De barro, Dios y nostalgia

El nacimiento mexicano. Herencia de diseño, tradicion y raices.

Néstor Damián Ortega, autor AutorNéstor Damián Ortega Seguidores: 414

Ilustración principal del artículo De barro, Dios y nostalgia

Leía en un artículo (bastante interesante, que no cito para que no haga usted comparaciones en las que pueda salir desfavorecido) que las experiencias de la infancia, en su etapa más temprana, marcan indudablemente nuestra vocación por el trabajo. Decidir tal o cual oficio, carrera o profesión, si me voy con Chana o me voy con Juana. A partir de ahí traté infructuosamente de auto-psicoanalizarme, con claros resultados negativos. Lo único que me dejo el experimento fue el recuerdo lejano de mi perro, el chacho, y la primera vez que coloque un nacimiento mexicano. ¿Vendrá de ahí mi gusto por los objetos? ¿De esa experiencia temprana vendrá mi pasión por la arcilla, el barro, la cerámica, la madera, el vidrio y demás? ¿Eso de montar piezas, acomodar casitas, construir puentes, acomodar ovejas en musgo, peces en lagos de vidrio y mulas en papel celofán, acaso me habrá influenciado para dedicarme al diseño.

Ahora que lo pienso bien, creo que mi primera experiencia con el color, el orden, la armonía, las escalas, el equilibrio, el contraste, la policromía y cuanta cosa —es decir, Fundamentos del Diseño de Wucius Wong— lo experimente prácticamente con mi abuela a los cuatro años.

«Pon el musgo más verde acá, cerca del pesebre», «pinta los reyes magos», «acomoda al camello, al elefante y al caballo». Mi abuela ejercía una logística milimétrica de composición, y creo que le herede eso para diseñar. Cada uno de esos objetos que me pasaba con sus manos cansadas y arrugadas, eran novedades sensoriales para mí. Sentir las figurillas de burros, ranas, conejos, vacas de barro de Metepec o San Bartolo Coyotepec, los angelitos de Tzintzuntzan, las esferas de vidrio reluciente de Chignahuapan, el niño de Tlaquepaque, los pastores de cerámica de San Miguel de Allende y el pesebre de madera de pino de algún maestro artesano de cualquier hermoso rincón de México.

Figuras de barro, de ceramica, de madera pintadas a mano.
La tradicional piñata mexicana hecha de barro y papel de colores, con siete picos que representan los pecados capitales, romperla con un palo de madera es combatirlos y ante ello una recompensa de dulces y frutas.

Y tal vez —solo por suponer— cada figura, cada pieza, cada objeto en su acomodo y en su justo lugar, cada material con su particular textura, colorido, temperatura, me llevo desde ahí, de golpe y porrazo, sin saberlo, a diseñar, a crear, a sentir. Porque el diseñador debe considerar al mundo como una realidad que debe ser interpretada.

El diseño debe ser un puente de actividad creativa, de búsqueda de raíces, de orígenes, de colores y formas, de aromas y texturas. El diseño en última instancia crea y desarrolla conceptos, así como el artesano y mi abuela en su pesebre. Me asusto muy poco ya de mi alejamiento industrial y mi reconocimiento en dimensiones artísticas y culturales, a replicar, a aprender humildemente, a sentir las tradiciones de esta tierra mía, sus materiales, sus hechuras, a valorar profundamente al artesano, porque cada día creo menos en las fronteras y las definiciones ortodoxas de cualquier tipo. Si se es diseñador, artesano o artista, me importa «una pura y dos con sal». El artesano es un hermano en el camino de la creación. La academia no me hace legítimo y al él bastardo, compartimos la placenta de escrudiñar materiales, moldear formas, experimentar estéticas y funciones, sentir esos objetos y dejarlos rodar en el mundo. El artesano, al igual que el diseñador, es un innovador que salta como un niño en su imaginación, hilvanando ideas, construyendo pesebres.

Al crecer me hicieron visitarlo ortodoxamente en edificaciones y palacios, lejos, muy lejos de aquellos materiales del pesebre de mi abuela. Verlo ahí así, de nuevo desnudo, de nuevo tan frágil, pero ahora lacerado, crucificado con una corona de espinas y también hecho de barro, ¿será que es doloroso crecer? Tal vez por ello no le he podido volver a mirar a los ojos.

La tradición de los nacimientos da comienzo con la evangelización de los españoles a los pueblos y civilizaciones originarias.

