Diseño: entre naturaleza, arte, ciencia y tecnología
Algunos afirman que todos pueden diseñar, pero ¿tiene sentido el diseño sin innovación?
AutorDiego Otero Seguidores: 15
EdiciónSergio Carlos Spinelli Seguidores: 11
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«¿Y qué es el diseño?», preguntaron los maestros a lo largo de toda la carrera, suscitando más de un silencio incómodo en las aulas e instituciones. Sobre todo en las clases tardías que se esperaba una respuesta clara y contundente, de aquellos creativos que próximamente se enfilaban a participar del interesante mercado de ideas útiles e inútiles para la humanidad. Y nos hablaron de materiales y procesos de producción, de arte y estética, de los medios de representación, de las relaciones antropométricas, de requerimientos y determinantes, de ergonomía y figura humana, de las relaciones contextuales, de creatividad e innovación y de la estrategia detrás de un diseño exitoso, para luego recibir un diploma y terminar sentados frente a una pantalla, un jefe, un cliente, que nos exige sobre la calidad que deberían tener nuestros «dibujos». Ni hablar del ambiente extremadamente competitivo ni de los salarios, porque más de un colega podría entrar en una crisis existencial. Sería mejor preguntarse ¿tiene sentido diseñar? ¿cuál es el sentido del diseño en una sociedad capitalista de consumo en decadencia?
Algunos optan por hornear la pizza siempre en el mismo molde y con los mismos ingredientes que aprendieron a usar. Otros siguen las instrucciones de la receta que les parece más interesante y deliciosa. Los más intrépidos experimentan con los ingredientes que tienen a la mano y aprenden en el proceso. Y los estudiosos ingresan a la academia culinaria o investigan por cuenta propia, para llevar sus conocimientos a nuevas fronteras. Pero solo los más inteligentes incorporan en su hacer lo mejor de las anteriores estrategias, y al combinarlas con notas de pasión, perseverancia y determinación, logran hornear las mejores pizzas dignas de llevar su nombre en la caja, y satisfacer así a los paladares más exquisitos. No hace falta decir cuál de ellos recibe una mejor remuneración por su trabajo.
Desde la posibilidad de producir nuevas experiencias estéticas, comunicar información relevante y persuasiva, resolver problemáticas sociales y facilitar las actividades cotidianas por medio del artefacto, en coherencia con una justa remuneración y reconocimiento por el ejercicio de la profesión, hace falta que nos preguntemos por el diseño y sus objetivos en un contexto cada vez más saturado de soluciones superfluas. ¿Qué tiene más valor: el original o la copia? Y no sólo hablo en términos económicos.
Es cierto que de lo natural a lo artefactual todo tiene diseño. Incluso se afirma que desde el ingeniero hasta el plomero, todos somos diseñadores. Al final todos quieren diseñar, desde el director de producción hasta el cliente y el proveedor, pero solo algunos pueden sentarse y asumir el papel. Por algo existe la profesión. Pero también es cierto que va mucho más allá de un título o un diploma colgado en la pared. ¿Entonces, qué nos hace diseñadores?
Diseñar o proyectar es comunicar ideas, pero para que tengan sentido tienen que ser posibles. Luego inevitablemente se someten a las leyes de la realidad. Al respecto Jorge Wagensberg en La rebelión de las formas afirma que la realidad depende de la selección, en una extensión de la teoría de Darwin. Y aparece entonces la selección cultural, que permite la existencia del artefacto o «hecho con arte» en nuestro contexto. Y este mismo se refiere a todo lo hecho por el hombre que requiere de una técnica o destreza. La tekhné de los griegos es equivalente a lo que significa para nosotros el arte hoy en día, y esta misma etimología también forma parte de la palabra tecnología. Un proceso de ensayo y error que concluye en el artefacto. Método científico también, ¿acaso no es ciencia? Entonces ¿deberían existir diferencias marcadas entre diseño, arte, ciencia y tecnología?
Y a qué apuntamos: universo físico, biológico y humano. Principio y origen de todo lo que creamos, pero también destino, muerte y renovación. Nos falta la naturaleza.
Para mí las respuestas en cuanto al diseño son personales. Y es esa necesidad de crear que nace con cada uno de nosotros; conocimiento que aplicado mediante alguna técnica, sirve al objetivo de transformar la realidad. Una comunicación mediada por el artefacto en la intersección entre naturaleza, arte, ciencia y tecnología. Y entonces todos somos diseñadores, pero olvidamos que el equilibrio depende de cada uno de nuestros actos creativos.
Prefiero terminar con una buena pregunta que con el sabor amargo de una mala respuesta. ¿A quién corresponde la mejor receta? ¿Tiene sentido el diseño sin la idea de transformación y renovación? Cada quien puede sacar sus propias conclusiones.
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