Cómo agregar valor a obras que no lo tienen
¿Cómo convertir un bodrio en una obra maestra? ¡Diseñando un «bodrioducto»! No es difícil. Siga estos pocos pasos.
AutorFernando Weissmann Seguidores: 66
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Para convertir un bodrio en una obra maestra: se toma una obra de arquitectura de dudoso gusto, o un producto de diseño inútil y feo. A la obra de arquitectura se la «adorna» con teorizaciones varias de «cómo fluye el espacio entre su exterior e interior»; cómo la solución constructiva es renovadora»; «como se utilizaron materiales bio-degradables; cómo se implantó en el terreno», o «como un teórico de la arquitectura danesa habló en el año 1954 de la coyuntura espacial», bla-bla-bla y 150 justificaciones más. Ya está creado el bodrioducto habitable avalado con fundamentación teórica.
Pero muy fundamental: no se debe contar si el presupuesto inicial se mantuvo; si se respetaron los plazos de construcción; si es usable para los clientes y/o para quienes estaba destinada; esas son nimiedades... Entonces por obra maestra de la crítica, cuatro o más paredes sin ley, de color espantoso e inútil a todas vistas (excepto al «ego» del Autor) se convierte en el súmmum de la arquitectura contemporánea y candidata al premio Pryzker (o sea el equivalente el Nobel). Ya está. ¡Tenemos «la obra maestra»!
En diseño industrial
Con los objetos de diseño industrial es un tanto de lo mismo. Contemplas un artículo diseñado por Le Corbusier o Gio Ponti (esto es importante). Digamos una silla o un chaise-longue. La miras, te sientas y compruebas que son bonitos y muy buenos para romperte la espalda y/o que no puedes levantarte si no es con ayuda, no importa. Te contarán de la pureza del lenguaje; el diálogo carnal entre el metal de la estructura y el cuero de vaca o potrillo (según el precio); de la síntesis en el lenguaje formal; de cómo la forma y la figura se introduce en tu salón y amalgama el diálogo entre bla-bla-bla y qué se yo.
Bueno, más de uno, frente a estas argumentaciones se convencerá que el chaise-longue de Le Corbusier es exactamente lo que necesitaba. Se gastará muchísimo dinero, lo ubicará en su salón y luego de un rato, buscará un almohadón para ponerse en la espalda, pensando que no es que el sillón sea incómodo; sino que él debe tener algún defecto en su cuerpo... Esto es lo que yo denomino «bodrioducto», o sea un bodrio de producto.
Hay más productos inútiles desde su nacimiento que tambien tienen sus 10 minutos de «gloria». Por ejemplo este escritorio-bicicleta que te permitiría hacer gimnasia mientras trabajas. ¿Existirá algo más inútil?
Esto es lo que consigue una firma de prestigio y un manejo extraordinario del marketing. Es que una silla diseñada por Arne Jacobsen (o por Bruno Mathson) será incómoda hasta la muerte, pero... es de firma. Y que caché da tenerla en el salón de casa... Y así será, mientras haya un mercado snob de necesidad creciente, habrá respuestas, a veces positivas, a veces bastardas. Se crearán bodrioductos de manera permanente de forma tal que uno reemplace al viejo bodrioducto, y así hasta la eternidad del consumo desenfrenado.
Próximamente (si no hay una hecatombe) estos y más los veréis en todos los negocios del ramo donde podréis concurrir y convertiros en propietarios de un bodrioducto. Pero de firma... y eso, es otra cosa.
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