Hacia dónde va la interactividad

Con el nuevo desarrollo tecnológico —especialmente el de los últimos diez años— y su masificación, con la aparición de los nuevos sistemas interactivos, ordenadores personales, instalaciones y celulares, entre otros, nuestras vidas están cambiando. No digo que necesariamente hayan «mejorado», pero sin duda han cambiando. Muchas veces no somos consientes de estas transformaciones ni de las implicancias que tienen en nuestras vidas. Los diversos aspectos de orden tecnológico nos traen un sinnúmero de conceptos, cómo interactividad, ergonomía interactiva, multimedia, experiencias del usuario, diseño interactivo, usabilidad, etc. Reflexionemos un poco sobre la tecnología interactiva, el rumbo que lleva actualmente y dónde debería llegar.

Entiendo la interactividad como la relación que tiene el ser humano con el ordenador, el medio de comunicación entre las dos partes, como lo define Lamarca.¹ Aunque el nivel o grado de interacción que tengamos con el sistema depende mucho de la tecnología o del dispositivo, de cómo es la interfaz y cómo funciona, su fundamento se basa en producir respuestas a los estímulos; es decir, realizamos acciones y esperamos que suceda algo: presionamos un número telefónico y se marca, ingresamos una dirección web en un navegador y nos direcciona a la página. El término interactividad se empezó a utilizar en la década del 80, con el desarrollo de los sistemas interactivos y la realidad virtual, pero su aplicación es anterior. Ya en 1951 el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) había desarrollado el Whirlwing, primer ordenador y simulador de aviones, aplicado a la fuerza aérea de los Estados Unidos para capacitar a sus pilotos en misiones de combate.

Hay que admitir, lamentablemente, que la innovación en la última década responde a intereses económicos. Para las empresas innovar es una cuestión de dinero, siguen un camino ya transitado porque saben que es rentable, en vez de explorar caminos nuevos y riesgosos. En vez de producir real innovación, explotan y saturan el campo. Por ejemplo: el desarrollo de los sistemas táctiles y su masificación desde la aparición productos como el iPhone y la Palm, entre otros, ha dado lugar a que muchos productos tecnológicos sigan ese camino: celulares, ordenadores, radios, pantallas, se han centrado en interfaces meramente táctiles. Los sistemas táctiles tienen un fundamento conceptual muy válido. Quienes lo defienden, como Victor Bret,² argumentan que las manos son las herramientas más útiles del ser humano, capaces de realizar actividades, tareas, capaces de sentir, de manipular, y es totalmente comprensible su desarrollo desde ese punto de vista. 

Pienso que la tecnología en los próximos años debería encaminarse hacia otro rumbo: el diálogo. El diálogo es el eje fundamental de la interacción humana, es la capacidad de socializar e interactuar entre seres humanos, que nos comunicamos hablando, y no tocándonos. Nicholas Negroponte³ en su libro El Mundo Digital, afirma que la fortaleza del ser humano es el habla. Desarrollar sistemas en este sentido es complejo ya que se deben enmarcar dos ejes fundamentales: el reconocimiento de voz y comprensión de las palabras. Hasta el momento se han desarrollado varios sistemas pero tal vez sea el iPhone 4s de vez de los pocos que tiene un acercamiento real a esta área, con su sistema «siri», que apenas funciona como asistente de voz.

El futuro es incierto. Son variados los campos de investigación que actualmente están en curso. No podemos anticipar lo que sucederá con la tecnología en los próximos años, pero sí podemos ser críticos respecto al impacto que estas nuevas tecnologías interactivas están teniendo en nuestras vidas.

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