La letra en el aula

¿Cómo hacer que el estudiante diseñe al servicio del texto y, a la vez, desarrolle un pensamiento crítico propio?

Virginia Ramirez Moreno, autor AutorVirginia Ramirez Moreno Seguidores: 4

Ilustración principal del artículo La letra en el aula

En un libro bien hecho, donde el diseñador, el cajista y el impresor hicieron su trabajo, no importa cuántos miles de líneas y páginas tengan que ocupar, las letras están vivas. Bailan en sus asientos. A veces, hasta se levantan y bailan en los márgenes y entre las columnas.

Robert Bringhurst

Una serie de hojas prendidas en el pizarrón de corcho presentaban el primer avance de los proyectos que los alumnos tendrían que terminar dos semanas después como trabajo final, que consistía en el diseño de los interiores de un libro. En esta sesión, el avance mostrado correspondía a la elección de la familia tipográfica y de la composición o diseño de la página.

A un mes de que el curso concluyera, ésta era apenas la segunda clase que le daba al grupo como profesora suplente, así que yo no sabía qué esperar del grupo y, claro, el grupo no sabía qué esperar de mí.

Miré sin mucho detenimiento cada una de las hojas expuestas, me dirigí a una alumna y, señalándole un trabajo al azar, le pregunté:

—¿Tú cómo ves esta propuesta?

La chica se encogió de hombros y respondió: —Yo la veo bien.

—¿Bien? —acoté.

—Bueno, la tipografía tal vez es pequeña…

—Pequeña…, ¿de quién es el trabajo? —dije, dirigiéndome al grupo. Una mano se alzó en una esquina, era de una alumna, que al momento comenzó a explicar su propuesta de trabajo, según ella la tipografía no era pequeña pues el libro estaba pensado para «altos lectores»; aunque ya viendo todo el conjunto consideraba que los márgenes estaban muy reducidos, que la mancha de texto se veía pesada y entonces calcularía el promedio de caracteres por línea óptimo para el grupo de altos lectores. Haría los ajustes según los resultados del cálculo.

Los alumnos, después de la explicación de su propuesta, era evidente que esperaban mi aprobación para seguir adelante o cualquier señalamiento claro de lo que debían hacer según mi criterio, es decir, estaban dispuestos a hacer lo que yo indicara, lo cuál me causó preocupación. La dinámica era así y los alumnos no se cuestionaban acerca de sus decisiones ni exploraban más de lo indispensable.

En mi experiencia, la actividad del diseño se aprende a través de tres formas: la teoría, la observación y el análisis, y, por supuesto, la ejecución. Pero ¿cómo enseñarles a los alumnos qué observar o, más aún, lo que pueden hacer? Además, está la parte que corresponde al oficio, hay que entender las reglas que rigen el juego, lo cual se logra con la experiencia. El diseñador editorial tiene que estar al servicio del texto y conocer los cánones propios de ese quehacer, pues no basta con conceptualizar, hay que saber hacer un uso correcto de las herramientas que se tienen al alcance y con esto lograr un buen diseño de página, que parezca tan natural que el lector no se percate de ello. Éstas son las palabras de Jorge de Buen (2000) al respecto:

«Equilibrar y armonizar el texto significa un reto emocionante; lograrlo, pasando inadvertido, es un arte sublime».

Por mi corta experiencia como docente, tenía temor de «vacunar» a los alumnos contra el diseño editorial, así que me preguntaba cómo podría invitarlos a que ellos mismos fueran los que se cuestionaran acerca del acierto o desacierto de sus decisiones. ¿Cómo inducirlos a que, aparte de jueces se forzaran a ver más allá y le sacaran «punta al ojo»? ¿Cómo explicarles un método para abordar un problema, y a la vez precisarles que no existen recetas que garanticen un resultado?

¿Cómo empezar? Bien, pues mezclando las tres formas de aprendizaje. Por ejemplo, exponer la parte teórica del tema, observar y analizar lo que otros han hecho o dicho sobre él, para después aplicar eso mismo y aun hacer propuestas innovadoras pero fundamentadas, para luego volver a observar y analizar. El paso siguiente sería confrontar los resultados. De manera que sabía que debía enseñar a mis alumnos cómo empezar a sustentar sus descubrimientos, y no con simples intuiciones, sus aciertos y sus áreas de oportunidad. De esta forma, con el continuo ejercicio, les ayudaría a sentar las bases para que en un futuro pudieran no sólo hacer, sino también proyectar, refiriéndoles que, como dice Otl Aicher (1994) «un pensador es algo mejor que un hacedor, quien organiza es más que quien produce».

Así pues, volví a ver las hojas apuntaladas con tachuelas, aprovechando que tenía la atención del auditorio, y con mi libreta de apuntes en la mano cité a Le Comte (2004):

«Una página de texto bien compuesta o diseñada depende más del conocimiento del uso tipográfico que de la inspiración o del talento».

