¿Estás cansado?, ¡esto es apenas el comienzo!
Por estos días he encontrado una absurda cantidad de quejas y hartazgo por parte de los creativos y diseñadores a nivel mundial.
AutorCamilo Londoño Seguidores: 0
EdiciónFabián Bautista Seguidores: 54
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He tenido la oportunidad de arrastrar mis zapatos por aquí y por allá, y cuando más cansado me siento, es cuando más quiero avanzar, así las ampollas en mis pies tengan nombre propio. A veces la maquinación u operación es tanta, que lo que era una dulce paleta —de la fruta más deliciosa que pueda imaginarse—, se convierte en un cactus insípido y baboso.
Hoy, con nuestras ideas y estúpidas ocurrencias, nos hemos convertido en los «salvadores de la zoociedad», pues detrás de la gran comunicación de una compañía, hay más que corbatas y vasos de encandilante cristal, chocando su delicioso escocés. Hay un equipo de trabajo que se «quema y achicharra» las neuronas no sólo por un premio o reconocimiento, se las quema por el éxito en el arte de la atracción, el arte de la comunicación, talento sin el cual —creativos, publicistas, diseñadores, artistas, redactores, productores e infinidad de personas que aportan a un proyecto— el consumidor no sonreiría en la soledad, estacionado en un semáforo, o sus ojos no brillarían estando enfrente de los estantes del mercado en una de esas tardes de sábado odiadas por muchos.
El dilema de si el papel higiénico es más terso, o si la suela antideslizante de los zapatos te cambiará la existencia al subir la banqueta, se convierte en nuestro pan de cada día, tal como el del taxista, del futbolista, del taquero o del consumidor de a pié.
No te quejes de los clientes, de los ejecutivos, de los estimadísimos primos publicistas de los clientes; quéjate de una palabra más poderosa que la muerte y por muchos conocida como «abdicación» o «fracaso». Todos los días aprendo, hasta de la señora del aseo y el vendedor de la esquina. Sin embargo, después de no haber recibido «cachetadas guajoloteras» (como dicen en México) en mi vida profesional, hace ya muchos años, he tenido la oportunidad de sentarme en el banquillo con las manos abiertas, dispuesto a que me den reglazos por cada cosa que esté mal, y vaya sorpresa en mis manos hinchadas y con moretones.
Efectivamente, uno de esos que acaba de «abdicar», que dice ya no gustarle nada porque ya «todo lo ha visto»; me ha dado y sigue dando una tunda de esas que no olvidas, de esas que duelen pero después entiendes, tal cual los reglazos de los antiguos maestros en la escuela o la ya tradicional chancla voladora de mamá.
Este personaje, con canas en la barba, y con el ojo y el oído más filoso que conozco, me enseñó dos caminos para cuando esté cansado y harto del trabajo. En cualquiera de los dos necesitas ser como un suicida: «muy valiente o muy cobarde».
¿Estás cansado?
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Renuncia, vete a la montaña, ponte taparabo y enciende una fogata (allá no hay publicidad).
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Apaga la computadora y teléfono celular, observa la naturaleza y sus alrededores, haz un deporte (aunque fumes cigarrillo), ama a quien debes y lo que tienes y observa, observa y escucha tanto que ya no tengas la necesidad de volver a oir ni mirar, porque aunque el cactus a veces sea insípido y baboso siempre te quitará la sed.
¿Estás cansado?, ¡esto es apenas el comienzo!
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