El mingitorio de Duchamp, el arte y el diseño

1917, del diseño al arte

¿El diseño es arte? Marcel Duchamp y un objeto curioso en el ojo del huracán.

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Esta reflexión se suma a la controversia, que desde hace algún tiempo, alimentan diversas publicaciones especializadas. En el artículo El oficio más antiguo del mundo, Norberto Chaves dice: «responde a un fenómeno ideológico muy interesante, observable en el ambiente del diseño, […] esa tenaz tendencia a sobregraduar a la disciplina, mistificándola, con absoluta desatención a su realidad concreta y asociándola –o confundiéndola– con géneros no casualmente considerados superiores». El genero que refiere Chaves, por supuesto que es el Arte, y la tendencia, atribuirle al diseño la condición de lo artístico.

En una entrevista reproducida en «Alquimistas del Diseño», Eduardo Sabugal (profesor de Interpretación para alumnos de diseño en la Universidad de las Américas, Méjico), responde a la pregunta sobre qué objetos de diseño estaban en su preferencia, contando entre otros, nada mas y nada menos, que a una obra de arte, la obra «Fuente» del artista francés Marcel Duchamp.

Dice Sabugal:

«Te mencionare los objetos que me vienen a la mente en este momento. El Urinario de Duchamp, la botella de Coca-cola, la portada de los Beatles del Sargento Pimienta y el primer control remoto de TV».

Fuente de Marcel Duchamp

El urinario en cuestión no es otro que un mingitorio común, un urinario masculino del tipo Bedfordshire Plano, de porcelana, fabricado por J.L.Mott y adquirido por Duchamp en Mott Works, un establecimiento comercial de equipamiento sanitario ubicado en el numero 118 de la Quinta Avenida de Nueva York. El urinario fue elegido por el artista firmándolo con el seudónimo de R. Mutt y, titulándolo «Fuente», lo presenta a la primera exposición de artes de la Society of Independent Artists que se inauguro el 9 de abril de 1917.1

Es curioso notar como el profesor Sabugal se hace presa fácil de la aguda operación conceptual que en su momento supuso el gesto profundamente subversivo del artista francés —paradigma del arte moderno—, y se refiere a aquella obra como, «el urinario de Duchamp». Una descuidada afirmación que, aunque generalizada, es muy peligrosa porque lleva implícita ella misma el concepto de «doble artefacto» que marca al urinario, un objeto —ya hecho—, elegido un día por el artista y elevado a la categoría de obra de arte con el titulo de «Fuente».

El urinario, es decir, el artefacto utilitario, el utensilio o la herramienta producida industrial y seriadamente, el accesorio que se ve a diario en los baños públicos o en los escaparates de los fontaneros, el objeto adquirido en una tienda y cuya forma tiene por finalidad el cumplimiento de una determinada función practica, fue el fruto del ingenio creativo y la actividad proyectual del diseñador J.L.Mott, a él le cabe —no a Duchamp— la autoría del «objeto de diseño» preferido por el profesor Sabugal.

Ciertamente el flamante urinario contaba entre los productos industriales, que a juicio de Marcel Duchamp, destacaban por la belleza de su diseño. «En cuanto a la fontanería. Las únicas obras de arte que ha producido América han sido sus productos de fontanería y sus puentes», declaraba el artista en 1917.

Lo que sí es creación absoluta del genio de Marcel Duchamp es la conversión que hace de aquel objeto de diseño a una obra de arte, y esto ocurre en el momento mismo en que deliberadamente decide enviarlo a una galería. El urinario sufre una conversión desde lo utilitario —condición natural del universo del diseño— a lo inútil —carácter de las obras de arte— es decir, es transformado en objeto para la contemplación, es despojado de su función utilitaria, y en un repentino cambio de sentidos es trocado en artefacto inútil, en objeto dado a la mostración, que reclama la atención sobre si y exhibe una presencia autosuficiente. Esta condición es esencia misma del objeto artístico.

