El pasado oscuro del curriculum

Escribir un curriculum vitae o un resumen profesional no es para nada difícil. Existen formatos, se ha estandarizado el proceso, hay un lugar para tu nombre, fotografía, datos de contacto, etc. El primer currículum del que se tiene registro fue el de Leonardo Da Vinci (1482). Sin embargo este tipo de documento, como lo conocemos en la actualidad, fue incorporado recién en la década del 50 del pasado siglo, con un único propósito que no ha cambiado desde entonces. El CV da señales, pistas y características que pueden aprobar o descartar a un individuo —a través de filtros de selección— para posiciones estandarizadas a la media.

No es extraño que las grandes empresas reciban mas de 2000 resúmenes en un día, que no son leídos por personas, si no por computadores: elementos dotados de inteligencia artificial, que buscan señales para garantizar eficiencia, evitar riesgos y medir las aptitudes de los individuos. Es un proceso que fomenta la mediocridad. No se trata de conocer más de ti, si no de verificar si entras en la lista del supermercado corporativo. Una frase de Albert Einstein ejemplifica a la perfección esta situación:

«Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido».

Entonces te preguntarás, ¿cuál es la solución a este problema? Hay dos caminos. Si tu objetivo es entrar a una institución que no valora a las personas por su genialidad, sino por su capacidad de encajar en un modelo estandarizado, crea tu lista del súper. Enumera lo que buscan, sigue los formatos y no dejes espacios en blanco. Pero cuidado, si algo brinca de la media quedarás fuera.

Pero si de verdad quieres ser alguien que aporte valor, que genere cambio y que contribuya al crecimiento de las organizaciones, el CV, tal como lo conoces, ha dejado de tener sentido. Antes de la era industrial las personas conocían las hazañas de sus líderes, guerreros y pensadores a través de los cantares de gesta, las leyendas y las historias de difusión oral. En la actualidad, en esta nueva economía dominada por la interconexión, este concepto cobra fuerza nuevamente.

Internet es el principal arma de la comunicación. Si necesitas una prueba de esto, haz lo siguiente: entra a Google o a cualquier otro buscador y comienza busca tu nombre en la red. Te sorprenderás de lo que vas a ver. La red puede decir mucho o poco de ti. Encontraras quién ha publicado tu trabajo, quién está hablando de ti, qué dicen tus colegas, las historias de tus amigos sobre ti, qué impacto han tenido tus proyectos y las iniciativas que has construido para aportar valor a la sociedad. No hay nada mas imparcial y neutral que el retrato virtual que formamos de nosotros mismos.

No te preocupes si estás empezando tu camino profesional y hay poco sobre ti en la red. Trabaja, genera valor para ti y tus círculos, fomenta el cambio, comparte tu trabajo, disfrútalo y presúmelo. Si tiene valor el mundo lo reconocerá.

Llegó la hora de dejar de sumar palabras a una hoja de papel y empezar a construir el mundo que quieres. Así y sólo así, encontraras personas, grupos e instituciones que valoren tu trabajo y genialidad. Recuerda: somos humanos. No son las palabras en un papel las que definen nuestra capacidad. Son nuestras actos, nuestras historias de victorias y derrotas, las que moldean nuestro camino.

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