Hay entonces mucho en qué trabajar, sin duda. La atención bien puesta de mi auditorio no logró otra cosa sino emocionarme, pensando en cómo crecerían las propuestas que estaban ahí expuestas y en lo que podrían convertirse.

Proyectar, pensar, organizar, comunicar, hacer, usar, comprobar son, a final de cuentas, las palabras que se quedan en mi mente, se combinan entre sí divertidas y arriesgadas.

El reto es entonces, hasta donde logro vislumbrar, hacerlas nuestras y aplicarlas en nuestros proyectos actuales y futuros de trabajo, y creo que también de vida.

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Retrato de Mario Balcázar
628
Ago. 2011

Muy buen artículo. Just in time.

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Retrato de Delfin Pagano
1
Oct. 2010

El diseñador, es un maestro de los lenguajes visuales. Como tal, debe «traducir» la «inspiracion» o «idea-concepto» en un tipo de línea, punto, plano, volumen y color. Lo mismo pasa con una página de texto, hay inspiración siempre primero, luego viene el conocimiento, y la experiencia.

0
Retrato de Juan Maya
0
Oct. 2010

Quiero resaltar la importancia de la tipografia en el diseño, yo la considero como base fundamental en el campo en este campo, sobre todo la importancia dentro del diseño editorial. Creo que hace falta una cultura de investigacio sobre el proceso de lecto escritura y buscar un punto de equilibro entre la lejibilidad y la leibilidad que debe poseer un tipo.

0
Retrato de Jesus Castillo Castillo
0
Oct. 2010

Una forma de evitar sólo la aprobación del profesor es sustentar la misma composición tipográfica, y es que los alumnos solemos ignorar completamente al lector. No caemos en cuenta que los elementos básicos de lectura son metáforas complejas del discurso escrito (Los pies de página precisamente abajo, como los pies del orador). Para conocer al lector hace falta investigar su contexto de lectura, comparar lo que sí lee con facilidad y tras una contrastación de errores escolares vendría bien una explicación bien sustentada de porque 14 palabras por renglón son mejor que 16.

0
Retrato de Patricia Tequida
1
Sept. 2010

Como docente de diseño creo en la importancia de la justificación de un trabajo editorial, hacer que los alumnos busquen el porque de los elementos gráficos y tipográficos es la clave para un buen aprendizaje en el diseño editorial, sin dejar de lado la observación y analisis como dice el tema.

0
Retrato de Nurys Zambrano
0
Sept. 2010

Las circunstancias reltivas al proceso del pensar, observar, organizar, proyectar para representar de forma masiva, especialemnte con los tipos; hacen dialéctica a la disciplina del diseño gráfico. Donde la intuición y la creatividad acertadas para la representación del mensaje final requiere de la intervención de procesos deductivos para poder resumir a través del concepto gráfico los rasgos característicos del producto editorial y de procesos inductivos para verificar por medio de la observación la data estadística del color, tamaño, fuente mas usada en un derterminado proyecto editorial.

0
Retrato de Eugenia Calero
0
Sept. 2010

No hay como la práctica. Estar en la imprenta, conocer TODO el proceso de la manufactura de un libro. Corrección, marcaje tipográfico...hasta tamaños de pliegos. Y, no menos importante observar.

Respetar al lector.

0
Retrato de Daniel Gana
0
Sept. 2010

yo creo que en los chicos hay que estimular la capacidad de observación, que sean capaces de enamorarse de la tipografía, que la entiendan, que la sientan, que la vivan... y para eso es importante que experimenten, que se equivoquen, que prueben...

hay que desarrollar además el sentido común, el equilibrio, la composición, el discurso, y para ello hay que entrenarlos, hacerlos exponer, fundamentar, explicar sus decisiones, tenemos que ayudarlos a ser integrales, propositivos, que construyan su propio discurso.

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Retrato de Gabriel Meave
211
Sept. 2010

No puedo estar de acuerdo con el señor Aicher: para ser pensador y organizador, hay que producir y HACER. El bienhacer antecede al bienpensar, y la planeación deriva de conocer a detalle cómo se hacen las cosas. En estos tiempos pululan ejércitos de estudiantes y profesionales «pensantes» que apenas saben agarrar el lápiz o tomar un tipómetro. La mano educa al cerebro, y después –sólo después– el cerebro educa a la mano. Por éso pienso que la práctica antecede a la teoría: hay que hacer que los alumnos ejecuten, manipulen, HAGAN, y después –sólo después– darles las opiniones y las teorías.

0
Retrato de Vícthor Chávez
10
Sept. 2010

Creo que la pregunta hacia un diseñador no es ¿qué opinas? si no ¿funciona? Buscar las respuestas en los alumnos es igual a pedirle a alguien que se de un disparo en el pie, más aun cuando su opinión depende de una nota. Debemos dejar que los alumnos experimenten y luego encuentren su propio método y retórica, también, sería bueno, que las escuelas se preocuparan por que los aspirantes tuvieran las capacidades necesarias para el aprendizaje del diseño.

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