Quiero un gato de fondo
Sobre solicitudes de diseño extravagantes, limitaciones del cliente o límites autoimpuestos.
AutorHernán Cabeza Seguidores: 12
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Atiendo el teléfono en mi estudio y una voz masculina con tono nervioso pregunta directamente por mí. —Si, él habla—, digo yo, como si tratarme en tercera persona lograse evadirme de una conversación que intuyo no llegará a buen puerto. —Ando necesitando una página web sencillita, con un gato de fondo.
Tengo un claro problema cuando estas cosas me suceden, siéndome prácticamente imposible esgrimir una excusa, como que no realizo determinados trabajos o que tengo la muñeca luxada y no puedo usar el mouse.
—Ajá—, digo, y estúpidamente lo primero que me me viene en mente es: —Y... ¿qué tipo de gato?
—Sí. Te cuento un poquito... yo quiero hacer una página de esoterismo, presentándome y ofreciendo mis servicios—, y así me explica un poco. —¿Cuánto me sale?
—Muy bien—, digo, —Le comento... yo no paso presupuestos telefónicamente. Siempre me tomo un tiempo para evaluar las necesidades del cliente, la magnitud del trabajo...
—Si, pero más o menos ¿cuánto me podría salir?—. Tomo aire.
—No, mire, los presupuestos siempre los paso bien detallados por email.
—Pareciera que usted no quiere realizar el trabajo.
Espero unos segundos y respondo: —No sé que decirle.
Como era de esperarse el trabajo no se me encomendó y hasta, quizás desconociéndolo, haya sido víctima de algún gualicho, embrujo o mal de ojos, pero una sensación amarga me queda flotando y comienzo a googlear en busca de sitios de esoterismo e imágenes de gatos. Finalmente me llegan las preguntas: ¿y si era correcta la utilización del gato como símbolo? Sólo porque la intuición, el deseo o el capricho del cliente se anteponga ante la elaboración de un concepto, ¿es esto algo para desacreditar o rechazar un trabajo? Más aún siendo que éstas situaciones suceden a menudo. ¿No amerita acaso otorgarle a este tipo de solicitudes la misma atención que a aquellas que valoran nuestro trabajo y confían en que lo que se necesita saldrá de nuestro estudio y elaboración conceptual?
Creo que no hay respuestas inmediatas a todo esto, y dependerán del momento y la manera en que uno se encuentre plantado frente a su propio trabajo. Siempre está el camino de la discusión y persuasión, pero en innumerables casos la tozudez o el capricho de quien demanda el trabajo, hace que nuestros discursos se tornen fútiles ante miradas degradantes de nuestra profesión. Si esto sucede y cedemos en lo primordial pensando en que resignar no es más que optar por otro camino, considero que abrimos un rico abanico de posibilidades creativas, en donde en lugar de discutir, directamente podemos operar. Sin embargo, si malogradas, extravagantes o bien ridículas imposiciones de un cliente, o que en primera instancia intuimos como tales implican por otro lado coartar nuestra creatividad, no haremos más que trabajar en la superficie del problema, a disgusto y a sabiendas de que el trabajo se desarrollará en un camino que consideramos incorrecto a nivel comunicacional, realizando solo un planteo formal de las ideas del cliente. Quizá sea una buena opción aceptar estas limitaciones iniciales, pero sin permitirnos la búsqueda y el juego en el interior de las mismas o bien, rechazando este desafío, las trabas no terminan siendo del cliente, son solo límites autoimpuestos.
Bien, el gran tema es el «cómo» trabajo dentro de estos límites; de qué manera puedo jugar y hasta dónde se puede llegar. Me viene a la mente el juego de video «Arkanoid», en el cual utilizamos una barra para hacer rebotar una pequeña pelota contra las paredes en un espacio determinado y asfixiante con la finalidad de derribar bloques de ladrillos y superar niveles sin que la bola se nos escape por debajo. Así puedo encontrarme como diseñador intentando resolver lo propuesto. ¿Y si como jugador adopto una estrategia diferente? ¿Y si en lugar del lado del jugador me ubico del lado del programador del juego? ¿Qué se me ocurriría para agregarle variantes dentro de ese espacio y con esas reglas? ¿Qué rol vengo a ocupar? Puedo hacerme preguntas infinitas hasta dentro de un límite muy concreto, y las respuestas quizá generen nuevas ideas, que aún surgiendo dentro de ese marco encerrado, puedan reformular criterios y hasta trasvasar los limites desde el adentro.
Bueno, no hay manera, si el gato debe estar... ¿puede ser que mi primer pregunta al rechazado cliente no haya sido tan estúpida como pensé y sea la que debía haberme hecho a mi mismo?
—Quiero un gato de fondo
—Y ...¿que tipo de gato?
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