La Publicidad como directora de la novela de nuestras vidas
Diariamente, cada uno de nosotros debe desempeñar un papel en la sociedad. Un papel que probablemente no escogimos interpretar.
AutorPaola Marín Seguidores: 7
EdiciónMartín Comoglio Seguidores: 37
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Usualmente hacemos las cosas sin siquiera cuestionarnos por qué las hacemos, o quién determinó que debieran ser de una forma determinada. Pocos hemos llegado a determinar quién es el director de nuestras vidas, el que nos dice cuál será nuestro papel y cómo deberemos desempeñarlo. Nuestro director es sigiloso y pasa desapercibido. Es como el mensaje subliminal de una canción, no lo escuchamos pero trabaja en nuestra mente. Nuestro director es tan inteligente que se hace llamar «Publicidad».
Desde sus inicios, la publicidad llegó a cambiar el pensamiento y la conducta de las personas. Fue la que por medio de sus piezas, determinó el lugar de la mujer en la sociedad y la hizo pasar del papel de mujer sumisa, que solo debía cuidar de su esposo y de sus hijos, a la mujer independiente, trabajadora y luchadora, que sin dejar de lado a su familia, puede también cumplir sus sueños.
La publicidad es de tal trascendencia en nuestras vidas, que incluso nos dice cómo amar y qué esperar del amor, nos dice cómo vestirnos y cómo actuar. Quizás por eso haya tantas personas que viven infelices: porque la publicidad nos vende sueños, ideales y expectativas que probablemente no lograremos conocer en la vida real. ¿Cuántas mujeres dejan pasar hombres buenos y que las aman, sólo porque no se parecen al ideal de príncipe azul que siempre nos han vendido? Y a pesar de tener buenos hombres, sufren y dicen que no encuentran el verdadero amor. ¿A cuántos hombres les da pena decir que no les gusta el fútbol? Y solo por el temor a que los tachen de raros, porque culturalmente todos los hombres deben ser aficionados al fútbol.
No digo que la publicidad sea mala. Soy publicista y amo ser publicista. Digo que debemos estar más atentos a los mensajes que recibimos y saber cuáles de ellos debemos ignorar. También digo que en ocasiones, debemos sentir más y pensar menos, que debemos preocuparnos más por ser felices que por satisfacer a otros, porque por pensar tanto perdemos oportunidades que sí nos harían sonreír.
¿Qué pasaría si cada uno empezara a crear su ideal de felicidad sin escuchar el de los demás? Seguramente conseguiríamos ser felices. La publicidad puede lograr cosas maravillosas, por ejemplo la publicidad social: esa sí merecería nuestra atención todo el tiempo, porque realmente nos ayuda a construir una mejor sociedad. Pero a aquella que nos dice cómo debemos ser, simplemente deberíamos suprimirla. Si los publicistas supiéramos la gran herramienta que tenemos entre manos y la utilizáramos con sapiencia, posiblemente no nos verían simplemente como las personas que hacen el letrero de la panadería y tarjetas de presentación.
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