Los soñadores no sirven para diseñar
Contra la imagen del creativo despreocupado y ocurrente, el estudio serio y la investigación deben ser lo ejes que guíen la acción de los diseñadores.
AutorAllan Cárdenas Seguidores: 5
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Una nota breve para poner en el tintero un tema que compete a todos: la identidad del diseñador, el rumbo, su misión y su trabajo, para tomarle un poco el pulso a su creciente oferta y demanda en el campo laboral.
Algunas preguntas saltan a nuestros ojos: ¿El tipo de profesional del diseño que está germinando es el que el mercado demanda?, ¿cuáles son los factores por los que el diseño no crece como una disciplina de alto rendimiento?
Los bajos salarios y la polución causada por la oferta, con o sin el cartón del título, nos provocan estas preguntas.
Una de las primeras falacias sobre el diseño, que escuché con grandes pompas al iniciar la carrera, fue la idea alienada del prototípico diseñador hippie, creativo, despreocupado por cualquier tipo de fórmula, investigación y sentido lógico de la vida; un personaje extrovertido, soñador y «poco serio», poeta, músico y excéntrico, que cuanto menos sepa de lógica, entenderá mejor un mundo invisible que no está a la vista de todos.
Las dos caras de la moneda
Luego me di cuenta de la disyuntiva a la que me enfrentaba. Evidentemente existía una especie de division entre mis compañeros y yo, y debía decidirme por una opción, se evidenciaba más la fricción a la hora de debatir cualquier tema, era una «batalla filosófica». En suma, eran las dos caras de la moneda: los pocos que opinábamos sobre la primacía de la investigación, contra los otros que le daban rienda suelta a la fantasía y la levitación, y para obtener sus resultados prestaban atención a las palabras mágicas de los escogidos: «estética y creatividad».
Muchas veces nos alentaban a diferenciarnos de los demás. De hecho esa es la línea que aplican actualmente las universidades para promover esta carrera.
Los hilos de la cometa
En cada programa académico siempre existe algún apasionado que alienta y promueve la excentricidad, la inventiva y todo ese paraíso idílico donde puedan aflorar sus fantasías; cosa que a mi parecer no está mal. Simplemente no recuerdo a los que alababan esos hilos lúdicos, que también fomentaran el trabajo funcional y la eficiencia profesional a la hora de remontar un proyecto.
Los resultados
En la actualidad ya muchos de mis ex-compañeros son profesionales, algunos hasta ejercen la docencia. Pero ¿será que en su nuevo rol como tutores promuevan el estudio y la investigación? o ¿animan a la rebeldía y al estilo de vida insurrecto del diseñador?
Quizás es un tanto atrevido hacer este tipo de juicios de valor, pero cómo evitar preguntarlo ya que, ante la evidente demanda en crecimiento del ejercicio del diseño, es craso error pensar en un diseñador distanciado de la dimensión empresarial o aseverar que el diseño es un estilo de vida.
Pero tal vez los chicos simplemente quieren sentirse rebeldes y obtener réditos. Bastará entonces adaptar un garaje o un cuarto y colgar un rótulo con una letra al revés, ya eso es altamente rebelde y creativo…
En la práctica
Al pasar los años me he dado cuenta de que no se puede jugar con los clientes, ellos son la razón de ser de nuestro trabajo y pagan por ello.
En la realidad no importan los ególatras, académicos, poetas y soñadores del diseño, lo que sí es esencial es saber proyectar y ejecutar, para esto es preciso «culturizarse» (cosa que a los bohemios no les parece bien).
Hoy en día resuelvo problemas, ejecuto ideas y no creo en ese paradigma extraño que construyen como un «freak». Deseo que se sumen las opiniones para que madure esta profesión y se vaya entendiendo mejor nuestro fin.
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