sea nocivo para el medio ambiente (packaging, transporte, etcétera). Alguien debe empezar a liderar el cambio hacia un sistema de producción que no acabe con la vida.

Una forma, pero no la única, de obtener consenso podría ser que la ciencia nos ayudara a determinar qué daña, y qué no daña, el medio ambiente a través de la inducción, la deducción, el método hipotético-deductivo, el falsacionismo y apoyada siempre por hechos empíricos contrastables y métodos experimentales. Una vez determinado por los científicos qué nos es nocivo, político, diseñador, productor, vendedor y consumidor deberían encontrar el «óptimo parietano ecológico»: la felicidad, o bienestar, del mayor número de gente, sin poner en peligro las condiciones de vida del planeta. Seguidamente podríamos redactar leyes positivas o normas jurídicas de carácter general y obligatorio. Lo importante no es si le llamamos regla de juego o ley. Quizás lo importante es decidir si esa regla será de obligado cumplimiento y si estará dotada de mecanismos sancionadores, o no. Hasta el momento solo disponemos de normas internacionales como las ISO 14000 (o las UNE 150301, en España) que son guías para ayudar a las empresas a tomar sus propias decisiones proyectuales, pero no son de estricto cumplimiento. Por tanto, aún siendo conscientes del mal que podemos hacer al medio ambiente si el beneficio económico nos compensa no dudamos en producir en contra de la vida.Todos somos responsables del mundo en el que vivimos y todos somos mundo.

No niego que existan intereses políticos o ideológicos. Sabemos que la ciencia no es neutra. El Doctor Manuel E. Patarroyo nos enseñó, a raíz de los problemas que tuvo con las instituciones científicas cuando descubrió la vacuna contra la malaria, que a veces «quién impone los valores morales son aquellos que también imponen los valores económicos». De todas formas confío que dentro de la profesión del diseño, y su pluralidad de voces, también existan «patarroyos» que sigan unos valores marcados por la responsabilidad medio ambiental y no solo por los beneficios económicos o políticos.

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Bibliografía:

  • Ramon Alcoberro Ètiques per un món complex. Un mapa de les tendències morals contemporànies. Pagès Editors. Lleida 2004.
  • José Luís Fernández Fernández Ética para empresarios y directivos. Escuela Superior de Gestión Comercial y Marketing, Madrid 1996. 2ª edición.
  • Ferrater Mora, Josep Diccionario de filosofía Editorial Ariel. Barcelona, 2001. IV tomos.
  • Terricabras, Josep Maria. I a tú què t’importa?: Els valors. La tria personal i l’interés col·lectiu. Editorial La Campana. Barcelona 2003.
  • Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo Alianza Editorial, Madrid 2003.
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