Será que ese nacimiento —con nopales, magueyes, palmas cocoteras, oyameles y pirules, entre los que pululaban animales de la más diversa índole y animales de carga que pastaban imaginariamente el paixtle, la paja o el cartón, entre aserrín pintado y tierra hecha a base de polvo rojo de ladrillo o adobe— me insertó tan de chamaco una herencia cultural insoslayable, un diferenciador de mi origen, mi cultura, mi suelo. Será que ahora a mi conveniencia veo el nacimiento mexicano como una forma de resistencia cultural, resistencia autóctona, originaria, contra la avasallante navidad occidental (más bien gringa).

Y en ese imaginario de resistencia aparece diseñado un universo ya lejano ahora, pero tan nuestro, que extendía sus posadas en donde la chiquillería le pega bien duro a esa piñata de siete picos hecha de barro y adornada con papel mache y serpentinas sostenida de un mecate y balanceándose al ritmo de los palazos hasta que, de pronto, un estruendo se escuchaba quebrando la olla y dejando caer una lluvia de colaciones, cacahuates, jícamas, caña de azúcar, naranjas, limas y tejocotes; después mi botín era custodiado por mi abuela en su canastilla de palma tejida para asistir a las pastorela debajo de los faroles de papel y reír tan limpiamente con las ocurrencias de Bartolo. Acto seguido, iluminando el camino con velas de parafina —haber chamuscado los cabellos de una niña y jalón de orejas—, la abuela me habrá llevado de su mano detrás de los santos peregrinos sosteniendo el libro de letanías y cantado: «os pido posada». Una vez recibidos habremos merendado tamalitos con atole, chocolatito caliente, buñuelos con polvo de canela y miel de piloncillo acompañado de romeritos, para posteriormente liberarme de sus largas enaguas y correr a tronar chinampinas, buscapiés y cebollitas que estallaban felizmente dejando olor a pólvora y sonido a risas.

Un nacimiento mexicano tradicional puede constar hasta de mas de 2,000 piezas.

Trato de dar vueltas y recordar más si aquí fue mi momento fundacional para ser diseñador, pero no es me es posible. Dudo que en realidad esto pasara, dudo de ese pequeño niño —cuando no quería oro, ni quería plata, yo solo añoraba romper la piñata—, pienso en esa pequeña figura central del pesebre hecha de barro, arropada, desnuda, frágil, humilde, sobrellevando el frió con el calor de un asno, el amor de sus padres y la precariedad de su nacimiento al cual podía tocar, ver a los ojos sin el más mínimo pudor.

Dulces tradicionales llamados colaciones, de los mas diversos sabores son repartidos en las festividades decembrinas llamadas posadas.

Dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino, ya le diste una, ya le diste dos, ya le diste tres y tu cuenta se acabó.

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Fotografías de Ariana Soto.

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Ilustración principal del artículo Lucha libre mexicana
Lucha libre mexicana Un pilar cultural en el imaginario popular del diseño mexicano: si no has visto una lucha en vivo, no has vivido.

Debate

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Retrato de Gloria González
0
Nov. 2020

Leyendo este artículo me hace pensar en como nunca debemos de olvidar nuestros orígenes, no importa donde estemos y/o a donde vayamos, nunca hay que olvidarnos de donde venimos y quienes fueron esos que nos han formado y de todo lo que nos han inculcado. Creo que es importante recordar, pues siempre nos deja una huella en nuestro corazón y nos ayudan a definir quienes somos.

Por otro lado, me gusta pensar en esta tradición mexicana de la navidad, en donde todo es tan colorido y las ciudades se llenan de paz y de una alegría que nadie puede explicar; este artículo me hace recordar las calles llenas de luces, de adornos y con un olor a nostalgia y alegría.

También me encanta el como planteas al niño Dios, un niño despojado, naciendo en un pesebre, sin lujos, simplemente un niño sencillo. Esto me hace recordar que no importa cuanto tengamos, ni el éxito que tenemos en la vida; sino que la verdadera riqueza y el verdadero éxito se trata de una vida sencilla rodeada de aquellas personas que realmente importan y que te quieren, y que te hacen sentir lleno de AMOR.

Y por último, al leer que cuando fuiste a ver a ese mismo niño en un sentido ortodoxo, clavado en una cruz, y ver como piensas que "acaso es tan doloroso crecer", pues me deja reflexionando, que crecer siempre va implicar sacrificio y dolor; la vida siempre nos va a presentar situaciones difíciles, pero después de eso viene la resurrección y la felicidad. Así que claro que vale la pena sacrificarse por las cosas que queremos alcanzar. Todo esta en la forma en que decidamos ver la vida.

