Nuestro diseño... ¿mexicano?

La diversidad cultural de México es una fuente inagotable de propuestas que, correctamente dirigidas, pueden expandir nuestra percepción de lo que significa el diseño mexicano.

Antonio Sánchez, autor AutorAntonio Sánchez Seguidores: 7

Fernando Rodríguez Álvarez, editor EdiciónFernando Rodríguez Álvarez Seguidores: 216

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Una segmentación de mercado está delimitada por las necesidades específicas de cada región, por los usos y costumbres sobre los objetos, así como por las tradiciones y raíces culturales de los países. Los productos que se consumen en Japón no son iguales a los utilizados en Europa o América Latina, nuestras necesidades y requerimientos son distintos. En México, por ejemplo, se atesoran objetos que ya utilizaban los antepasados desde la época prehispánica y algunos más se han adaptado a la época de acuerdo con los nuevos materiales o por costumbres acogidas por influencia de otras culturas.

Los materiales como los objetos sobreviven a través de una serie de mutaciones como consecuencia de condicionantes del propio sistema. En esta evolución podemos identificar un aumento severo en la producción, lo cual también afecta el equilibrio natural de nuestros ecosistemas. 

¿Ha visto en los mercados populares los molcajetes de plástico, los trompos de luces multicolores, las piñatas de Bob Esponja?1 ¿Conoce los vistosos sombreros de charro, que tanto gustan a los extranjeros? ¿Esos productos cumplirán su propósito original? Lejos de representar un aumento en la capacidad de producción artesanal de los pueblos originarios y de ofrecer diseños mejor elaborados, estos nuevos objetos aparentemente buscan establecer una identidad ya sobrecargada de símbolos —como el chile, el nopal y las maracas— a un costo ínfimo.

Por otra parte, existen en México grupos de diseñadores que separan lo mexicano de lo «mexicanizado» por tradición y que trabajan a la par con artesanos, que buscan crear una verdadera identidad a través de sus diseños, en donde la enorme diversidad cultural tiene un valor inagotable para ofrecer propuestas que correctamente dirigidas puedan expandir la percepción de lo que significa un diseño mexicano.

Hablar de diseño mexicano es complicado. Se tienen que reconocer aquellas formas que pueden ser consideradas como parte de un estilo contemporáneo, sin caer en los estereotipos —como un estampado de grecas o el uso de una estética rústica prehispánica—. Un diseño mexicano debe abstraer esas formas y colores, a través de un estudio profundo de significados, al utilizar texturas y simbolismos, pero sin caer en una reproducción kitsch de lo mexicano.

El simple hecho de que un diseño lo haga un ciudadano mexicano, no lo hace un diseño mexicano; cuestionar esto es tanto como pensar si los murales de Diego Rivera son totalmente nacionalistas. ¿Lo son? No debemos olvidar la formación y enorme influencia que el pintor tuvo de la pintura europea. Y qué decir de otros artistas plásticos que sin ser mexicanos han tenido su formación en este país y han dotado a sus obras de simbolismos con el más puro estilo mexicano.

Pero ese diseño «al más puro estilo mexicano» también pertenece al mundo, es acogido y valorado por consumidores nacionales y extranjeros que reconocen en él un carácter único e identificable con las tradiciones y el arte popular de México. Sin embargo, el diseñador mexicano debe incrementar su capacidad para reinventarse a través de ese mercado, involucrándose en la investigación de nuevos materiales, pero sin olvidar que todavía existen otros recursos más tradicionales, que pueden adoptar nuevos sistemas y métodos de producción y manufactura, sin caer en el folclorismo o darse la oportunidad de reinterpretar nuestra cultura.

Los materiales por sí mismos poseen una identidad, un origen y una región. Es aquí donde el aspecto social y de identidad tienen un papel importante, pues ofrece la oportunidad de explorar nuevos elementos nacidos de su propia diversidad. Hay que moldear un nuevo pensamiento creativo, hay que explorar nuestra vasta cultura. Hay que entregar al mundo un nuevo legado de identidad del diseño mexicano.

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  1. N. del E. Un molcajete es un mortero de piedra o barro, de tres pies, que se usa para preparar salsas y moler otros alimentos; los trompos son juguetes de forma cónica y una punta, a los cuales se les enrrolla una cuerda para lanzarlos y hacerlos bailar; las piñatas son vasijas u ollas decoradas de papel colorido, que reproducen estrellas,  figuras de animales o personajes, llenas de dulces y juguetes, que se cuelgan en un patio, para que los asistentes a una fiesta familiar, por turnos, con los ojos vendados, procuren romperla de un palo o a bastonazos.
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