Objetos parecidos
Reflexiones acerca de por qué se parecen algunos objetos de diseño industrial.
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Un lector de FOROALFA me sugirió escribir sobre el plagio y la copia en diseño industrial. No es un tema que me preocupe mucho. A la hora de buscar nuevas ideas de diseño, es algo deprimente usar el tiempo disponible para ocuparse de casos previos con parecidos. Pero las copias o coincidencias (como dijo Juli Capella) me interesan básicamente como operación proyectual. Lo que me interesa es indagar cómo se producen esas «asociaciones».
Es cierto que el zeitgeist —o espíritu de época— puede ser un impulso de mecanismos similares en la resolución de objetos. Al conocerse los recursos proyectuales de un determinado tiempo, es posible que surjan productos muy novedosos, muy diferentes a lo existente, y que empiecen a parecerse entre sí en respuesta a la cultura de la época. Esto es porque la «novedad» nos aleja de lo conocido y abre nuevas puertas. A partir de allí un creativo puede encontrar un nuevo camino y destacarse de aquel origen o quedarse cerca, pegado, llegando a un resultado que se parece mucho al modelo que dio origen a la novedad.
En algunos casos las similitudes se producen en una misma zona geográfica. Aquí cabe más la sospecha, pues las miradas son demasiado cortas: sólo se registra lo realizado en el «barrio». No obstante, la proximidad en el tiempo y el espacio pueden favorecer la germinación de coincidencias proyectuales. Como docente he notado cuánta influencia puede despertar un buen trabajo de un alumno en sus compañeros, que sin ser plenamente conscientes tienden a diseñar algo parecido; aunque por lo general se quedan en la superficie, sin analizar ni comprender en profundidad aquel trabajo original. Cuando hay correspondencia de lugar o época, pareciera que las ideas tienden a acercarse, se tiende a trabjar alrededor de ellas, sean propias o no. Prueba de ello es la semejanza entre la silla Cesca de M. Breuer, la de Mies Van der Rohe y a las de Mart Stam, y la cercanía entre los sillones de Alvar Aalto y los de Bruno Mathson.
Para los abogados orientados al derecho de autor, todo esto es un asunto legal, pero ese argumento no debería servir para legitimar la falta de ideas de los diseñadores. Más allá de las razones legales o económicas que puedan certificar el diseño de un producto, lo deseable sería que siempre prime la calidad creativa.
Las reflexiones filosóficas resultan dudosas, sobre todo cuando provienen de los mismos hacedores, que utilizan el discurso para poner a resguardo su propio futuro. Lo cierto es que muchos hemos abandonado ideas propias al comprobar que ya había algo muy parecido en el ambiente. Este es un tema que debemos seguir trabajando tanto los profesionales como quienes ejercemos la docencia en torno al diseño de productos.
En su libro «Cocos», Juli Capella incorpora conceptos acerca de la copia y la coincidencia. Aunque no la explicita, su posición queda clara: no hay defensa. En el libro aparece una nota de Zaida Muxi —arquitecta argentina—, que se refiere al desconocimiento, real o aparente, que hay en el centro del trabajo realizado en los países y culturas periféricas (donde estamos). Refiriéndose a los arquitectos dice:
«Pero cuál es nuestra sorpresa al descubrir que nuestros desconocidos maestros son referencias mudas de algunos arquitectos emblemáticos de finales del siglo XX. (Norman Foster, Félix Candela y Amancio Williams como referentes).
Tal vez algunos crean que lo que dijo Mark Twain es cierto: «El cerebro humano está hecho de tal manera que no puede crear nada en absoluto. Solamente puede usar material ya existente». Sin duda esto es cierto si hablamos de adelantos científicos: no se puede «crear» el teléfon móvil si el microchip. Aquí hay evolución, pero esa idea no es válida para legitimar lo similar.
En fin... los parecidos siguen apareciendo, solo que a veces se dan de manera diferente. En algunos casos los productos son demasiado parecidos sin que haya territorio o época que los vincule, sin que se los pueda considerar como evoluciones. Valen tres ejemplos:
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