Manzanas podridas
En un cajón lleno de prósperos frutos encontramos en las sombras, maneras de ser que atentan a nuestra dignidad como profesionales. Un obstáculo que avergüenza y que debemos enfrentar.
AutorJavier Gramajo Seguidores: 0
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Desde los —cada vez más comunes y controvertidos— concursos de diseño hasta la chicaneada crónica de las fotocopiadoras que venden una supuesta «comunicación gráfica», vemos un frecuente abuso y manoseo del respeto que merece nuestra profesión.
Las condiciones comerciales y profesionales son impuestas por las organizadores, los clientes, estados nacionales y marcas globales. Ante esto, el diseñador gráfico sólo observa desde afuera cómo se diluye su figura.
En un entorno laboral en el cual diseñadores de espíritu sindicalista1 tratamos de enaltecer nuestros conocimientos específicos, encontramos muchas trabas impuestas por terceros que entienden nuestra labor como «el arte de hacer dibujitos»2. Estos conceptos errados generan la baja cotización de nuestros servicios, contratos que bordean la negligencia (cuando no la expresan o la disfrazan), y una carga de responsabilidades por las cuales no fuimos contratados, ni especializados.
Pareciera ser el diseñador gráfico un profesional solitario que debe padecer los humores de una estructura comercial que sólo acepta respetar la estirpe de carreras históricamente consolidadas (no menos importantes), que han demostrado a las sociedades su imprescindible labor y su contribución al bien colectivo. Muchas veces nos encontramos en la imagen análoga de un desalineado perro que vaga por desoladas calles y que encuentra su lugar a fuerza de la subestimación, condenado por ser el punto inconcluso entre el teórico y el artista.
Los cambios comienzan en casa
En este «apocalíptico» entorno sólo encontramos compasión en nuestros pares que han sufrido, al igual que nosotros, las inclemencias de este despiadado sistema. Ante esto entendemos que nuestros colegas son los únicos capaces de escuchar nuestro padecer, de darnos palabras de aliento que ayuden a afrontar el panorama gris que bloquea la luz sobre nuestro rumbo profesional. Así las agencias de publicidad, los estudios de diseño y algunos profesionales independientes que necesitan de nuestro desempeño, son los verdaderos bastiones sobre los cuales se construye la resistencia (al menos anímica) en la lucha por la valoración del diseño gráfico en Latinoamérica.
Paradójicamente estas PyMEs dirigidas por jefes, socios y dueños han soportado tantos golpes en su andar que decidieron basar sus movimientos empresariales en métodos y estrategias propias del dinamismo de un sistema al que tanto repudian. Haciendo lo mismo que atacaron, lo que dicen aborrecer.
Es así como llenan sus bocas, ante sus empleados, relatando la penosa realidad en la que se encuentra la profesión y al mismo tiempo llenan sus arcas, o intentan hacerlo, ofreciendo condiciones de trabajo indignas3 a los ilusionados nuevos profesionales (muchas veces jóvenes que conservan la mágica fantasía de que el mundo alcanzaría la paz sólo si hay más diseñadores gráficos). Estos últimos se convierten así en las mulas de carga de las aspiraciones de estatus de sus Directores4.
Estos Directores han desarrollado pulidamente una maquinaria intelectual de fábulas desoladoras donde se exponen uno a uno los motivos de las injustas situaciones laborales que están obligados a ofrecer consecuencia del presente que afronta sus empresas (y la crisis económica internacional ha sumado un excelente argumento a este discurso).
Juego deshonesto que se alimenta de las expectativas e ilusiones de los empleados donde se les promete una vida de bonanza a partir de la beneficencia de su trabajo, pero que siempre es a favor de los Directores: crecer dentro de estas organizaciones significa solamente que los empleados podrán acceder mejores herramientas de trabajo (computadoras, oficinas escritorios, sillas, etc.). «Así pueden desarrollar su tarea sin inconveniente ni contratiempos», suelen argumentar los Directores.
La subestimación de las capacidades de los iniciados se hace una tarea obligatoria y estratégica cuyo objetivo apunta a desmoralizar al profesional llevándolo a creer que su labor no tiene mérito. Esta manipulación apuntala la economía de las organizaciones: un profesional que no cree en sus aptitudes es un profesional que no vale.
