Poder, dinero y diseño

Siempre nos han y hemos enseñado que el diseño es una herramienta para ayudar a otros, tanto personas como empresas y corporaciones, ya sea creando nuevos servicios, objetos, productos, estrategias, etc. El diseño siempre ha estado enfocado ayudar a las personas. Desde que el diseño empezó a nacer como una profesión, en la Bauhaus, se ha puesto el énfasis en la interacción del individuo con el objeto, en el aspecto del producto y los modos de producción. Un buen diseño es aquel que permite a la persona que lo usa tener una experiencia grata y satisfactoria.

Antes de la Bauhaus, muchas décadas y siglos atrás, los artesanos y artistas creaban objetos únicos y de gran valor, con objetivos muy similares a los que el diseño tiene actualmente; desde el campesino hasta los reyes y monarcas, pasando por todas las castas sociales.¹ Por supuesto, las castas más altas siempre mostraban y ostentaban sus tesoros y trofeos, sus regalos y excentricidades de otras partes del mundo. Ostentar era una practica común, que demostraba quien había llegado más lejos, quien había ganado más guerras y quien poseía más tierras. Si bien muchas de estas practicas quedaron en el paso, no fueron precisamente «eliminadas» de nuestra sociedad. Más bien podríamos pensar que «evolucionaron».

Cambiamos las tierras, castillos y esclavos por yates, mansiones, rascacielos, ropa y joyas. El ritual y las practicas de «mostrar para ver quién es mas poderoso» no se eliminó, solamente se modifico. Si bien se habla mucho del poder del dinero, en la practica no se trata de mostrar el dinero, sino mas bien es mostrar poder, a través de los objetos creados por los nuevos artesanos: los diseñadores.

Mientras en unas partes del mundo se diseñan sistemas para limpiar el agua contaminada, en otros lugares se hacen automóviles recubiertos con oro blanco. El diseño de lujo es la evolución del ostentar de la edad media.

El diseño está sirviendo para demostrar poder adquisitivo, monetario y político: mientras hay pocos dueños de Lamborghini, otros se contentan con ser dueños de llaveros con el logo de Lamborghini; tenemos marcas de ropa que aparentan poseer un estilo de vida costoso; se diseña la experiencia de pasar por el baños de un restaurante. En resumen, todo se reduce a dos puntos de vista: yo tengo y tu aspiras. Ese es el poder del branding.²

Cabe preguntarse ¿qué tan lejos estamos de esta realidad «los diseñadores comunes»? La verdad es que no mucho. El branding —o el diseño de lujo—, por ejemplo, es una estrategia para mostrar y aparentar quién es quien en nuestra sociedad, en base a los objetos que se tienen y el estilo de vida que se lleva. No podemos ver cuánto dinero tien una persona en su billetera o su cuenta bancaria; lo que vemos es a qué se dedica, cómo se viste, dónde vive, dónde come y trabaja. Podemos decir quién es pobre o rico, quién es nerd y quién es popular, quién es granjero y quién empresario. En definitiva, podemos suponer quién es quien en nuestra sociedad, al igual que las antiguas castas sociales: granjero, guerrero, sacerdote, bufón, monarca, rey, etc.

Gracias al diseño las castas sociales han sabido evolucionar y mantenerse en el tiempo.

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