Mis malos maestros de diseño

Memorias, experiencias y conclusiones de mis cuatro años de estudio en la Universidad.

Enrique De La Rosa Montoya, autor AutorEnrique De La Rosa Montoya Seguidores: 7

Mis malos maestros de diseño
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Cuando era pequeño escuchaba que se quejaban de un maestro malo cuando era muy enojón, estricto o dejaba muchos trabajos. De unos años hasta la fecha esta idea sobre los «malos maestros» ha cambiado constante y radicalmente.

En la universidad, un lugar en donde por fin lograría una preparación para lo que me apasiona y tengo aptitudes, yo esperaba encontrarme con un capacitado cuerpo de científicos teóricos incansables, bastos en sabiduría para compartir conocimientos en lo que a mi carrera se refiere. Bueno... es una idea utópica sobre cualquier escuela, pero al menos esperaba encontrar personas que pudieran compartir su experiencia como diseñadores; algo que no sucedió en muchos casos en mi escuela.

Francsico Calles, en un artículo «Notas incomodas sobre la enseñanza del diseño» dice:

«El trabajo académico (?) de quién se desempeña cómo docente en las instituciones educativas es agradable, aparentemente fácil y bien visto socialmente. Además, es posible dar clases y después ir a trabajar — como si la labor docente fuera una especie de pasatiempo y no un trabajo».

Esto coincide con mi punto de vista sobre muchos docentes de mi escuela. Aparentemente allí han convocado a los primeros y más disponibles docentes provistos con titulo de Licenciatura (en el mejor de los casos L.D.G ) para entretener durante un par de horas a una grupo de 15 a 25 alumnos. Si bien cumplen con los requisitos de la normativa universitaria, es claro que muchos no tienen la capacidad para dar una instrucción pedagógica efectiva.

Dentro de mi salón

Imagínate a alguno de mis docentes frente a un auditorio lleno de estudiantes expectante de un suceso que aporte algo a su formación profesional. Ahí estoy yo. En el momento de su aparición y durante la siguiente hora, el docente (prefiero no llamarlo Maestro) balbucea veinte ideas confusas, redundantes o inclusive sin sentido. Como le sobra tiempo, también platica sobre acontecimientos clásicos, chuscos y muy trillados que apenas provocan un par de risas aisladas.

Al paso de unas cuantas clases, empieza a haber un ambiente de desconcierto. Los estudiantes nos preguntamos si realmente se están cubriendo los objetivos pedagógico, si estamos logrando comprender y aprender los temas previstos para el curso. Se enrarece el clima y se produce una gran incertidumbre por las diferencias entre el docente y sus alumnos.

Los alumnos nos vemos forzados a entablar una platica respecto a la situación del curso, y solicitarle que comparta un poco de su experiencia y filosofía. Pero el docente hace rabietas, tal vez porque no ha sabido conectar con la clase ni ha logrado conducir los temas fluidamente. En el peor de los casos, cuando ve frustrados sus intentos por llevar la clase, el docente decide imponer la autoridad como en el régimen Nazi, pero en versión chafa, enviando a la guillotina a los opositores a su sistema.

¿Ha sido la culpa de los alumnos que éste docente no haya logrado desglosar los temas debidamente, ni haya demostrado las aptitudes necesarias para establecer criterios de evaluación objetivos? Si no logra transmitir los resultados de la evaluación en problemas sencillos, qué podemos esperar cuando se trata de problemas de alta grado de complejidad. ¿Por qué mis docentes no separaron cada problema en partes para que podamos analizarlas y comprenderlas completamente? ¿Por qué no nos ayudaron a resolver correctamente los proyectos?

¿Me pregunto dónde está fallando este sistema educativo? ¿Son responsables estos docentes que no saben bien qué enseñan ni cómo hacerlo? ¿O es culpa de quienes los contratan y los ponen al frente de la clase? Los que ocupan los puestos de coordinación, dirección, sub-dirección, etc., ¿serán conscientes de esto que sucede?

Hoy, después de 4 años en la carrera, me he dado cuenta de que los mejores maestros son aquellos que han logrado transmitirme sus conocimientos, aquellos que me han propuesto metas dentro del salón de clase, aquellos que me han explicado claramente el objetivo y la aplicación practica de las ejercitaciones. Aquellos que cuando fue necesario me regañaron, pero también me ayudaron y me enseñaron, con real autoridad, liderazgo y disciplina.

Ojalá la experiencia de tantos miles de estudiantes de diseño no sea tan mala como la mía.

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