El diseño como concepto universal (Parte 3)

Reflexiones sobre la vida de una palabra.

Yves Zimmermann, autor AutorYves Zimmermann Seguidores: 650

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Se sugiere leer previamente la primera parte y segunda parte de este texto.

Para abordar ahora la cuestión relativa a la posibilidad de diseñar lo que hemos denominado comportamiento, no consideraremos aquí las diversas técnicas existentes para lograr este fin. En el presente contexto, interesa solamente averiguar si a partir de la definición universal del diseño propuesta, puede diseñarse un comportamiento y en qué consistiría su correspondiente proceso de diseño. Para dilucidarlo de tomará como punto de partida la definición mencionada:

Diseño es designio hecho seña.

Se tratará ahora de aclarar qué relación guardan los conceptos de esta definición con el diseño de lo que se llama genéricamente comportamiento, un término amplio que abarca tanto la actitud de un sujeto ante las cosas que suceden a su alrededor como el que adopta ante las que le suceden a sí mismo; esto es, sus reacciones, su pensamiento, sus sentimientos frente a los impactos o impulsos múltiples, positivos y negativos, que vienen a su encuentro y le afectan de un modo u otro en su cotidianidad.

El designio

Partiendo de la definición básica propuesta, diseñar un producto, un símbolo o una imagen corporativa no difiere, en el fondo, del proceso de diseño de algo que carece de la materialidad de los objetos, como es una actitud. Así pues, el sujeto puede convertirse en proyecto. Igual que en cualquier proyecto de diseño, el primer paso en este proceso que conduce a la definición o formulación del DESIGNIO, del propósito para conseguir la SOLUCIÓN, consiste en reconocer y analizar previamente el PROBLEMA, la razón última por la que se siente la necesidad de un cambio, en este caso la necesidad del DISEÑO de otro comportamiento o actitud. Para empezar, es preciso identificar claramente qué comportamiento se desea modificar con el fin de formular el DESIGNIO, la intención, y desarrollar un PROYECTO para hallar la SOLUCIÓN del problema. El aspecto más importante a tener en cuenta es que el comportamiento que uno quiere modificar es siempre fruto de su modo de pensar, de su forma de considerarse y de considerar el mundo que le rodea. Enfocar un cambio de comportamiento supone, pues, cambiar en primer lugar la manera de pensar que ha llevado a la situación insatisfactoria que se pretende cambiar. Esto supone una transformación de largo alcance que implica, claro está, ir más allá de la mera representación de un papel durante el horario laboral.

El diseño

Para lograr que el designio, la intención, se haga realidad, se haga seña, tome forma definitiva, hay que diseñar esta seña. Dado que aquí se está considerando un cambio de actitud, o sea, el diseño de algo no material sino mental, este cambio sólo puede lograrse mediante algún tipo de actuación programada, de entrenamiento, es decir, de ejercicio. El deportista hace esto mismo: se entrena cada día para alcanzar la meta que se ha propuesto, la solución o seña que desea conseguir. Es a través de la repetición de los ejercicios que se instaurará un nuevo modelo de actitud, y este ejercicio cotidiano, este trabajo, vendría a ser propiamente el proceso de diseño, el proceso de diseñarse.

La seña-forma

Cada ejercicio repetido contribuye a que poco a poco vaya configurándose la seña, la solución o forma definitiva de aquello que quiere lograrse, esto es, una nueva forma de vivir la vida, la cotidianidad. Esta seña-forma, esta nueva actitud, estará configurada y completada cuando se llegue al punto en que el vivir de cada día sea el ejercicio mismo, cuando se haya logrado fundir en una sola cosa la intención y la forma, el designio y la seña.

                                                                                                       

Para ilustrar de forma más explícita la universalidad del diseño a partir del eje triádico PROBLEMA-PROYECTO-SOLUCIÓN, se resumirá a continuación un intercambio entre Sereno y Séneca1, relatado en el texto «Sobre la serenidad» de la obra de Séneca Diálogos.2 En dicho capítulo se expone de forma viva y explícita lo que se acaba de afirmar con respecto a la posibilidad de diseñar la propia actitud o comportamiento.

