Diseñadores golondrina

Un fenómeno preocupante que refleja la pérdida de valores, compromiso y auto-exigencia en los primeros pasos de los diseñadores.

Adrián Pierini, autor AutorAdrián Pierini Seguidores: 463

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Como es sabido, el término «trabajadores golondrina» se refiere a los trabajadores que migran una y otra vez en busca de mejores oportunidades laborales. Ese fenómeno se da mayoritariamente en sectores rurales y como consecuencia de un tipo de demanda laboral vinculados a los tiempos de siembra y cosecha.

Encuentro que esa realidad, esa forma de trabajo inestable y poco formadora vinculada específicamente a los no profesionales, ha cobrado cuerpo en muchos jóvenes universitarios. Cabe aclarar que no se pretende aquí realizar un análisis sociológico, ni criticar a los diseñadores que se ven obligados a cambiar de trabajo por malos tratos, explotaciones o despidos injustificados. Apenas busco hacer un llamado de atención frente a una actitud poco comprometida que va creciendo cada vez más en las nuevas generaciones: muchos recién egresados migran de manera continua hacia y desde distintos estudios de diseño con el objetivo de encontrar el «paraíso proyectual», un lugar mágico en donde los conocimientos fluyan, los jefes no exijan siempre resultados óptimos, los proyectos sean ideales, los clientes respeten 100% su trabajo y la creatividad jamás, pero jamás, sea cuestionada.

Para avalar un poco más esta observación quiero dar algunos detalles de mi propia experiencia. Durante los últimos años he recibido cientos de curriculums en los que se observa la increíblemente corta permanencia que los postulantes han tenido en cada uno de los establecimientos en los que han incursionado. Más allá de la forma tan singular y poco estratégica de presentarse (algunos ni siquiera personalizan el mensaje de correo electrónico, enviando la misma reseña con copia a tantos estudios como les es posible), resulta increíble constatar que: Roberto estuvo cambiando de agencia cada dos meses, Juan cada mes y medio, Laura cada cuatro, Miguel cada cinco y la lista continúa. Paralelamente, en un acto de inocencia mezclado con una peligrosa deformación del término «experiencia», esas mismas personas hacen mención de los numerosos proyectos encarados durante esos breves períodos.

Es común leer descripciones como: «en este tiempo (dos o tres meses) desarrollé marcas para diversas empresas, diseño de packaging, armado de originales, diseño de folletería y material POP, dirección y supervisión de diversos proyectos...». Ese tipo de declaraciones es fiel reflejo de una importante confusión, ya que es imposible afirmar que en lapsos temporales tan estrechos pueda desarrollarse seriamente la mayoría de los proyectos mencionados. Lo cierto es que, por lo general, los diseñadores necesitamos años de pruebas, equivocaciones y nuevas pruebas para aprender a desarrollar un envase mínimamente efectivo.

Resulta curioso, por otro lado, que una vez seleccionados y en la mesa de entrevista estos «jóvenes golondrina» hablan de compromiso, esfuerzo de superación, necesidad de aprendizaje, etc., cuando en la práctica su objetivo es otro: sumar una estrella más a su larga lista de establecimientos incursionados. Tras su paso fugaz, argumentos como: «cerré una etapa» (¿?), «ya aprendí suficiente» (cuando la permanencia fue de dos meses), «quiero incursionar otras áreas del diseño», se convierten en un claro reflejo de la extrema ansiedad formativa.

Surge la siguiente pregunta: esta visión de muchos recién graduados, ¿es consecuencia de una nueva cultura que fomenta la inmediatez, la superficialidad y la mediocridad creativa como rasgos valorables? Cuando mi padre me hablaba del empleado histórico, aquel que nacía, se formaba y se jubilaba en la misma empresa, me resultaba ridículo. En ese entonces pensaba, y aún lo sostengo, que la diversidad en su justa medida es enriquecedora, sin embargo hoy en día, estamos presenciando una circunstancia preocupante que es alentada por una visión pasajera y sintética de la realidad.

Muchos jóvenes con los que he intercambiado opiniones sobre este tema expresan que se «picotea» un poco en cada lado, porque de esa manera su experiencia es más variada y su conocimiento más completo. Considero que en esa concepción de la realidad se encuentra el centro de la problemática. Frente a ella debo enfatizar que los cursos express nunca han sido buenos formadores. Aquel que desee ser un verdadero profesional debe sacrificarse, esforzarse, aprender seriamente de aquellos que día a día demuestran una capacidad adquirida a lo largo de los años.

¿Cómo se aprende seriamente? Con la práctica intensiva y duradera. El «observo y me voy» es una práctica para ingenuos y facilistas. Los recién egresados deben entender que el proceso de aprendizaje no es mágico y que deben vivir la experiencia de diseñar una y otra vez. Deben comprender que sólo tras haber enfrentado durante años una problemática proyectual determinada podrán decir, con real conocimiento de causa, que han alcanzado métodos inteligentes que le permitirán resolver con éxito apenas una parte de los desafíos proyectuales venideros.

La intención de estas líneas es alertar sobre esta forma pasatista y vacía de adquirir una pseudo-experiencia que sumerge al novato en una equívoca idea de idoneidad, que redundará en una confusión altamente peligrosa tanto para su capacidad proyectual como para su valoración profesional a largo plazo. Rechazo profundamente a aquellos jóvenes que inscriben orgullosos en sus currículums una trayectoria basada en breves permanencias, cuando éstas son fruto de una inestabilidad buscada y cuya argumentación se sustenta simplemente en la obtención de mayores espacios de experimentación.

Quiénes comienzan su carrera de diseñadores deben comprender que el tiempo de permanencia en un trabajo es muy importante para solidificar en la mente lo que se incorpora el la práctica de cada día. Sería bueno que se recuperara apenas un poco de aquella vieja tradición histórica del trabajo, porque la «práctica constante en un entorno estable» es la única manera de construir una propia experiencia enriquecedora y aplicable a desarrollos exitosos.

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