Reflexiono y creo fundamental la tarea de sacar las manzanas podridas que acompañan verbalmente nuestra proclamada intensión de dignificarnos profesionalmente, pero al mismo tiempo hacen tanto mal a este objetivo común. Este doble discurso no lleva a otra cosa que al desmedro de nuestra tarea, restándole valor a nuestra idoneidad y traicionando nuestro Saber Hacer.
La hipocresía es una de las formas que debemos eliminar en el seno de un movimiento que pretende alcanzar avances en favor de la profesión; derechos colectivos que engrandezcan a todos los que elegimos dedicarnos a esto.
Finalmente comparto el dicho que hace poco me señaló un amigo: «Nunca más voy a creer en las lágrimas de mi jefa». La mujer fundaba su llanto en la imposibilidad de ofrecer mejores condiciones laborales a mi amigo y a sus compañeros… Verdad o mentira, la victimización ganó por Knock Out.
Si realmente queremos lograr progresos debemos saber quiénes somos los que estamos dispuestos a ir hacia adelante y eso sólo lo lograremos cuando muchos se hayan sacado la mascarita. Propongo un pacto con la verdad, con la sinceridad y con el compromiso laboral.
Preguntas
Según Ud. los dueños de estudios de diseño que utilizan su mala situación económica para argumentar las malas condiciones laborales, están mintiendo y se aprovechan de sus empleados. Esto, por supuesto, no puede aplicar a todos los casos. Algunos dirán la verdad. ¿Cómo detecta Ud. a los que mienten?
No niego la posibilidad de que las situaciones globales (internacionales y nacionales) puedan afectar la economía de los estudios y repercutir directamente en la intimidad de las empresas. Desde mi experiencia como fundamento es posible detectar el crecimiento de los estudios a partir del engrosamiento de la cartera de clientes y la incorporación de tecnología e instrumental de trabajo, lo cual es una condición necesaria pero es injusta cuando esto sucede constantemente y la situación de los empleados se mantiene estancada (partiendo de la base que desde un inicio no es la mejor).
El crecimiento del estudio (mayor flujo de trabajos y proyectos más importantes) requiere necesariamente de la sobreexigencia y mayor dedicación de los empleados. Esta situación no es retribuida directamente ni contribuye tampoco a incrementar los derechos adquiridos por ser empleado (blanqueo, aportes previsionales, jubilación).
Estas son las situaciones que deberían extinguirse si pretendemos una mayor valoración de lo que sabemos hacer. Cambiar desde adentro es una de las claves.
Si los estudios de diseño se desempeñan en el mismo mercado que las grandes multinacionales (de hecho éstas son las más buscadas como clientes) con unas reglas de juego determinadas, ¿considera que sería viable para ellos (desde el punto de vista comercial) aplicar unas reglas de juego diferentes respecto a sus empleados?
Cada estudio debe aplicar las estrategias que considere necesarias para sobrellevar el negocio; no olvidemos que lo nuestro no deja de ser una actividad comercial. Sin embargo nunca deben atentar contra la dignidad de sus empleados en la búsqueda de respuestas a las adversidades económicas.
La gran ventaja que tienen los estudios de estructuras pequeñas es la comunicación y la relación directa de los empleados con los dueños o «Directores». A partir de esta intimidad se pueden encontrar respuestas y puntos de encuentro cuando hay buenas intenciones de abordar a esas soluciones.
Son estos entornos los que deberían aportar a la dignificación y el cuidado de la profesión y de los nuevos profesionales.
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Traducir al inglés Traducir al italiano Traducir al portugués- Entendiendo al sindicalismo como una actividad digna en esencia, que defiende realidades laborales específicas y no como un movimiento teñido de muerte por intereses políticos y ambiciones de poder.
- Concepción del saber colectivo multinacional que no conoce de fronteras culturales. En muchas naciones se sigue creyendo que los diseñadores gráficos somos profesionales (con años de estudio en carreras de grado y postgrado) especialistas en «hacer dibujitos».
- Según Constitución Nacional Argentina:
ART 14bis: «El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial».
Según Declaración relativa a los fines y objetivos de la Organización Internacional del Trabajo:
ANEXO II […] la paz permanente sólo puede basarse en la justicia social […] a) todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades; […] - Los Directores son los falsos profetas del diseño que sufren el sistema en carne propia pero a la hora de empatizar con los estratos subsiguientes de la estructura de sus empresas, se olvidan del padecer general en el que naufraga la profesión y ajustan el yugo buscando mayores ingresos que nunca redundan en la valoración de sus empleados.
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