En este intercambio, Sereno comienza por exponer a Séneca su malestar, los problemas y los conflictos que tiene consigo mismo. «Al examinarme, se dejaron ver en mí … ciertos defectos manifiestos, que podía tocar con mis manos; otros más oscuros y escondidos … [y] encuentro en mí sobre todo esta disposición (pues, ¿por qué no voy a confesar la verdad como a un médico?): ni estoy de veras liberado de las cosas que temía y odiaba, ni tampoco sujeto a ellas». Confiesa tener una «flaqueza de espíritu que duda entre estas dos cosas: ni se inclina hacia lo recto con decisión, ni tampoco hacia lo malo». Más adelante expone lo que le gusta, que se resume en la noción de la «moderación,» como, por ejemplo, que una «… mesa … no se distinga por la variedad de sus vetas, ni sea conocida en la ciudad por la pertenencia sucesiva a elegantes señores, sino que esté puesta para su uso, que no se detengan los ojos de ningún invitado en ella por placer, ni encienda la envidia». [Estas bien podrían ser palabras de un diseñador para quien el valor de uso de los objetos es lo primero y principal y que, además, carezcan de toda ostentación, como es la ostentación del diseño en ellos, por ejemplo.]

Después de exponer a Séneca más ejemplos de sus titubeos y su malestar consigo mismo, es decir su PROBLEMA, acaba diciéndole, «Así pues, te ruego que, si tienes un remedio, o sea la SOLUCIÓN, con el que puedas parar esta fluctuación mía, me creas digno de ser deudor de la tranquilidad … no me sacude la tempestad, sino el mareo. Por tanto, despójame de este mal, socorre al que padece cuando ya ha visto tierra». Es decir, le pide una SOLUCIÓN a su PROBLEMA.

Séneca, en su respuesta, comienza por comparar el estado de Sereno al de unos enfermos que, «cuando [se] han desterrado los últimos retazos de su enfermedad, incluso entonces se inquietan por simples sospechas y, ya sanos, alargan su mano a los médicos e interpretan falsamente cualquier calentura de su cuerpo». Séneca sugiere a Sereno que «no son necesarias aquellas actitudes tan duras…: luchar contra ti alguna vez, enojarte otras, alguna vez atormentarte con violencia». Viene a decirle de desistir, de dejar-se de estos tormentos que se auto-inflinge, y subraya que «…es necesario aquello que viene al final». Es decir, señala hacia la meta, a la SOLUCIÓN a la que debe aspirar y a la vez «debes tener confianza en ti mismo, creer que vas por el camino recto, nada distraído por las huellas de los muchos caminantes que lo atraviesan y de los que vagan de una parte a otra a través del camino. Pero lo que deseas es grande y elevado, cercano de un dios: no turbarte. A este equilibrio del alma los griegos lo llamaron evthymia … Yo lo llamo serenidad… La serenidad es el estado plácido del alma al que le es ajena cualquier exaltación. Por tanto buscamos el medio por el que el espíritu pueda llegar a estar en movimiento siempre igual y tranquilo, se sea favorable a si mismo, contemple, feliz, todo esto, y no interrumpa el gozo, sino que permanezca en este estado plácido, no exaltándose ni deprimiéndose. Esta situación será la serenidad. Busquemos cómo se puede llegar a ella [énfasis añadido] de manera general…» o sea el PROYECTO.

