Procesos creativo: ¿inspiración o transpiración?

Cómo instaurar procesos creativos: el destierro de la inspiración veleidosa

Se considera que la creatividad es ajena a la gente, una posesión de unos cuantos elegidos que reposa en manos sobrenaturales. No hay idea más equivocada.

Eduardo Álvarez Del Castillo Sánchez, autor AutorEduardo Álvarez Del Castillo Sánchez Seguidores: 18

Luciano Cassisi, editor EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2033

Cómo instaurar procesos creativos: el destierro de la inspiración veleidosa
Ilustración de Katia Jiménez Cadena.
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Siempre hay una mejor forma de hacer las cosas. Encuéntrala.

Thomas Alva Edison

En el siglo XXI prevalecen adelantos descomunales, como dispositivos digitales, redes sociales, realidad virtual, comercio electrónico, enlaces globales... En este contexto de inmediatez llama enérgicamente la atención que, en algunos sectores, se siga considerando la intervención de la inspiración como un evento primordial, con rasgos identificados con «lo inexplicable», «lo imprevisto» y «lo aleatorio».

Por contraste, permitámonos voltear la mirada hacia atrás para identificar los orígenes de este fenómeno: miremos a la cultura Helénica, muy distante de nuestra cotidianidad. Dentro de su extendido espectro cultural reconoceremos a dioses y semidioses, entre ellos a las musas, las hijas de Zeus y Mnemósine, nacidas al pie del monte Olimpo, quienes formaban parte del séquito de Apolo y se presentaban como cantantes en las fiestas de los dioses.1 Se debe señalar que ellas fueron las encargadas de acompañar a los reyes, señalándoles las palabras exactas y las actitudes necesarias para gobernar. Por extensión, tradicionalmente se ha considerado que las musas inspiran y conducen de la mano tanto a los filósofos como a los artistas. Las nueve2 musas del Olimpo protegían, de tal suerte, a las artes y las ciencias.

En ese mismo tono se concibió la expresión «alumno de las musas» utilizada para referirse a los poetas, puesto que se creía que las musas les revelaban eventos y, con esas «visiones», ellos posteriormente serían capaces de tejer sus versos. Por ello no dudaban en implorar el auxilio de las musas, porque consideraban que su poder divino les inspiraría y asistiría en la creación de su tarea literaria.

Hagamos una pausa en este punto para reflexionar en torno a una situación particular que se asoma en este pasaje de la mitología griega: la contundente participación de agentes externos –las musas– en la actividad creadora vinculada con las artes literarias, y por extensión la dilatada creencia de la misma injerencia en las demás actividades artísticas o creativas.

Hoy por hoy, en la apertura de este apresurado siglo XXI, mientras presenciamos las nuevas formas de la mediación tecnológica, dar por hecho la intervención de entidades inmateriales en la creación artística –y asimismo en otras actividades humanas– resulta asombroso, por no decir ingenuo.

El concepto de inspiración, utilizado de manera irreflexiva e indiscriminada, es una idea que nos llega desde la antigüedad. Pero tiene diversas acepciones: en primer término la aspiración del aire exterior (u otra sustancia gaseosa) hacia los pulmones, para inhalar o respirar. Su etimología procede del latín inspirāre (del prefijo «in» en, dentro o sobre, y «spirāre» que significa soplar). Infundir o inculcar desde afuera hacia adentro algo que con lo que no se cuenta, algo de lo que se carece, en alguna forma, se infiere la contribución de algún agente que otorga o concede un bien. Del exterior hacia nuestro interior, supongamos que de igual manera alcanza a nuestro entendimiento.

Por extensión, existen otras acepciones o interpretaciones en donde lo externo ejerce autoridad sobre la conciencia interna y la modifica en un sentido u otro. Por ejemplo: la capacidad de causar o producir un sentimiento en una persona; en el campo de las artes se dice que es concebir ideas para la creación de una obra tomando algún referente; en términos teológicos se expresa la influencia divina (conocida como iluminación: dar luz) sobre el entendimiento de una persona para determinar su comportamiento. En resumen, es la sensación de sentirse motivado3 por alguna persona o algún evento para impulsar a la propia creación. De nuevo el mismo influjo de lo externo, con la aceptación sumisa de la soberanía de aquellos agentes sobre la voluntad propia, como un aliento irremisible. De esa forma es posible entender la recurrencia de las musas inmateriales en la creación artística.

Bajo tales premisas, las musas –se afirma– promueven la creación artística pues impulsan pensamientos en la mente. Ese pensamiento prodigioso también señala que «la inspiración es una “chispa”, un torrente de ideas que brotan de forma espontánea y natural» (sic). Me pregunto por lo anterior, si acaso existe alguna forma del pensamiento que sea deliberada y artificial. Con igual ligereza se enuncia que la inspiración «es imprevisible y no surge de una planificación previa porque la mente no es una máquina» (sic).

Esta concepción ingenua da por sentado que las musas o la inspiración estarían estrechamente ceñidas al concepto romántico de «artista» y no estarían disponibles para los demás seres humanos. ¡Qué segregacionista!

Por lo tanto –expresan los defensores de la fantasía– que «la inspiración está vinculada al estímulo espontáneo que surge en el interior de un artista o creativo… y no aparece por esfuerzo o voluntad» (sic). ¡Qué conveniente resulta ser holgazán!

