La extinción de la artesanía mexicana

¿La evolución y desarrollo de la artesanía mexicana implica, al mismo tiempo, su extinción?

Edgar López Jiménez, autor AutorEdgar López Jiménez Seguidores: 42

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Probablemente la primer gran intervención para rediseñar y transformar los objetos hechos a mano en el actual territorio mexicano, la llevaron a cabo los conquistadores españoles en el siglo XVI, durante el virreinato de la Nueva España, periodo en el que se conformaron los gremios, se intercambiaron técnicas de producción y se transformaron muchos objetos para una nueva sociedad en desarrollo.

Seis siglos después, el rediseño de objetos facturados a mano ha tomado un auge sin precedentes. Desde hace varias décadas los diseñadores han intervenido en la reconfiguración de objetos tradicionales y en el diseño de nuevos productos realizados por artesanos bajo el uso de técnicas antiguas, producción manual o con pocas, sencillas y rudimentarias herramientas. Este fenómeno ha logrado mucha difusión gracias a internet, pero en los últimos años otro factor que lo ha impulsado ha sido el reconocimiento del entorno multicultural de México, que siempre ha brindado a los artistas y diseñadores, tanto de nacionalidad mexicana como extranjera, los recursos naturales y humanos, las técnicas antiguas, el conocimiento y una gráfica abundante que, en su conjunto, han servido como una vasta fuente de inspiración para materializar nuevas propuestas contemporáneas.

Afirmar hoy que la artesanía mexicana está al borde de la extinción sería una locura, en contraste con la enorme cantidad de artistas, diseñadores, universidades, casas de cultura y empresarios que están apostando a su evolución y desarrollo. No obstante, me atrevo a declarar que la artesanía mexicana «como la conocemos» (al igual que la de algunos otros países), podría extinguirse en las próximas décadas por efecto y acción de los actores que hoy buscan su reconfiguración y nuevo posicionamiento, para llevarla a la cima de la innovación y la vanguardia.

Lo cierto es que, la mayoría de quienes contribuyen a su reinterpretación, renovación y comercialización, probablemente sin saberlo, colaboran con los objetivos de las políticas indigenistas de principios del siglo XX (Stavenhagen, 1988: 13), que perseguían la desaparición de las etnias, así como también favorecen a las políticas interculturales o regiones de refugio (concepto de Gonzalo Aguirre Beltrán) con métodos de explotación que provienen de clases dominantes rurales y urbanas, cuyos intereses se oponen a los planteamientos del indigenismo únicamente por intereses propios.

Sin embargo, la extinción de la artesanía en realidad es en parte consecuencia de la acción colectiva de los creativos (diseñadores, artistas, empresarios, etc.), que se excusan en la supervivencia, el progreso y el desarrollo de los pueblos, aplicando acciones formuladas desde una perspectiva capitalista neoliberal, que provoca una indiferencia inconsciente hacia los objetos, sus creadores, las técnicas de producción y, sobre todo, hacia la cultura material. Es posible afirmar que las nuevas propuestas de rediseño artesanal generadas desde la perspectiva urbana de los diseñadores, omiten el contenido cultural, debido a que se enfocan exclusivamente en los aspectos productivos, formales y estéticos que ofrece la mano de obra artesanal, pero finalmente dan lugar a un producto-mercancía, vacío de contenido cultural, de tal manera que estas nuevas mercancías rediseñadas y manufacturadas, ya no forman parte de la cultura material ni de la memoria colectiva de los pueblos.

Los primeros diseñadores y artistas que intervinieron a la artesanía mexicana, lo hicieron con las mismas metodologías desarrolladas a principios del siglo pasado en las escuelas de diseño como la Bauhaus o Vkhutemas y en la actualidad los nuevos diseñadores y artistas lo hacen bajo los mismos procesos. Se vuelve urgente reconocer que las mismas metodologías se siguen replicado en la actualidad en las artesanías de todo el globo, bajo la misma filosofía y los mismos procedimientos porque lo apremiante es transformar las técnicas tradicionales en mercancías de vanguardia que puedan ser comercializadas en los entornos urbanos que sustenten económicamente a los artesanos y también a los proyectos productivos de los creativos que hacemos alianzas con los artesanos.

Puedo afirmar que como diseñadores contribuimos a que los artesanos produzcan mercancías como obreros sin enriquecer, conservar ni difundir su memoria colectiva (seguramente por desconocimiento), los arrastramos a un sistema que lejos de beneficiarlos busca su dilución bajo la enmienda de integrarlos a una sociedad que en realidad los discrimina porque no los conoce, y no los conoce porque no los entiende, y no los entiende porque no les importa y no son importantes hasta que alguien reconoce que estos grupos étnicos tienen conocimientos ancestrales, así como recursos naturales, técnicos y culturales valiosos que pueden ser explotados para generar recursos económicos.

No obstante, el objetivo de muchos diseñadores se encuentra puesto en la artesanía de vanguardia y los deseos de consumo de mercancías de las sociedades de las urbes porque la forma en la que el diseño contribuye a la artesanía es llevándola a una evolución porque muchas de ellas (o las que aún quedan) muy poco han cambiado en décadas.

Sin embargo, hablar de evolución implica a su vez la evidencia de una extinción, de tal manera que si los diseñadores estamos contribuyendo a la evolución de las artesanías, por lógica o consecuencia, también estamos contribuyendo a que algo en ellas se extinga.

En conclusión, no podemos seguir utilizando las mismas metodologías de diseño desarrolladas hace más de un siglo para transformar los objetos tradicionales, por lo que apremia descubrir y difundir otras maneras de abordar la reinterpretación, renovación y comercialización de la artesanía mexicana, el manejo de sus técnicas, la manera en que se crean los nexos con los artesanos, la contención de la cultura material, la difusión de la memoria colectiva y la restauración del tejido social.

Por el momento sólo me resta afirmar que estamos viviendo la transición de lo que queda de las artesanías en su evolución a simples mercancías; de la misma manera como podemos observar la transformación de los artesanos y los miembros que aún existen de algunas etnias, en su transición de sujetos colectivos a su evolución a individuos y dicha conclusión me despierta la duda acerca del beneficio que esta evolución o extinción nos puede brindar al resto de la sociedad.

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  • Stavenhagen, R., & Nolasco, M. (1988). Política cultural para un país multiétnico. México, D.F.: SEP, Dirección General de Culturas Populares, El Colegio de México, Universidad de las Naciones Unidas.
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