El futuro de la madera está en el retrovisor
La recuperación del modelo productivo artesanal, es una vía de salida para la industria del mueble español tras la pérdida de su identidad, al haber asumido el diseño de una línea de productos sin diferenciación.
AutorJosé Antonio Giménez Seguidores: 53
EdiciónJulio Frías Seguidores: 101
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Entre conferencia y conferencia, siempre hay un tiempo muerto que se llena con cafés o pequeñas charlas, pero, en ocasiones, el cansancio o la saturación requieren de un momento de aislamiento. La mente divaga y se mezclan diversas ideas que, en muchas ocasiones, acaban siendo unas breves líneas o esbozos de algo que podría o no desarrollarse en el futuro. De uno de esos períodos de fabulación, surge la relación del retrovisor de un automóvil con el futuro de la madera como material sobre el cual articular el hábitat que nos acompañará las próximas décadas. Cansado de los permanentes mensajes que nos impelen a mirar hacia adelante, hacia el futuro… creo que, por el contrario, ha llegado el momento de mirar atrás. Hacer una pausa y mirar por el retrovisor todo lo que hemos dejado atrás.
La industria del mueble valenciano se asentó sobre el trabajo de auténticos artesanos de la madera quienes supieron crear piezas que hoy en día siguen amueblando las casas de medio mundo. Piezas hechas para durar y responder a una necesidad social. Piezas en las que la calidad del acabado no era un valor añadido, sino uno de los pilares sobre los que argumentar la venta del producto. Eso hoy, pese a quien pese, ya no es así. Hoy, en vez de defender un modelo de negocio tradicional que nos situó en el panorama internacional, tratamos de competir en precio con una oferta que no se somete a las mismas leyes y controles. Adaptamos los supuestos gustos del mercado perdiendo la idiosincrasia y valores del mueble y del material con el que están fabricados. Es momento de comprender que un material no puede expoliarse para producir muebles más baratos y transportables. Es momento de entender que no siempre hay que recurrir a nuevos materiales o perder las marcas naturales de la madera para entrar en un mercado impersonal, en el que los lacados engañan la vista del comprador inexperto.
Es curioso que se siga hablando de la necesidad de abaratar el producto y de adaptar la oferta a la actual crisis económica, cuando la demanda del consumidor real —el que sigue comprando— pide calidad, robustez y diferenciación; conceptos que nada tienen que ver con la oferta de los últimos lustros y que, cada vez más, se acercan a la concepción tradicional del artesano que mima cada paso de la lija sobe la veta natural. Parece ser que cuando hablamos de industria aparece el mismo punto ciego de los espejos retrovisores. Ese lapsus en la visibilidad que pensadores modernos como Luis Piedrahita son capaces de traducirnos con ironía: ¿cómo que punto?, ¡si ahí adentro cabe un monovolumen!
La artesanía representa la expresión cultural de un pueblo, al tiempo que es un importante motor de la economía de un territorio. El sector artesanal desarrolla un papel muy importante en la dinámica de las economías locales de cualquier región del mundo, dada la relación directa de la artesanía con el desarrollo local y el turismo cultural.
Dicen los expertos que una propuesta inmediata para reactivar el mercado local de productos tradicionales es orientar la artesanía hacia la creación contemporánea y el diseño, pero sin perder la identidad que ha permitido su supervivencia durante siglos. Si queremos que nos reconozcan, nos busquen y nos aprecien, debemos de ser fieles a nuestra tradición. Debemos recuperar las virtudes del trabajo artesanal y responder con ellas a las necesidades del consumidor, requerimientos que al final no son tan distintos a los que tenia el siglo pasado, a pesar de lo mucho que nos quieran hacer pensar lo contrario.
Demos entonces un «sí» al diseño y un «sí» al trato personalizado del cliente, como también un «sí» al producto que se realiza y al uso de la madera en su estado natural. Con todo ello recuperaremos el mercado que hoy se nos escapa de las manos, o, lo que es lo mismo, es momento de ajustar el espejo retrovisor y evitar que el punto ciego, más que un punto, sea un agujero negro que nos engulla.
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