Dios crea, el hombre diseña

Pero aunque lo creó todo, Dios no reclama derechos de autor.

Joaquín Eduardo Sánchez Mercado, autor AutorJoaquín Eduardo Sánchez Mercado Seguidores: 559

Dios crea, el hombre diseña
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Crear, en el sentido estricto de la palabra, significa «hacer algo de la nada»; por lo tanto crear es un imposible para el ser humano. Nadie puede hacer tal cosa. Pero aunque nosotros, los humanos, no creamos nada, sí podemos descubrir, transformar, modificar, reinventar. Es aquí donde el diseño humano comienza.

Imagina cómo sería un ser extraterrestre. Lo puedes imaginar con tres ojos, tres manos, dos cabezas, con alas, o escamas como pez, de tamaño enorme y de color verde, o pequeño y de color gris, pero siempre tendrá cuerpo, ojos, figura y características similares a lo conocido. Por más «creativo» que uno se piense, no puede salirse de lo conocido, no puede imaginar nada que no haya percibido. Siento desilucionarte, pero la humanidad no ha podido, no puede y seguramente no podrá crear algo de la nada. Por lo tanto lo que llamamos creatividad es solamente transformación.

Marjorie Elliott Bevlin, en su libro: «Design trough discovery» nos brinda lo que a mi juicio es la mejor definición posible de diseño humano:

«Diseño es la organización de partes en un todo coherente. Diseño es en realidad el proceso mediante el cual se creó el universo, a través de una serie de procedimientos ordenados de selección y evolución. El fenómeno resultante revela una perfección muy lejos de las posibilidades humanas, sin embargo existe la posibilidad de ofrecer inspiración ilimitada».

El concepto de Dios parte de la idea de que, de la nada, no se puede crear nada

La duda es entonces: ¿cómo se creó el universo? ¿Quién nos creó a nosotros los humanos y todo lo que existe? Ante la imposibilidad de explicarnos cómo se puede crear algo donde nada existe, solo nos queda la posibilidad de un ser poderoso, que está más allá del entendimiento humano, y que tuvo que ser él quién hizo todo lo que existe y ordenó cada cosa en el universo.

La palabra diseño tiene muchas implicaciones y muchos significados porque abarca casi todas las manifestaciones de la naturaleza, del universo, del hombre, de la materia y la energía. Prácticamente todo tiene diseño, el átomo, el universo, los planetas las estrellas, las plantas, los animales, el ser humano y todas sus mal llamadas «creaciones»: la estufa, el coche, el avión, etc. Incluso el arte, la literatura, la música, los sistemas políticos, las empresas, etc.

Otra cosa que el hombre no puede llegar a saber es el por qué las cosas son como son. Solamente podemos descubrir el cómo. Por qué las cosas se pegan, por qué hay magnetismo, ley de la gravedad, por qué hay líquidos y sólidos, por qué hay calor o frío, por qué hay aves o delfines, humanos, plantas, etc., es un misterio. Es imposible para los científicos explicar por qué las cosas son como son y por qué no son de otra forma. A lo que siempre podemos aspirar es a descubrir cómo son, cómo sucede lo que sucede y cuál es su diseño, su estructura. Regresamos a la idea de que fue Dios quién tomó esas decisiones, ya que no tenemos otra explicación.

El cómo, no explica por qué

Pensar que podemos realmente ser independientes de lo que existe, de lo percibido, de nuestras experiencias y percepciones pasadas, de lo que ya se hizo antes y tratar de ser cien por ciento originales, es una idea equivocada. Lo que diseñamos tiene que ver con lo percibido, con lo aprendido, con la exploración de lo natural, de la documentación y observación de lo que los demás hacen y han hecho a través de la historia.

Le busques por donde le busques, cualquier cosa que diseñes está relacionada a otra cosa ya existente, se parecerá a algo, es inevitable. En realidad no somos más que copiones, pero copiones que pueden imaginar, planear, transformar, modificar.

La rueda no se puede reinventar, pero se puede transformar. Hay cosas que no cambian, lo redondo seguirá rodando, uno más uno son dos, es inevitable. Los principios del diseño tampoco se pueden cambiar. Por ejemplo: la repetición, la armonía, el contraste, etc.

En diseño, nada se crea, sólo se transforma

Para transformar hay principios, caminos, métodos. Los principios no se pueden cambiar, los métodos sí. Algunas veces cambiar es destruir, pero de todos modos es un cambio.

¿Qué pieza musical no ha copiado algo de otras? ¿Qué pintor, escultor, arquitecto, diseñador gráfico, diseñador industrial, escritor, cineasta, poeta, o lo que quieras nombrar, no ha tenido que retomar algo que ya existía, de lo físico o de la idea? Pero aun cuando hemos tomado algo de los demás, de lo ya existente, cuando hemos partido de una idea, de un concepto ajeno, aun así reclamamos derechos de autor.

