Pensamientos al extremo del lápiz
Reflexiones para perder el temor a expresarse con un lápiz, para sentir la pasión de hacerlo.
AutorMario González Seguidores: 24
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Me he encontrado muchas veces, con discusiones sobre si el diseñador gráfico debe saber dibujar o no. La considero una discusión estéril (los que puedan hacerlo que lo hagan y los que no, no creo que deban hacerse ningún problema). Sin embargo recomiendo dibujar a mano alzada, a pulso, e intentar dominar ese hermoso oficio de trazar con grafito las ideas sobre el papel. No importa que al principio los trazos parezcan arañazos de pollo o arañas muertas, eso es válido en el camino hacia la meta. Sostengo con absoluta certeza que se descubrirá, literalmente, otro mundo.
El ejercicio de bocetar las ideas sobre el papel, otorga al diseñador una fluidez y una riqueza expresiva que ayuda no solo en la consecución de plasmar conceptos aun difusos (soluciones gráficas desde donde empezar el refinamiento de las ideas), sino que además constituye casi un alimento espiritual, con propiedades antiestrés, potenciador del ánimo positivo, tal vez una práctica que rejuvenece, ¿quien sabe?. En principio los resultados no importan tanto, es el proceso mismo el objetivo primordial, es el goce casi infantil como el de pintar sobre las paredes, dejar que la experiencia lúdica del trazado te invada y te envuelva.
Recomiendo dejar que nuestros impulsos primarios pierdan el freno y se expresen en toda su magnificencia natural, con la expresividad de cada individuo, con sello propio, fuerza e impulso vital irrepetible. Luchar un poco, resistirse otro tanto a ser «uniformado», en alguna medida, por la interfaz de los programas de edición gráfica de uso común, aunque al final tengamos que claudicar para pasar nuestra idea al formato digital.
No poner barreras a la expresividad, abrir la puerta al asombro al plasmar en el soporte los propios instintos. Jugar a descubrir formas en los garabatos de los papeles que hemos ido amontonando en el cesto de la basura; ahí están las ideas escondidas en cada forma, en cada línea, en la intensidad o intención del trazo colocado sobre el papel; buscar una interpretación, una explicación; descubrir que el grafito tiene mucho que decir.
Me siento particularmente afortunado por pertenecer a dos generaciones: aquella que dominaba el oficio manual para el diseño (en la que obviamente el lápiz constituía la primera herramienta) y la generación actual que cuenta con el auxilio omnipresente de la tecnología.
En mi experiencia personal, la inquietud de expresar mis ideas con las formas que surgen en mi mente, me ha llevado a diseñar en cierto modo mis propias fuentes tipográficas cada vez (a lápiz por supuesto) y estoy seguro de que no hubiese llegado al mismo resultado si hubiese comenzado directamente con las fuentes ya diseñadas.
Dibujar es hermoso, gratificante y un muy valioso complemento para la profesión del diseño gráfico. No hay que temerle, sino recordar que la práctica hace al maestro.
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