Influenciada por las teorías estéticas de Heidegger, Elena Oliveras (critica de arte e investigadora del Instituto de Arte Argentino y Latinoamericano UBA), en un notable ensayo titulado «Heidegger y la verdad del arte», reproduce buena parte de la teoria estetica de este y vuelve sobre el «ser útil» del objeto como «verdadero hilo de Ariadna que le permitirá a Heidegger llegar a conocer la verdadera esencia del arte». Más adelante cita al filosofo italiano Gianni Vattimo cuando afirma que «…el hecho de que el instrumento, por lo menos mientras funciona bien, no atraiga la atención sobre sí es signo de que se resuelve todo en su uso, en el contexto del mundo a cual pertenece, pues, radicalmente. En cambio, la obra de arte se caracteriza precisamente, aun en la experiencia estética mas común, por el hecho de imponerse digna de atención en cuanto tal…».2 El urinario de J. L. Mott había saltado, el 9 de abril de 1917, por la obra y gracia del espíritu artístico, el escalón del útil y catapultado por el gesto de Duchamp, a la categoría de Obra de Arte.

Al margen de las reales intenciones que motivaron en Duchamp hacer uso de estas «bromas objetuales» dirigidas contra las tradicionales nociones que sobre lo artístico gravitaban en la orbita de la «Institución Arte» de principios del siglo XX, bromas que transformaron de una vez y para siempre las convenciones en torno a las categorías de arte, obra y artista, lo que «fuente» pone de manifiesto es que el artista ya no necesita pintar o trabajar la escultura con sus manos, que la obra de arte no requiere necesariamente del trabajo manual, puede tenerlo, pero no es esto esencial al arte. La propuesta manifiesta de Duchamp es que el objeto artístico ha de ser portador de una «experiencia de desciframiento intelectual» de una Idea, una reflexión conceptual.

Hasta el 9 de abril, día en que Duchamp elige el urinario y le atribuye una idea, la única realidad para el aquel urinario fue la de ser un objeto de diseño. Sólo a partir de esa fecha comienza a vivir otra vida, firma su partida de nacimiento como obra de arte, como objeto artistico.

Es evidente el carácter de doble artefacto que tiene «Fuente», como tambien es muy facil constatar que semejantes laberintos interpretativos no forman parte de la practica habitual en ningun taller de diseño, tenga el talante que tenga. En consecuencia, el autor de aquel objeto de diseño, de aquel urinario, herramienta utilitaria que sirve a Duchamp como continente para su idea, sigue siendo J. L. Mott, el flamante diseñador norteamericano J.L.Mott. El artista, Duchamp, y su objeto redimensionado, la «Fuente».

Sirvan estas notas sobre el origen y nacimiento de la obra de arte mas influyente del siglo XX, para acercar al lector, en especial a los profesionales del mundo del diseño, a la abundante literatura teórica que, desde W. Benjamín, M. Heidegger, Elena Oliveras y una lista interminable de notables pensadores, han contribuido a explicar y perfilar claramente los ámbitos específicos del Arte y el Diseño, habida cuenta del aparato productivo que rige actualmente la cultura occidental.

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  1. Dado que Duchamp formaba parte del jurado de la exposición, presentó el urinario bajo el seudónimo R. Mutt. Desde esa posición, escuchó todos los comentarios y argumentaciones de sus colegas para no permitir la admisión de la obra. Después del debate, Duchamp admite que la obra es suya y se retira del jurado argumentando su visión respecto del arte del momento. En palabras del mismo Duchamp, «Mutt viene de Mott Works, el nombre de unos grandes fabricantes de equipamiento era demasiado parecido, de modo que lo cambié a Mutt, como en la tira humorística "Mutt and Jeff" que aparecía por aquella época y todo el mundo conocía. Así es que desde el principio había un juego con Mutt, un hombrecillo gordo y divertido, y con Jeff, alto y delgado [...] Yo añadí Richard (monedero en francés popular). No es un mal nombre para una pissotiére. ¿Lo entiende? Lo contrario de pobreza. Pero ni siquiera tanto, sólo R. MUTT».
  2. Oliveras, Elena. 2005. Estética. «La cuestión del arte». Ed. Ariel Filosofía, Buenos Aires (272).
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