Mal trato sin contrato

Firmar contratos de prestación de servicios mejora la imagen del profesional y ayuda a mantener un buen vínculo con los clientes.

Ariel Castillo, autor AutorAriel Castillo Seguidores: 15

Madeleyn Mendoza, editor EdiciónMadeleyn Mendoza Seguidores: 17

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Para los diseñadores gráficos, las opciones de trabajo son vastas, debido a la cantidad de áreas de desarrollo que permite esta profesión multidisciplinaria; sin embargo, si hablamos de la cantidad de formas de desarrollarnos personal y profesionalmente, el número de opciones se reduce mucho. Hay básicamente dos opciones: incorporarnos como parte de la plantilla laboral de una empresa o bien ofrecer nuestros servicios en forma independiente.

El mundo del diseñador independiente es bastante complicado. Que resulte una opción buena o mala, depende de cada quién; puede ser un camino tan benéfico o perjudicial. Pero existen ciertos conflictos que suelen presentarse de manera común, como consecuencia de que en lo general el trabajo independiente es visto como un trabajo «informal».

Esa informalidad, lejos de ser un calificativo mínimamente acertado, es un estigma con el que el diseñador ha tenido que acostumbrarse a vivir (o sobrevivir, según sea el caso). Muchas veces el cliente supone que la personalidad del diseñador es informal —algo que ocurre, pero no siempre—, y que su trabajo y la manera de manejar los acuerdos comerciales, también pueden ser informales. Algo de razón tienen, porque somos los mismos diseñadores los que damos lugar a la informalidad: desde el momento de la oferta hasta el momento del pago, por lo general hacemos todos los acuerdos de manera verbal. Incluso a lo largo de todo el proceso: cuando se producen cambios importantes en los costos o en la manera de desarrollar el trabajo, diseñador y cliente nos vamos poniendo de acuerdo «sobre la marcha».

En un mundo de caballeros, la palabra se honra y se respeta, pero en el mundo real, a las palabras se las lleva el viento. Y mientras los sociólogos se ponen de acuerdo sobre si es moralmente aceptable y sana esta manera triste pero real de vivir, papelito habla.

Cada diseñador ha tenido sus propias experiencias con los clientes y aunque todos son distintos, muchos de ellos cojean del mismo pie, sobre todo cuando se trata de dos aspectos en particular: respetar el precio y pagar en tiempo y forma. Sin importar el inmejorable estado de salud que a simple vista pueda lucir el cliente, si a alguien en este mundo le puede venir una repentina crisis de amnesia, es a él. Muchas veces cobijado por la informalidad de sus acuerdos con el diseñador, el cliente suele olvidar desde las fechas en las que debe entregar el material solicitado, hasta la cantidad a pagar que se fijó en un principio. Pero no hay que preocuparse, sólo es amnesia temporal, pues la memoria le volverá parcialmente en cada fecha prevista de entrega.

Es una situación típica que en las negociaciones informales el cliente solicite descuentos a cambio de futuras oportunidades de trabajo pra el diseñador: «el precio es lo de menos, ahorita a lo mejor no vas a ganar mucho, pero te van a llover proyectos. No lo veas como negocio, sino como una muy buena oportunidad». Y claro, a mayor descuento, más proyectos se reciben. En otras palabras, esa gran oportunidad significa que te pagarán con más trabajo y cuando te des cuenta, estarás lleno de trabajo que tendrás que hacer gratis. ¡El negocio de tu vida!

Una vez le dije a un cliente: «mejor primero págame, y luego platicamos de los beneficios que me traería hacerte un descuento». Claro que no le causó gracia, pero después de todo, no era ningún chiste. No es que desconfíe, es que no confío.

Este extraño rito, que es todo un modus vivendi entre diseñador y cliente, es sólo parte de los muchos aspectos que tienen lugar cuando se ofrecen servicios en forma independiente. Al final hemos aprendido algunas mañas de los clientes y a contrarrestarlas con mañas propias, de manera que, sin darnos cuenta, llegamos a caer en una bizarra relación a veces poco profesional. Pero lo más extraño es que nos hemos acostumbrado a este rito y ya se ha vuelto parte habitual de nuestro estilo de vida en el trabajo, por lo que tal vez cabría preguntarnos si no hubiese sido más fácil cambiar el foco fundido en lugar de haber tenido que aprender a fabricar velas.

En concreto, el hecho de que el diseñador independiente trabaje por cuenta propia, no debe significar, como creen muchos clientes, que es informal y que pueden sacar provecho de tal situación. Por donde quiera que se vea, el hecho de manejar un contrato de trabajo tiene muchas ventajas, tanto para el diseñador como para el cliente, y por ende, para su relación. Por un lado, el cliente se siente tranquilo de saber que está tratando con alguien serio, formal y sobre todo, con un profesional que conoce su trabajo, cómo venderlo y que puede ofrecer una garantía por él. Como carta de presentación, el contrato representa una primera ventaja. Por otro lado —y lo que considero más importante—, permite aclarar los términos del trabajo y pagos con anticipación, evita que se modifiquen los acuerdos sobre la marcha y disminuye la posibilidad de diferencias que podrían fracturar una relación comercial —y en muchos casos, personal—.

Un contrato de prestación de servicios profesionales, brinda las bases sobre las que se conduce la relación de trabajo, al tiempo que permite mostrar seriedad y profesionalismo, marcando una clara diferencia respecto de muchos competidores —informales— que muchas veces afectan nuestro trabajo y la imagen de la profesión.

Desde el momento en que el cliente recibe una cotización por escrito en una hoja membretada donde se le explican los lineamientos de contratación del servicio de diseño gráfico y se le invita a firmar el contrato en caso de estar de acuerdo con la propuesta, ya tenemos una ventaja sobre otros diseñadores. Aunque el cliente finalmente contrate a otro diseñador, le habremos dado una impresión muy buena, que tal vez nos permita ser considerados en un futuro, incluso para corregir los errores de quien fuera seleccionado para el trabajo (esto es algo que sucede con mucha frecuencia).

Aunque existen algunos modelos muy útiles, cada diseñador debe saber cuáles son los puntos más importantes que deben tratar las declaraciones y cláusulas en su contrato, los aspectos que debe prever y las situaciones a las que le conviene anticiparse para saber a qué se puede comprometer con el cliente. El mejor negocio siempre es aquel en el que ambas partes quedan satisfechas. Es fácil imaginar cómo sería la relación diseñador-cliente si todos manejáramos un contrato que nos permitiera sentar las bases de esa relación que hoy es tan extraña como fascinante.

Recuerda que como te vendes, te compran. Si quieres que tus clientes te tomen en serio, debes establecer con él un vínculo serio.

A lo largo de algunos años, he logrado perfeccionar un modelo de contrato que me ha ayudado en los aspectos mencionados en el artículo. Lo comparto a continuación en caso de que a alguien pudiera servirle, ya sea en su totalidad, o como base para redactar el propio modelo: Descargar Modelo de Contrato.

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