Cómo pasar de estudiante a profesional y no morir en el intento
El hecho de no haber salido de la carrera no implica que debamos quedarnos paralizados esperando que las cosas sucedan solas.
AutorMariana Gastélum Seguidores: 53
EdiciónMario Balcázar Seguidores: 617
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Los estudiantes solemos tener pocas oportunidades para insertarnos como profesionales en el mundo real. Sea cual sea el enfoque que cada uno tenga, es importante saber —o por lo menos crearse— una vaga idea de qué hacer al momento de terminar la carrera. Pero ¿cómo saber por dónde empezar? Parece una pregunta tonta y muchos profesionales luego olvidan que tuvieron ese problema. En la carrera solemos acomodarnos a lo que vemos, a lo que nos indican «los que saben», y como no indican más, no solemos hacer más.
Ese es el mayor problema: no nos piden más y tenemos pocas ganas de buscar. Aunque quizá no sea eso, tal vez no se nos ocurra, tal vez no sepamos el modo o tal vez, simplemente, tengamos miedo. Efectivamente, es posible que no seamos conscientes de tener miedo al rechazo, miedo de preguntar y que nos digan «no» por la falta de conocimientos o experiencia.
Al tratar de insertarme en el mercado laboral de mi carrera, el diseño, me topé con varios obstáculos, en el siguiente orden:
- Al principio ni siquiera tenía conciencia de que debía buscar algo desde ya, algo que me diera experiencia, que me permitiera aprender a tratar el medio e ir dejando que me aporree de vez en vez.
- Llegué a crearme esa conciencia pero sin saber dónde buscar, vaya, sin saber ni qué buscar. ¿Preguntarle a algún maestro? ¿Llegar de la nada a una agencia de diseño?, y decir ¿qué? En concreto, sabía que debía hacer algo, pero no qué.
- Una vez que encontré un lugar donde me recibieron, dispuestos a dejarme aprender, miraba a los que saben como si fuesen dioses, cuando lo único que ellos querían era, en la mayoría de los casos, ayudarme, aconsejarme e impulsarme sin que me sientiera pequeña, para que pudiera asimilar lo que me enseñaban.
- Una vez acoplada a todo, y más o menos entendiendo la cosa, mis amigos me pidieron ayuda para estar conmigo en el mismo trabajo. Me surgió un dilema —moral—. Todos debemos tener cierto proceso de aprendizaje y recorrido para valorar lo que tenemos. ¿Está bien que a unos nos haya costado tanto y a otros nada?
A quienes experimenten estos inconvenientes, les propongo tres reglas:
- La regla número uno es tener iniciativa. Eso sirve para buscar el qué, cómo y con quién.
- La regla número dos es perder el miedo, pero a todo. Perder el miedo también a que te digan «no», porque eso ¡vaya que sucede! Saber que si se te cierra una oportunidad, no debes desalentarte y has de seguir buscando, porque ya encontrarás.
- Y la última regla es para resolver el asunto de los amigos que piden ayuda. Debes impulsarles y darles consejos que a ti te han servido —el que te pidan algo significa que tu experiencia también les ha hecho abrir los ojos y ya están haciendo algo—, pero no debes llegar a resolverles todo. Si lo haces, no te servirá a ti, ni a ellos, por muy cercanos que sean.
En este medio no siempre gana el mejor. A veces gana el que nunca se rinde.
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