En pocas palabras, esta visión reduccionista nos dice que la creatividad sería ajena, veleidosa e imprevisible, que sólo unos cuantos «iluminados» cuentan con sus favores y los demás seres humanos sólo somos espectadores distantes de la esporádica visita de las musas y su venerable inspiración. Por lo anterior, considerando que las musas griegas son sólo unas pocas, se forja la impresión de que agendar una sesión de trabajo con alguna debe ser francamente esporádico, un evento único en la vida.

Me sorprenden los timadores por oficio, coaches de vida y los «conferencistas» de stand up que inician su presentación comiendo uvas, cierran los ojos, e invocan a lo sobrenatural para convencer a incautos carentes de disciplina y autogestión de que la inspiración es la única solución. Me hacen recordar a Melquiades el Gitano –entrañable amigo de José Arcadio Buendía– cuando efectúa sus fantásticas visitas a Macondo, con la diferencia de que Melquiades sí era un hombre honrado.4 En el siglo de la mediación digital sobreviven esos merolicos.

Mejor invoquemos a la creatividad como aliada, desterremos a la inspiración de estos territorios y confinemos a las musas al reducto del Olimpo. Hay que afrontar la diferencia: la creatividad es activa y participativa, es compromiso y responsabilidad, es madurez del individuo que ha decidido practicarla. En resumen, afirmamos que será mejor ser creativo que estar inspirado.

Los procesos creativos requieren de la puesta en práctica, del ensayo y el error, y posteriormente del hallazgo que posibilite relacionar aquello que no había sido relacionado antes, definiendo posibilidades aún inadvertidas. Consideremos a la creatividad como una posesión inherente del ser humano, con la aclaración de que es una suerte de músculo, pues mientras más se ejercita mejores resultados se obtendrán.

La creatividad es una vía de abordar una situación determinada. Por ello una persona creativa no requiere consultar la agenda de las musas, simplemente entrega resultados creativos: la creatividad es una búsqueda sistemática. Sabe que la rutina no es una buena compañera y que la curiosidad es una gran aliada, conoce e indaga y sobre todo se abastece de diversos temas e ideas. La creatividad es la exploración de lo inédito e incluso de lo inexistente. En referencia a ello, Albert Einstein5 dijo: «los resultados se obtienen con 5% de inspiración y 95% de transpiración».

Una ruta para «volvernos» creativos es alimentarnos de información de toda índole. Nuestro subconsciente está procesando constantemente ideas y estímulos que recibimos de manera inconsciente. Por eso cuando la gente dice haber sentido un «chispazo» no es del todo descabellado: es el subconsciente correlacionando información y pareciera que hallamos la respuesta de forma súbita. Pablo Picasso6 afirmó que: «la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando». La creatividad no es un regalo o una casualidad, es un modo de enfrentar una situación.

¿Es fácil ser creativo? No. ¿Por qué? Por el miedo al error o al juicio. No estamos dispuestos a los cambios o a experimentar diferentes rutas. En ocasiones no conocemos los resultados que obtendremos de cierta práctica, eso nos da miedo, pero no hay mayor enemigo de la creatividad que la rutina o la falta de imaginación. En contra nuestra, obra el hecho de haber sido educados bajo la premisa de que solo hay una respuesta para cada problema. Nada más peligroso. Eso nos lleva a perder la imaginación. La sociedad otorga preponderancia al pensamiento lógico, pero destruye el pensamiento creativo. Como ya se mencionó, la creatividad es una capacidad puede ser estimulada y desarrollada. En verdad, es una forma de ejercer la libertad.

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  1. Cuenta la tradición que el primero de sus cantos fue el que entonaron cuando los dioses del Olimpo vencieron a los Titanes.
  2. El número de musas no es preciso, aunque existen nueve musas canónicas: Clío, musa de la Historia; Euterpe, musa de la Música; Polimnia, musa de los cantos sagrados; Terpsícore, musa de la Danza y la Poesía Coral; Calíope, musa de la belleza; Erato, musa de la canción amatoria; Melpómene, musa de la Tragedia; Talía, musa de la Comedia y Urania, musa de la Astronomía.
  3. [Motivación.- 1) Acción de motivar a una persona. 2) Cosa que anima a una persona a actuar o realizar algo. 3) Causa que determina la existencia de una cosa o la manera de actuar de una persona. La palabra motivación deriva del latín motivus o motus, que significa «causa del movimiento». La motivación puede dividirse en dos teorías diferentes conocidas como motivación intrínseca (interna) o motivación extrínseca (externa). La primera viene del entendimiento personal del mundo y no depende de ningún incentivo externo, ya que no necesita ningún tipo de reforzamiento pues son motivadas por sí mismas desde la persona; y la segunda depende de incentivos externos, y se enfoca principalmente en ayudar a la realización de una tarea como un medio para alcanzar un fin.
  4. García Márquez, G. (1967) Cien años de soledad. Alfaguara, México.
  5. Albert Einstein (Ulm 1879 – Princeton 1955). Físico alemán, nacionalizado suizo y estadounidense. Considerado el científico más famoso del siglo XX, conocido por desarrollar la Teoría de la relatividad.
  6. Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881 – Mougins, 1973). Pintor, dibujante y escultor español.
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