Quien sabe que sabe, ¿cómo lo sabe?
¿Son las redes sociales una especie de «macromundo paralelo»? Si en la vida real adaptamos nuestro comportamiento al contexto, ¿no es «natural» que esa adaptación se replique e incluso amplifique en la vida «digital»?
AutorIliana Soriano Seguidores: 16
EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2033
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«Es mas fácil predecir el cambio tecnológico que el político y social».
De diversos textos leídos en la Web noto que para algunos expertos en publicidad y marketing existe una clara diferencia entre lo que llaman «personalidad offline y online», con una suerte de «código de comportamiento» para cada una, que idealmente deberían fusionarse.
Este preconcepto ha sido generalizado y difundido a través de historias, de «boca en boca» que condenan el uso del Internet como una herramienta de esterilización del pensamiento, en el mejor de los casos; es así que lo hasta ahora conocido como cultura digital, se ha convertido en un vago aparato donde las redes sociales contienen apenas los aspectos más esenciales para la construcción de dicha cultura, y donde las personas, mejor conocidas como usuarios, son quienes las alimentan.
En el siguiente video, Kia Nobre, entrevistada por Eduard Punset, explica cómo la realidad es una construcción de nuestro cerebro.
Esto me lleva al siguiente cuestionamiento: ¿son las redes sociales una especie de «macromundo paralelo»? Si en la vida real adaptamos nuestro comportamiento al contexto, ¿no es «natural» que esa adaptación se replique e incluso amplifique en la vida «digital»?
El debate sobre la digitalización del mundo trae consigo razonamientos más profundos en lo que respecta a lo natural o artificial de la vida, las personas y la realidad; de modo que hablar de natural o antinatural, de verdad o mentira como certezas absolutas, es perder de vista una de las premisas básicas de la ciencia: la experimentación. El alcance perseguido por la tecnología no es el comportamiento de quienes la utilizan, sino la suma de esos comportamientos. Partiendo de este punto, podemos entender que el fenómeno llamado «hecho social» es solo una parcela de aquello que llamamos realidad; lo que me lleva a otra reflexión: si nuestra realidad es trastocada por estos cambios, ¿no cabría entonces mejor preguntarnos qué paradigmas tendríamos que abordar antes de lanzar teorías apocalípticas sobre el fin de la humanidad, la inutilidad de los medios, y ocuparnos de los cambios socioculturales generados a partir de esas interacciones?
Es evidente que Twitter y Facebook nos alejan poco a poco de nuestro concepto de realidad social, y que esta modalidad de interacción es reducida en cuanto al proceso de socialización que hasta hace algunos años conocíamos. Sin embargo, las implicaciones de la tecnología, y en este caso de las redes sociales en la vida cotidiana son evidentes: lenguaje y comportamiento mutan, o en términos más suaves, se adaptan. Por ello es prudente asumir el control de los medios que utilizamos, pero es también útil y urgente cuestionar sobre las posibilidades que nos brindan, ya que quizá, lo que hoy calificamos como «natural», puede no serlo mañana.
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