Séneca pregunta aquí por el camino que se deber recorrer desde el PROBLEMA a la SOLUCIÓN, lo que conlleva la formulación del PROYECTO, o el modo de «cómo se puede llegar» a la serenidad. Luego sigue, «Entretanto, debe exponerse lo que es el vicio en su totalidad, con el fin de que cada uno reconozca la parte que le concierne,» y cuya naturaleza básica es «sentirse mal con uno mismo». Después de enumerar los variados vicios que acechan al hombre, pasa a darle consejos de cómo hacerse un buen ciudadano y cómo ser útil a la ciudad. «Pues, en efecto, el que se abandona en su obligaciones por completo, administrando los intereses comunes y privados según su propia facultad, cuando tiene el propósito de ser útil a los ciudadanos y al resto de los mortales, al mismo tiempo también él se ejercita y progresa…» [énfasis añadido]

Según lo expuesto al final del capítulo anterior, el ejercicio es la efectiva puesta en marcha de la intención, del DESIGNIO, para llegar a la meta propuesta. «Lo mejor para hallar la serenidad es la mezcla de actividad y ocio. Nunca es inútil la obra de un buen ciudadano: se le escucha y se le ve. Con su rostro, con su gesto, con su callada obstinación, y con su misma manera de andar, es útil. Como algunas medicinas, independientemente del gusto y del tacto, son saludables con su olor, así la virtud rocía su utilidad incluso desde lejos y oculta». Después de darle también consejos con respecto al tipo de amigos que a uno le conviene elegir, viene a decirle a Sereno que, «…en primer lugar, [debemos] examinarnos a nosotros mismos» [énfasis añadido], luego, deberemos escudriñar los asuntos que emprendemos, después, a quienes los causan o con quienes las vamos a emprender». Es decir, invita a Sereno a que examine la naturaleza del PROBLEMA que le acecha, y ya hacia el final, afirma, «Por tanto, todo esfuerzo debe responder a algo, dirigirse a algo,» es decir, a la SOLUCIÓN que se quiere alcanzar.

 

En la pequeña obra, precisamente denominada Serenidad,3 del filósofo alemán Martín Heidegger, encontramos una parecida estructura de PROBLEMA – PROYECTO – SOLUCIÓN que subyace a su discurso.

Su título en alemán es Gelassenheit, tiene meramente 70 páginas y consta de dos textos. Cada uno a su manera, trata de un loslassen, de un «dejar-ir», de un «soltar». El primero de ellos es una alocución que el autor pronunció en su ciudad natal de Messkirch con ocasión de la celebración del centenario de la muerte de Conradin Kreutzer, un músico y paisano de allí.

El que aquí interesa para nuestro propósito es el segundo texto, «Debate en torno al lugar de la Serenidad». Consiste de una diálogo entre un investigador, un profesor y un erudito. En él, los tres personajes tratan de dilucidar la naturaleza del pensar. El pensamiento que se pone en cuestión en este diálogo, es el pensamiento occidental que ellos entienden se basa esencialmente en un vorstellen, un representar, pero que en sentido literal significa «ante-poner», con lo que el representar se entiende como un poner-ante-sí la cosa por pensar para pensarla. Este acto de «ante-poner» se fundaría siempre en un querer, en el sentido de ejercer una voluntad; como dice uno de los interlocutores, «pensar es querer y querer es pensar». Es por la representación entendido de este modo por lo que todo ha llegado a ser objeto que está puesto a nuestro encuentro en un horizonte. Se percibe por tanto este pensar fundamentado en un querer-voluntad, como el PROBLEMA que no nos permite entender la esencia de las cosas.
No obstante, al avanzar el dialogo se viene a afirmar que la esencia del pensar es algo diferente del pensar por lo que se evidencia la necesidad de un dejar-ir del pensamiento entendido como un ante-poner basado en un querer, y de adoptar un no-querer, un desacostumbrarse de la voluntad para entender la esencia de las cosas. Ello ayudaría al despertar de la Serenidad, la SOLUCIÓN anhelada.

