Rara avis: el diseñador que no diseña sus presentaciones

Las presentaciones pobremente diseñadas son habituales y poco efectivas. Pero si además las ofrece un diseñador o profesor de diseño, son imperdonables.

Daniel Silverman, autor AutorDaniel Silverman Seguidores: 52

Luciano Cassisi, editor EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2033

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Como diseñador, me gusta ver lo que hacen mis colegas. En general he asistido a conferencias profundas (a veces polémicas) y muy satisfactorias. Sin embargo, cada tanto me asombra encontrarme con algunas proyecciones llenas de texto, sin diagramación ni espacio en blanco y con groseros errores de ortografía. Este problema cobra mayor dimensión cuando los trabajos expuestos son diseños de gran calidad. En esos casos no puedo dejar de pensar en la evidente contradicción ¡Qué contraste entre la presentación y el contenido!

¿Cuánto sufre una buena idea o trabajo cuando su presentación no ha sido diseñada? Una voz autorizada para responder podría ser la de Steve Jobs. Los productos de Apple son excelentes pero él sabía que con la calidad no alcanza; que la forma de comunicarlos importa, ¡y mucho! Su filosofía era clara: si los productos son notables, su presentación también debe ser notable. Demás está decir que Jobs es considerado uno de los mejores presentadores de nuestro tiempo.

Si un diseñador se para frente a una audiencia para exponer que su estrategia, teoría o producto de diseño importa, entonces las diapositivas que proyecte también deben ser el resultado de un proceso de diseño. Un profesor que exponga sobre teoría del diseño y proyecte diapositivas con listados interminables, imágenes de baja calidad, ubicadas al azar, falta de alineación y bajo contraste, generará dudas acerca de su autoridad, de su teoría o de su capacidad para llevar los conceptos a la práctica. 

Leer los textos directamente de la pantalla es una costumbre tan común como ineficaz. La Teoría de la Carga Cognitiva y las investigaciones de científicos y neurobiólogos (como John Medina o Susan Weinschenk) demuestran lo difícil que es para la audiencia procesar la información cuando se le presenta en forma oral y escrita al mismo tiempo. Lo que concluyen en sus trabajos es que la multitarea, cuando se trata de prestar atención, es un mito: leemos la diapositiva o escuchamos al expositor, pero no hacemos bien ambas cosas al mismo tiempo. Así, un presentador que lee diapositivas dando la espalda a su público, no sólo genera dudas acerca de lo que sabe; también provoca aburrimiento y desatención.

Una mejor opción sería que permaneciera en silencio y permitiera al público leer las diapositivas. Pero si este fuera el caso, los asistentes estarían en todo su derecho de preguntar al presentador: «¿para qué está allí?, ¿por qué no envió la presentación por e-mail?». Eventualmente, estas preguntas pueden surgir independientemente de si el presentador lee o no. El resultado es una audiencia que se siente estafada y con deseos de reclamar por una hora de su vida perdida.

Las diapositivas que transcriben el discurso del presentador suelen ser habituales en las clases teóricas en las escuelas de diseño. ¿Por qué muchos profesores llenan de texto sus diapositivas? Una posible respuesta es que al hacerlo así tienen una ilusión de eficiencia: un mismo archivo sirve de presentación y de apunte. Creen ahorrar tiempo al matar dos pájaros de un tiro, pero lo único que matan es la comunicación efectiva. Una presentación oral con proyección de imágenes es diferente de un documento bien escrito, y los intentos por fusionarlos resultan ser pobres presentaciones y pobres documentos. Esas diapositivas serán visualmente deficientes y como apuntes carecerán de profundidad.

Una mejor manera consiste en redactar un buen documento para entregar como apunte después de la clase o conferencia y en diseñar buenas diapositivas. Son dos acciones distintas y que demandan un poco más de esfuerzo, pero vale la pena.

Para terminar tengo dos noticias: una mala y otra buena. La mala es que la mayoría de las presentaciones multimedia son poco efectivas e insuficientes. La buena noticia es que, en este contexto, hacer una buena presentación es una excelente oportunidad para destacarse. Una oportunidad que en general todo expositor debería aprovechar, especialmente los diseñadores y docentes.

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