De la mente a los ojos

Diálogo sobre el mundo de las ideas.

Joan Costa, autor AutorJoan Costa Seguidores: 2581

Luciano Cassisi, editor EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2031

De la mente a los ojos
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—Las ideas no existen hasta que tienen forma.

—Claro, cuando las dibujas.

—Sí, pero, ¿qué son las ideas antes de dibujarlas? Mejor dicho, ¿cómo sabes que tienes una idea?

—No sé, me viene, me llega...

—Intenta recordar cómo se te aparece una idea a la conciencia.

—Pues así, de repente. Y ahora que lo dices, me llega más por sorpresa que por pensarla y darle vueltas. A veces le das vueltas y no sale, y cuando estás haciendo cualquier cosa sin pensar, ¡zas!, te viene la idea.

La espontaneidad es propia de la creatividad. Ese es justo el instante que los psicólogos llaman «iluminación» y los dibujantes ilustran con una bombilla que se enciende (por cierto, ¿no se les ocurre otra cosa?, la era de la electricidad ya pasó). Tanto la iluminación como la bombilla son metáforas de la «chispa creativa», y funcionan porque son imágenes. Pero no explican cómo se forman las ideas en la mente, ni por qué.

—Son como intuiciones, ¿no?, que no sabes bien como te vienen porque no las has pensado.

—Cierto. Pero hay una diferencia, las intuiciones están más ligadas a la toma de decisiones. Tomas una decisión inconsciente, o casi, y casi siempre aciertas. Pero las ideas tienen un origen creativo, pueden llevarte al descubrimiento o a la invención de algo nuevo. Y en ese sentido, la idea deviene proyecto, es decir, que puedes desarrollarla hasta el final; la idea solo es el comienzo. Y no me refiero solo al ámbito profesional. Individualmente, con frecuencia trazamos notas, esbozos, apuntes para que no se te vayan de la cabeza o para organizarte. Así les das forma visible. Y a la vez, esos trazos actúan en feedback, te animan a seguir.

—Sí, eso es así, está claro. Pero no veo cómo viene esa intuición.

—Las ideas son formas mentales que aparecen a la conciencia. La causa puede ser un estímulo externo, algo que despierta tu curiosidad. Puede ser un reto que tú mismo te propones por el placer de resolverlo. O puede ser la feliz casualidad de encontrar sin buscar.

—Ya, pero tu pregunta sigue en pie, ¿cómo tomas conciencia, cómo sabes que tienes una idea?

Buen discípulo: las preguntas son más importantes que las respuestas. Es muy sencillo. Las cosas del entorno las percibes; las cosas internas las sientes. Las sensaciones son primordiales; antes de nacer, el feto ya siente. «Siento, luego existo», así corrigió António Damasio a René Descartes, quien privilegiaba el intelecto. La aparición de una idea en la conciencia es una sensación. Una certidumbre borrosa, incompleta y efímera. Al mismo tiempo es una sensación múltiple sentida de una sola vez. Y ella te incita a completarla: conecta con tu ímpetu creativo. Se te aparece como una síntesis de sentido, una latencia. Y el único modo de que esa idea avance y se materialice es representarla, para verla y procesarla: es el esbozo, la traducción visual guiada por esa sensación generadora, que es la causa. Toda idea trazada, así como el proceso de corregir y perfeccionarla, conduce al esquema. Una idea no es una imagen porque no es perceptible por la retina. Ni es un texto, porque no la has leído ni escuchado. La traducción visual de una idea es un esquema.

—Realmente interesante. Pero, ¿puedes explicar cómo funciona todo eso qué pasa por la cabeza y no te enteras?

—Claro, la mente no puede observarse a sí misma. Pero eso es lo que hacen los neurólogos y neurocientíficos; de ellos aprendemos. En síntesis, el proceso es así. El sistema nervioso registra los estímulos y conecta con la mente a través del cerebro, que da la orden. Así se activan las neuronas que, guiadas por la mente, elaboran la respuesta (las neuronas le dan forma y la mente le da sentido). La respuesta se hace consciente porque las neuronas transmiten sus vibraciones a las células musculares, y esas vibraciones llegan a la punta de tus dedos y activan el acto gráfico. Los trazos van emergiendo a tu ritmo con la complicidad del pensamiento, y fluyen sobre la hoja de papel. La idea y el esbozo son la misma cosa, nacida en tu interior. Por eso, las ideas no pueden surgir de la computadora, porque ella no siente, no es espontánea, no puede improvisar. Pero sí será una herramienta técnica perfecta para la presentación clara, inteligible del esquema final.

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