0
Retrato de Emilio Chaguay Bustamante
0
Dic. 2019

De niño era el diablo, pero esa gran cantidad de creatividad que tenemos cuando somo niños siempre queda, recuerdo mi primer proyecto en la universidad el cual era conceptualizar en una cometa un artista en mi despertó ese niño que hacía cometas de fundas de plástico, fue muy emocionante y nostálgico. Considero que la infancia es parte del desarrollo profesional ya que en esta etapa nuestras destrezas se van desarrollando y vamos conociendo que hay más allá de un simple cuaderno o día de escuela. A medida que vamos creciendo las situaciones nos dejan aprendizajes que de grandes las entendemos.

0
Retrato de Oscar Walter Zambrana
0
Jun. 2019

Con sólo leer el título del artículo me dio una sensación de piel de gallina e identificación sin siquiera leerlo en sí, me identifico mucho con su artículo Nestor, me recordó a los tiempos de mi infancia donde básicamente me crió y enseño todo mi bisabuela, que vivía conmigo y mis padres... siempre la observaba a hacer bordados en manteles y solía ayudarla a hacer sombreros de saó, siempre me acompañaba a los cumpleaños de mis amiguitos y me ayudaba a acarrear dulces de las piñatas, discutíamos a veces pero siempre nos reconciliábamos con un abrazo y un beso en la mejilla, con la que siempre me reía y jugaba en los atardeceres naranjas, entre muchísimas experiencias hermosas que me voy a llevar a la tumba, la mayoría de las veces sin darme cuenta de lo que significaba pensaba e imaginaba muchas cosas abstractas relacionadas con todas las formas y colores que se manifestaban en los entornos de los que me encontraba, para después dibujar edificios y relacionarlas una vez en mi casa, me hiciste recordar que gracias a ella soy la persona que sabe que es lo quiere ser, lleno de muchas amistades con las personas que crecí mental y físicamente que están dispuestas a brindarme su apoyo en todo lo que haga y con unos padres que también lo hacen. Gracias Nestor!

0
Retrato de Giulliana Laborde
4
Nov. 2018

Este artículo es muy emotivo. Coincido en que nuestra etapa de infancia vamos palpando nuestro terreno, estimulando nuestras capacidades y adquiriendo destrezas las cuales forman la parte más importante de nuestro desarrollo; asimismo nos concede una herencia cultural, que es un diferenciador, al que debemos muchos de nuestros gustos, creencias e inclinaciones, la predisposición y vocación hacia una futura profesión. ¡Lindo relato!

0
Retrato de Cariño Stephanie
2
Nov. 2015

Hola, este articulo es muy conmovedor la verdad me hizo recordar mi infancia, de una manera positiva claro esta, en mi opinión de cierta manera nuestra infancia es una etapa super importancima tanto en el desarrollo spicologico, social, etc. De hay se derivan mucho de nuestros gustos, creencias y demás, por cierto felicidades excelente articulo me encanta las fotos que haz anexado.

0
Retrato de Cinthia Aguilar
2
Nov. 2015

Me parece que nuestra infancia es una etapa importante para el desarrollo de nuestra vida futura. Coincido con tu articulo ya que me paso algo similar de niña pero en relación con las cámaras fotográficas.

También me recordó esas épocas de navidad como las describes tú, con los mercados y tianguis nocturnos llenos de gente comprando para su nacimiento y con todos esos colores. Nuestra cultura y tradiciones son únicas y debemos preservarlas.

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Retrato de Jesus Sanchez Morales
0
Jesus Sanchez Morales
Sept. 2015

coincido en ello , de niño me gusto el diseño y ahora hago diseño web en Mexico

Enlace

0
Retrato de Carlos Juan
0
Sept. 2015

Siempre he estado orgulloso de los artesanos mexicanos, me parece que hacen un trabajo con la mejor calidad y dedicación. Me gustaría que estas artesanías estuvieran mejor valoradas.

0
Retrato de Silvia Sol
0
Jul. 2015

Me ha encantado!!!!!! http://nccextremadura.net

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Retrato de Yaelita Flo Go
0
May. 2015

Recientemente fui a Casart IIFAEM (Instituto de Investigación y fomento a las artesanías del Estado de México), esto debido a un trabajo escolar, al momento de entrar lo primero que vi fue un maravilloso árbol de la vida (artesanos de Metepec) me quede pasmada al ver la majestuosidad de dicho árbol, continué caminando por los pasillos del lugar, a cada paso que daba me encontraba con algo bello, es increíble lo que estos artesanos logran, su capacidad creativa les permite hacer cosas fenomenales, la calidad y la técnica que emplean es digna de reconocimiento, aquí encontré objetos muy bellos y bueno con una manufactura de primera, y entonces me pregunto ¿Porque si nuestros artesanos elaboran cosas muy buenas y con mucha calidad, por qué compramos productos de fuera que no cuentan con la calidad que nos ofrecen los artesanos mexicanos?

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