El problema de la función

La función de un objeto, de un sistema, de una forma, de una idea, va más allá de su operatividad. ¿Cómo explicarlo? Entre muchas cosas que hago, está la música. Soy guitarrista y vocalista de un grupo de rock. Lo digo porque es importante como titular de lo que viene.

Desde muy pequeño quise una guitarra eléctrica. Durante muchas navidades y muchos cumpleaños fue mi único pedido. Siempre quise una Les Paul¹. Primero cualquier Les Paul, después una Epiphone² o mejor una Gibson³. En mi adolescencia había un almacén en el centro de mi ciudad (Medellín) en el que exhibían una. Todos los días iba a verla, era negra con los herrajes dorados y el golpeador beige. Amaba esa guitarra, aunque nunca llegué a tocarla, no sabía tocar, y me apenaba pedirla para hacer nada con ella, solo contemplarla. Todos mis amigos que tenían guitarras eléctricas (no más de tres) tenían una tipo Strat⁴, creo que esa era la razón por la cual no me gustaban las guitarras demasiado comunes.⁵ «Todo el mundo debe tener una» pensaba. Ahora pienso lo mismo, pero también pienso otro montón de cosas que no vienen al caso.⁶

Varios años después tuve la oportunidad de tocar una Epiphone Les Paul Goldtop de Mauricio López (compañero de banda de esa época) y todo fue un desastre. Me di cuenta que su diapasón era muy grueso, al momento de tocarla la sentía como una guitarra de cuerdas de nylon pero eléctrica (una exageración, obvio), además pesaba cantidades. Yo quería algo más suave, más delicado. A eso se le suma el hecho de que mido 1,86 m y la Les Paul es una guitarra de cuerpo chico. Parado frente al espejo me veía tocando un ukulele⁷. Definitivamente esa no era la imagen que tenía de mi y que quería proyectar. Lo reflexivo que menciona Donald Norman en su libro «El Diseño Emocional».

Entonces tenía que buscar un nuevo objeto de mi amor. También he de aclarar que era un tiempo de búsquedas sonoras, tenía casi 20 años y todo el mundo era nuevo para mi. Ver videos de rock, por ejemplo, era un privilegio y toda una rareza. Descubrí por esos días que la canción que tanto me gustaba era de un grupo que se llamaba Radiohead⁹, que era de su primer álbum, Pablo Honey¹⁰, que se llamaba Creep¹¹ (sí, soy un chico cualquiera, uno como todos).

Fue amor a primera vista. Si algún día llegaba a ser grande quería ser como Radiohead. ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Todo me enamoraba, todo, todo, obvio Thom Yorke¹², obvio el aire enrarecido del video, todo, pero sobre todo Jonny Greenwood¹³, la forma como tocaba la guitarra y no solo la interpretación, también como se veia tocando, el asunto ese de la actitud, esa forma bella y sutil de golpear la guitarra. El chunchun chunchun chunchun antes del coro era poesía guitarrística de primer nivel, el golpe tremolado y la subida al último coro que no es una subida en si, es casi una subida, es casi nada, un overdrive suave como quien no quiere la cosa. La experiencia era total. Absoluta. Fue la primera vez que vi una Telecaster¹⁴.

Obviamente mi guitarra principal es una Tele. La mía no es una gran guitarra, digo, no es una Fender American Telecaster, ni es vintage, pero tiene lo suyo. Nada de detalles técnicos que haría todo irrelevante para quienes no les gustan las guitarras. Al grano. La Telecaster es el diseño de un técnico en radios llamado Leo Fender y de un ingeniero llamado Geroge Fullerton que no tenían la menor idea de las necesidades de un músico, ni ergonómicas ni funcionales y que solo buscaban hacer producción en masa y abaratar los costos, en sus palabras: «[...] un tablón, un bate de béisbol, seis cuerdas y los tornillos necesarios para que todo se mantenga unido».

Es una guitarra incomoda, muy incomoda, algunos dirán simple, pero para mi es brusca, pesada, no es una guitarra de un ataque rápido, el corte no es ergonómico en lo absoluto, siendo este el principal motivo para el que Leo Fender diseñara la Strat con su forma estilizada y sus curvas y sus tres pastillas y su selector de cinco posiciones. Aun así no sale nunca del mercado. Tiene algo en su sonido. Los músicos de folk y de country la prefieren ya que es brillante, clara y definida. De esta manera logra posicionarse en el mercado en la década del 50. Han pasado más de 60 años desde su diseño y aun es la guitarra preferida por miles de guitarristas en el mundo de los más diversos estilos (incluyendo un guitarrista de vallenato). Algunas veces, después de los conciertos llenos de energía, salgo con el brazo derecho quemado por fricción en la parte interna, resentido en todo caso, golpeado.

La mía se llama Miranda y literalmente la quiero más que a nada en la vida, casi como un miembro más de mi familia. Alguna vez la he querido traicionar, tener otras guitarras de otro estilo (tuve una Firebird¹⁵, una Kent 740¹⁶, una Burns Cobra¹⁷), pero nunca me acomodo y creo que no quiero. A mi me gustan las Teles, me gusta como me veo con Miranda, me gusta ella, así, torpe, fea (es tan fea que es bonita), sin muchas prestaciones, básica. Creo que no necesito más. Miento, no necesito más. Y cuando veo cualquier video de Radiohead (nunca los he visto en vivo) y veo a Jonny tocar, siento que pertenecemos a la misma sociedad secreta, al mismo club, que somos casi amigos.

Coda¹⁸

En últimas podría decirse que el diseñador construye unidades de sentido con las cuales los usuarios finales hacen y transforman el texto de su vida. Los objetos se diseñan, se producen, consumen, se deshechan, se transforman, se adaptan y se adoptan para construir y reflejar la idea que tenemos de nosotros mismos. Lo que esta en juego es la idea de como queremos ser vistos, comprendidos, aceptados y amados, incluso por el propio espejo.

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