En el diálogo se viene a decir además que las cosas que se manifiestan ante el ser humano, tanto las reales como las de nuestro pensamiento, están ya siempre «puestas-ahí», hingestellt, o también «ante-puestos», vorgestellt, en un horizonte que también es siempre la Gegnet, la contrada. La contrada es una antigua palabra castellana y tiene como significado básico «lo que viene a la contra», como en «encontrar», por ejemplo. La esencia de la contrada sería, pues, su carácter contrante, aquello que se manifiesta hacia un en-cuentro. La conclusión a la que llegan los dialogantes es que el verdadero pensar no sería ya un vorstellen, un ante-poner, sino la Espera, warten, lo que sería el PROYECTO, pero no una espera expectativa, erwarten. Esta espera es la espera del «contrar de la contrada» desde la Serenidad: no querer ya representar sino esperar que las cosas revelen su esencia, su verdadero ser, ellas mismas a través de este contrar de la contrada. Tal como es tan maravillosamente posible en el idioma alemán, la construcción de este diálogo se basa sobre palabras-ejes que todos tienen el significado básico de «lassen, dejar, soltar»: ablassen, dejar-algo o una cosa; einlassen, dejar-entrar, involucrarse; überlassen, dejar algo a alguien; loslassen, dejar-ir, soltar; zulassen, dejar-venir, admitir; gelassen, tranquilo, sereno, etc.

En este breve resumen se ha expuesto lo esencial de la obra de modo que se pueda ver la estructura de PROBLEMA-PROYECTO-SOLUCIÓN que subyace también aquí.
Según lo expuesto, el pensar como representación es el PROBLEMA, e igual que en el texto anterior del intercambio entre Serenus y Séneca, también aquí es a la Serenidad a la que se apunta como SOLUCIÓN, en este caso, al problema del pensar representacional. La solución a la que se apunta aquí es el estado del no-querer, lo que supone dejar atrás un pensar como representación con el fin de que advenga la Serenidad. La Espera del contrar de la contrada viene a ser el PROYECTO, que, en este caso, consistiría en ejercitarse en el camino del desacostumbrarse del pensar entendido como representación, y en ejercitar la Espera a que las cosas del horizonte «cosean» a la contra del sujeto para serle reveladas.

Este pensamiento que consiste en un dejar-ir y un-estar-a-la-espera de que las cosas, el mundo, se revelen por si mismos, sin representarlos, tiene gran similitud con el pensamiento budista y, de hecho, Heidegger debía conocer el pensamiento oriental ya que mantuvo una estrecha relación con el conde Kuki Shuzo, filósofo y escritor japonés. (ver el diálogo entre el conde y Heidegger, en De camino al habla4) Heidegger también mantuvo una relación con D.T. Suzuki (autor de varios libros sobre el zen-Budismo) e incluso quería traducir a Lao Tse al alemán, pero no terminó el proyecto. Al parecer, el concepto heideggeriano de Serenidad, entendido en su versión de Gelassenheit, está muy influenciado por Lao Tse, cuyas reflexiones sobre el «wu wei», (no-acción) se parecen mucho a la «serenidad para con las cosas» de Heidegger.

Este «loslassen», el dejar-ir, soltar, en este caso de la voluntad, tiene un sorprendente parecido con el pensamiento budista expresado en Las Cuatro Nobles Verdades que preconiza: si se quiere dejar de sufrir hay que dejar-ir de aquello que produce el sufrimiento, hay que soltar todo lo que ata el ser humano al mundo, fuente primera y última del dolor.

Estas Cuatro Nobles Verdades son la fuente donde han bebido todos los maestros que han logrado este dejar-ir, este «loslassen», tema central de todas las historias del zen-budismo y que siempre, en todas las situaciones, incluso ante la muerte, irradian una calma, una paz que evidencia la Gelassenheit, la Serenidad. Este yo que les separaba de la Totalidad, lo han disuelto, «simplemente» son. Han visto lo que este «yo» es: una ilusión.

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  1. Lucio Anneo Séneca, en latín Lucius Annaeus Seneca, también conocido como el joven (4 a.C. – 65 d.C.). Nació en Córduba, en la provincia romana de la Bética (actualmente Córdoba, España). Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue un filósofo romano conocido por sus obras de carácter moralista.
  2. L. Anneo Séneca, Diálogos, Tecnos Editorial, 1986
  3. Martín Heidegger, Serenidad, Ediciones del Serbal, 1989
  4. Martín Heidegger, De camino al habla, Ediciones del Serbal, 1987
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