Todos tuvimos un carrito de panchos alguna vez

La importancia de especializarse para no ser un diseñador más y poder progresar profesionalmente.

Santiago Gatti, autor AutorSantiago Gatti Seguidores: 53

Luciano Cassisi, editor EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2031

Todos tuvimos un carrito de panchos alguna vez
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155
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230

Probablemente muchos diseñadores profesionales compartamos algunos errores que yo cometí en mis inicios. Mi concepción del negocio en aquel entonces no distaba mucho de la de un vendedor ambulante, de esos que ofrecen panchos —o hot dogs— en un carrito en la vía pública, limitándose a dar a cada cliente «el aderezo que le pida», solo para saciar rápidamente su apetito antes de que vaya corriendo hacia otro carrito más barato.

Recuerdo que mi oferta era extraña y poco beneficiosa para mi, en función de tiempo que invertía. Por ejemplo, le ofrecía a un cliente hasta diez propuestas diferentes para el diseño de una marca gráfica. El resultado generalmente era un signo armado a antojo del cliente, que reunía el color de la propuesta Nº1, la tipografía de la Nº3, un poco menos parecido al Nº2, pero casi igual al Nº5. ¡Un verdadero Frankenstein! El trabajo nunca quedaba bien.

Otro error que solía cometer era intentar desenvolverme en todos los campos del diseño. En algunos, al no ser especialista, los resultados de mi trabajo resultaba mediocre. Ofrecía servicios de diseño de todo tipo. En mi «carrito» podías conseguir: diseño de logos, tarjetas de invitación, carteles, folletos, ilustración, diseño web, dosieres, banners, retoque fotográfico, invitaciones de bodas, etc. Pensaba que si ofrecía más variedad de servicios podría alcanzar una mayor cantidad de clientes. Pero estaba totalmente equivocado, porque muchas veces mi trabajo quedaba resuelto a medias o mal, solo para conformar un cliente. Es decir, yo era un proveedor fácil de reemplazar. Parece una perogrullada, pero vale la pena decirlo: es imposible ser bueno en todo.

Si deseas tener un futuro profesional diferente al de muchos colegas, tendrás que demostrar que eres experto en algo concreto. Deberás tercerizar el trabajo que no sabes hacer tan bien y delegarlo a colegas que sí sean expertos. De lo contrario, siempre serás otro más del montón que «hace de todo». Para tus clientes siempre serás muy fácil de sustituir por alguien más barato, porque siempre habrá alguien más barato.

Imagina si en el ámbito médico un profesional pretendiese ser oftalmólogo, cardiólogo, dermatólogo y proctólogo; todo al mismo tiempo. A la hora de hacerle una visita, te daría muy poca confianza entrar a su consultorio. Salvando las distancias —y entendiendo que los diseñadores no matamos a nadie si equivocamos un color o una tipografía—, cuando nos presentamos como especialistas en todo, la imagen que proyectamos a nuestros clientes es la misma que la que imaginamos de este «médico multi-función».

Ser especialista te permite tener precios más elevados. El cliente confiará en tu criterio y no tendrás que hacer todo lo que él te diga solo para evitar que vaya corriendo a otro diseñador más barato. Tu trabajo será de mayor calidad y valdrá cada peso que pretendas cobrar por él. Ser especialista también te ayudará a manejar mejor los tiempos de ejecución de tus trabajos, a cotizar con mayor claridad y confianza. Cobrarás dinero por lo que sabes hacer bien, porque sabes que lo haces mejor otros que no son expertos en el tema como tu. Ya no tendrás que dar explicaciones al cliente sobre cuánto te lleva hacer cada trabajo. El lazo de confianza que te unirá a él será totalmente distinto.

Ahora bien, para saber en qué especializarte deberás analizar qué es lo que más te gusta hacer, qué es aquello que resuelves mejor, con más eficiencia y que tipo de trabajos te brindarán mejores ingresos. Siendo vendedor de panchos correrás el riesgo de vivir para trabajar barato y pasar desapercibido entre los demás carritos, sin poder progresar.

Tardé mucho tiempo en darme cuenta de todo esto, pero hoy tengo la seguridad de que es muy importante ser especialista, para seguir trabajando en lo que me gusta hacer, en lo que se hacer, y tener siempre la certeza de que puedo solucionar un problema, o saber decir «no» a un trabajo, y dejarlo para el que sepa hacerlo bien.

En fin... ¿mayonesa o mostaza?

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