Evolución en el Diseño Gráfico

Por encima del «diseño inteligente», la evolución de las especies permea también a la comunicación gráfica.

Ernesto Elizalde Castillo, autor AutorErnesto Elizalde Castillo Seguidores: 3

Erika Valenzuela, editor EdiciónErika Valenzuela Seguidores: 63

Evolución en el Diseño Gráfico
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Pese a que la discusión sobre si hubo un «diseño inteligente» en la creación del Universo me parezca un tanto estéril, propongo una perspectiva aprovechando que apareció el tema en el artículo de Joaquín Eduardo Sánchez Mercado, titulado El diseno inteligente.

La evolución es un hecho irrefutable para quienes conforman la comunidad verdaderamente científica. Desde esta perspectiva que permite entender por qué existen las especies, cómo se adaptan a su entorno, cómo es que generación tras generación se van desarrollando órganos, miembros o capacidades cada vez más complejas y llenas de elementos susceptibles de ser copiados, retomados o de inspirar nuevas propuestas (como podrían ser los memes que sustenta Richard Dawkins); podríamos encontrar analogías entre los procesos evolutivos biológicos y el diseño gráfico.

Dentro de la academia, el diseñador gráfico debe hacer una revisión sistemática de conceptos como la teoría del color, la proporción, la tipografía, la distribución, las retículas y otros tantos elementos que permitan construir un diseño funcional que responda a las necesidades de sus futuros clientes. Esto es: ante la necesidad de vender un producto, por ejemplo, el profesional del diseño hace una revisión exhaustiva de cuáles son los colores, texturas, tipografía, distribución de elementos, proporciones de la superficie, soportes físicos y otras cuestiones, con el fin de realizar la propuesta inteligente para alcanzar el objetivo del cliente. Muy diferente es lo que puede hacer un diseñador improvisado que obtiene diseños de «caja negra», que surgen de su «inspiración» y que, si bien no tienen necesariamente una fundamentación teórica, podrían de todos modos llegar a cubrir el objetivo establecido, con los respectivos riesgos económicos.

Al momento de seleccionar un color es, altamente probable que se recurra a textos de «psicología del color» a fin de dar un soporte lo más acertado a la selección, y aquí es donde entra la perspectiva evolutiva. Conceptos de diseño que eran perfectamente funcionales hace cincuenta años, hoy día pueden percibirse como muy arcaicos y, sobre todo, la capacidad de colocar un producto en la mente del consumidor queda rezagada respecto a los niveles de exigencia. Ante estos escenarios cambiantes tiene lógica proponer que algunos conceptos sobre el color van modificándose de igual forma. Lo mismo sucedería con la tipografía, las proporciones, etc.

Un ejemplo extremo podría ser el color verde, que para los colonizadores portugueses representaba la selva —al llegar al Amazonas, se referían a la vegetación como un «demonio verde», que tenía que ser aniquilado—. En su perspectiva la selva era lo que les impedía implementar el sistema de pastoreo, que era lo que ellos conocían. La veían como un demonio, pues una vez que habían ganado terreno, volvían a perderlo en la siguiente primavera, viendo destruido su trabajo previo. Esto implicó que el color verde tuviera una connotación negativa muy importante en el siglo XVI; pero hoy los brasileños tienen una perspectiva completamente distinta respecto de este color y la psicología alrededor se adaptó al cambio de circunstancias. Hoy el verde es motivo de orgullo nacional y puede implementarse sin problemas en áreas como el deporte, las carreras de autos, la salud y otros rubros donde los diseñadores de otros países no lo seleccionarían.

En una ocasión tuve oportunidad de participar en una amplia discusión en la que un buen amigo científico se quejaba de un cartel hecho en la máxima casa de estudios de México, la UNAM. El cartel aparentemente tenía una falta de ortografía, lo que desembocó en una lluvia de críticas y polémica al respecto. Me permití hacer una reflexión. Aún asumiendo que el cartel tuviese aquel error, había cumplido cabalmente con su objetivo, pues logró que el tema fuese comentado muchísimas veces más que otros carteles. Esto decir, logró que la gente lo recordara, comentara, discutiera, cotejara con el tema que proponía y, probablemente —no puedo garantizarlo—, haya aumentado la probabilidad de asistencia al evento que difundía. Al igual que en la evolución de las especies, los diseños sufren «felices accidentes» que permiten el éxito de la pieza.

Estos «felices accidentes» han llevado a las especies a contar con características que eventualmente se convirtieron en factores que les permitieron predominar por encima de la competencia. Así por ejemplo, el pavo real de hace algunos miles de años no contaba con un plumaje vistoso; sin embargo, por algún «accidente genético» en determinado momento, un macho tuvo las plumas un poco más alargadas que la competencia, lo que permitió que este macho especial difundiese más genes que sus contemporáneos. Se reprodujo más veces y, a consecuencia de ello, se fue haciendo la selección natural que permitió que aquellos machos que tenían el plumaje más largo y colorido, tuviesen más oportunidades de reproducción.

En conclusión, un verdadero «diseño inteligente», realizado por un diseñador humano e inteligente, debe contemplar que las circunstancias son cambiantes. El diseño evoluciona y se tiene que adaptar a nuevas circunstancias una y otra vez. No todo está dicho, lo que funcionó en algún momento no necesariamente funcionará toda la vida.

También es importante considerar que el diseño presenta una evolución continua dentro de las individualidades. Los mismos diseñadores vemos cómo nuestros conceptos se han ido adaptando (lo hayamos querido o no) a las condiciones del mercado, teniendo que cambiar colores que nos parecían bien sustentados por otros que tienen más popularidad y, observando transversalmente nuestra obra, nos damos cuenta de que hay cada vez más elementos complejos que, aunque sean aparentemente sencillos, conllevan un bagaje de conocimientos y experiencias que nos llevaron al estado actual, más funcional y mejor adaptado a las circunstancias que los anteriores.

De ahí que el trabajo de estudio de un diseñador no debe acabar nunca, pues continuamente se tienen que considerar las circunstancias, condiciones, mercado, individuos, modas, tendencias, etc., buscando y comprendiendo la línea evolutiva, así como comprender cabalmente los contextos con la visión de mantener inteligente nuestro diseño.

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