La forma de las ideas

¿Para qué queremos una computadora si solo da respuestas?, se preguntó Picasso. A mí lo que me motiva no son las respuestas, son las preguntas. ¿Las ideas tienen forma?

Joan Costa, autor AutorJoan Costa Seguidores: 2581

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El arte siempre se ha anticipado a la ciencia, y vale la pena anotar aquí una muestra de ello a propósito de la forma. En el siglo XV el arte del grabado adoptó la idea de «anamorfosis», formas deformadas para ser bellas, y hubo una producción notable de divertimentos ópticos, retratos secretos y camuflajes de escenas eróticas indescifrables a simple vista, pero que eran reveladas por la visión lateral con el ojo pegado al borde del grabado, y también por la mediación de artilugios. La anamorfosis se aplicó, con otros propósitos, a la estatuaria, la escenografía, la arquitectura y las inscripciones lapidarias. El mismo Leonardo da Vinci dibujó un ojo y la cabeza de un niño «anamorfítico» (Codex Atlanticus, f. 98, 1483-1518 Milán, Biblioteca Ambrosiana).

La teoría de la Forma fue sugerida por von Ehrenfels en Viena en 1890 y desarrollada en Alemania por las escuelas de psicología entre 1900 y 1933. La teoría de la Forma o teoría psicológica de la percepción sostiene que una forma es «un todo que se destaca sobre un fondo» (un círculo negro sobre un fondo blanco), y retoma el pensamiento oriental «el todo es más que la suma de sus partes». Una idea de cuño estructuralista que coincide con la de «configuración» (Gestalten), y que reencontramos, elaborada desde la cibernética, en la teoría general de sistemas (General Systems Theory, 1955).

En este contexto iniciado a finales del XIX, hasta hoy, la Forma no ha dejado de interesar desde los más diversos puntos de vista, entre los cuales destaco cuatro referentes.

En 1917, el marino y naturalista D’Arcy Wentworth Thompson, también helenista y geómetra, profesor de historia natural en la Universidad Saint-Andrews de Dundee en Escocia, publicaba On Growth and Form (Forma y crecimiento) que trata de las transformaciones de las formas vivas.

En 1999, el filósofo de la comunicación Vilém Flusser, nacido en Praga, escribió un libro sobre filosofía del diseño con el título The Shape of Things (La forma de las cosas), publicado en español en 2002.

En 2004, la revista Scientific American, en su edición francesa publicó el dossier Les formes de la vie.

Y en el mismo año 2004, el físico Jorge Wagensberg publicaba La rebelión de las formas, que sustenta la persistencia de las formas básicas en la vida a través de sus transformaciones.

La cuestión

La Forma se forma, se conforma, se deforma, se reforma y se transforma. Pero, ¿qué hay antes de que exista una forma? Una idea, un proyecto. Algo en la mente que genera esa forma. Luego el razonamiento se plantea que, si las cosas antes de serlo, han sido ideas, entonces es legítimo preguntarse si las ideas también tienen forma. Y si es así, habría que indagar cómo se forman.

En todo esto pensaba cuando en 2008 publiqué La forma de las ideas. El libro hace tiempo que se agotó. Pero la pregunta no ha agotado su sentido: ¿las ideas tienen forma? Desde aquella primera edición hasta la nueva versión actual han pasado muchas cosas, han surgido otras ideas y la tecnología ha progresado. éste ha sido el motivo por el que retomo la pregunta desde la perspectiva actual, animado –también hay que decirlo– por la iniciativa de Experimenta Editorial que ha sumado su entusiasmo. Más que una segunda edición es una «nueva generación».

Mientras tanto, la neurología y el diagnóstico médico por imágenes trabajan en la visualización y el registro de imágenes cerebrales. Pero lo que el escáner y la RMf (resonancia magnética funcional) no logran visualizar son las ideas. El microscopio electrónico revela cómo las neuronas se activan, se agrupan y reagrupan constantemente. ¿Cómo de estos movimientos se forman las ideas? Eso no lo sabemos.

El asunto no es fácil. Para empezar, la visión capta las formas del entorno, pero no las que están dentro del propio cerebro. Es complicado para la mente observarse a sí misma. La percepción va de fuera adentro y no al revés. Y las ideas no se perciben, se «sienten». El verbo ya no es percibir sino sentir. ¿Puede la sensibilidad captar la forma de una idea? Además, si una forma es, por definición, un todo que destaca sobre un fondo, entonces no solo buscamos la forma sino también el fondo que le es consustancial.

Fin del planteamiento teórico.

Algunas claves

Vayamos a los indicios. Cuando estamos buscando una idea, una solución a un problema o la comprensión de un concepto, tanteamos mentalmente. Sentimos aquello de «ensayo y error» (por aquí no vamos bien), volvemos a la casilla de salida (regresamos), le damos vueltas al asunto, burlamos obstáculos, vamos directos, damos rodeos... Fijémonos que las palabras que designan esas experiencias son verbos, acciones: el acto, la acción de pensar. Ideación.

Por tanto, podríamos dibujar esos movimientos porque así los sentimos. No olvidemos que las palabras están cargadas de imagen. Los algoritmos de búsqueda son un prototipo sintético, digamos «el itinerario». Pero la forma del camino no es la forma de las ideas que pasan por él... Hasta aquí no hemos avanzado.

Lo que sí hemos encontrado -ya que no la forma- es la mitad de lo que buscamos, ¡eureka!: «el fondo». El espacio mental conecta con el fondo neutro de la consciencia. Sentimos en este espacio, sobre ese fondo cómo aparecen las ideas. La forma de las ideas está hecho con estos materiales. Y si es cierto que el libro no da la respuesta, por lo menos ayuda a buscarla.

En el libro trato de las formas de la vida y la vida de las formas. La anamorfosis o formas deformadas para ser bellas y ocultar imágenes prohibidas. El pensamiento en red. Los laberintos, obstáculos, atajos de las formas de pensar. Y de qué modo todo esto se traduce mediante los lenguajes gráficos. Pensar visualmente. De qué están hechas las letras, los gráficos, las imágenes...

En este libro he mezclado el rigor, la imaginación, la observación y la experiencia, y también –por qué no– un poco de ironía y de provocación.

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