?Por qué hemos de pagar o reclamar derechos por un tipo de letra, que no es más que una copia modificada de algo que alguien mas creó? ¿Puedes diseñar una letra «A» que no se parezca a otra letra «A»? Difícilmente. Un diseño hecho a base de cuadros, de circunferencias, de ciertos colores, de ciertas proporciones, etc., ¿no se parecerá a otro ya existente? No hay una figura geométrica, una recta, una curva, un triángulo, un exágono, un rostro, que no se parezca en nada a otro.

Es claro que las leyes de derechos de autor y de patentes existen y conllevan cierta lógica. Se puede entender las reclamaciones cuando son copias exactas en todo y aplicándola a un mismo uso, y cuando se obtienen ganancias jugosas por ello. Sin embargo cabe preguntarse si estas creaciones que las leyes protegen son realmente cien por ciento originales y si los derechos corresponden a un solo autor.

Recientemente el escritor mexicano Sealtiel Alatriste ha tenido que renunciar al premio Xavier Villaurrutia y a la UNAM, por el escándalo que indignó a otros escritores de cierta fama por haber copiado literalmente dos párrafos y no haber citado la fuente. Pero ¿qué tan original eran esos párrafos copiados? Seguramente no cien por ciento originales. Cientos de autores han hecho lo mismo. Yo diría que todos. Alguien me decía medio en broma, medio en serio: copiar a un autor es un plagio, copiar a varios es un trabajo de investigación y es válido. Es muy sencillo de explicar si tomamos en cuenta cómo aprendimos a hablar, las palabras que usamos, de dónde provienen las palabras, qué raíces tienen, qué idioma hablamos. Definitivamente no inventamos nosotros los vocablos, las expresiones, las historias. En un artículo sobre este caso en la revista Proceso, se cita una tesis que cuestiona la palabra «autor» y sin nombrar al autor de la misma.

¿Acaso el trabajo respecto al cual nos atribuimos la paternidad absoluta no es producto del alimento recibido, de las aportaciones de cientos de miles de «autores» que a su vez son producto del mismo proceso? ¿Podemos entonces arrogarnos en verdad el calificativo de «autores» individuales de obras primigenias cuando en realidad somos producto del aprendizaje del trabajo de los demás?

Sólo Dios puede reclamar auténticos derechos de creación al cien por ciento

Aquí en nuestro mundo siempre habrá algún diseño parecido al nuestro, o el nuestro se parecerá a otro, es irremediable. Reclamar derechos de autor es legítimo, pero llega a veces al absurdo. Hemos visto disputas por la paternidad de inventos, de ideas, de obras literarias y artísticas, de teorías, técnicas y procesos científicos. En el campo del diseño gráfico hay disputas por un tipo de letra, logotipo, marca o por las característica de un diseño determinado. Disputas por el nombre de «Apple» (manzana) entre Apple Records y los fabricantes de computadoras Apple, por ejemplo, ¿se puede reclamar derechos por una palabra de uso común? ¿Qué derecho tiene una empresa a adueñarse de una palabra que no inventó? Como sí se inventó la palabra «Kodak», que no existía y fue elegida precisamente por su inexistencia y por su fácil recordación. Pero la palabra manzana no le puede pertenecer a persona alguna, es parte de un idioma y por lo tanto patrimonio de la humanidad.

La guerra por las patentes ha llegado a un grado de insanía nunca antes vista. Actualmente se libra una batalla por las patentes de las computadoras, las tabletas, los programas de cómputo y los gadgets. Apple intenta patentar no sólo los chips, sino hasta el fondo negro de la pantalla de sus tabletas y el marco negro del exterior. Windows, IBM, Samsung, Google, Nokia, etc., intentan lo mismo, patentar todo lo que se pueda. Es la locura. Recientemente Proview International Holdings, un importante fabricante de monitores y ordenadores en China, sostiene que la marca registrada «iPad» le pertenece. La empresa Apple, bajo otro nombre, compró los derechos de la marca iPad aunque fingiendo ser otra compañía no muy conocida, lo que da sustento a la demanda y al decomiso del iPad en China.

En el reverso de la medalla, Stephen Hawkins recientemente expresó su creencia de que el universo si se formó de la nada, aunque su teoría dice que fue en base a la gravedad, pero lo que no explica es de dónde salió la fuerza de la gravedad, ni qué fue lo que la gravedad atrajo. Es de suponerse entonces que ya existía algo en el orígen y por lo tanto es de suponer que el universo no surgió en realidad de la nada absoluta.

En fin, a mi sólo me queda por decir: «benditos los que me copian porque de ellos serán mis errores».

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