De la universidad a la experiencia laboral

Puede suceder que la experiencia universitaria no sea suficiente. Puede ser relevante que nuestra actitud durante la carrera nos marque como futuros profesionales. Puede ser que estemos tan acostumbrados a ser bastardeados y bastardearnos, que el mundo laboral no logre vernos con los mismos ojos con los que ve a otros profesionales.

Los diseñadores estamos a la espera, desde hace años, de la verdadera reputación que merecemos. No por nada somos modificadores de la realidad, y responsables de ello. Ofrecemos soluciones que otros no podrán desarrollar sin formación y capacitación previas. Prestamos nuestros servicios, que requieren un continuo estudio y un constante desarrollo de herramientas. Al igual que la tecnología y las tendencias, nos mantenemos en avance y, sin saberlo, pareciera ser que el mundo está acostumbrado a darnos ordenes y nosotros a obedecerlas. Pareciera ser que nuestra labor es algo simple, «algo que puede resolver cualquier persona». Debemos darnos a entender que esa «cualquier persona» realmente nos necesita, porque no sabe resolver sus problemáticas de comunicación, no está preparada para ello, no se dedica a ello. Nos está solicitando una solución ante una necesidad propia, sin saber cómo resolverla, pero pretendiendo ordenar qué hacer, cuando el comunicador está preparado para ello desde hace años. Nuestro cliente, ¿sabe lo que quiere? ¿Conoce realmente todas las posibilidades que podemos brindarle? Claramente nuestra actitud debe formarse de otra manera. Somos tan responsables como cualquier otro de nuestra realidad en el mercado y, lo más importante, de cómo nos ve el mundo.

Desde el recinto universitario, más que consejos sueltos de parte de los educadores, no obtenemos información que pueda ayudarnos a la hora de salir a buscar trabajo o encarar nuestros propios proyectos. Finalizados nuestros estudios, debemos lidiar con todo tipo de factores que pueden afectar nuestra postulación a un empleo.

La experiencia laboral resulta algo muy importante cada vez que tenemos que completar un currículum, pero el mercado no es amigable. Muchas empresas buscan en un solo comunicador visual la experiencia de todo un equipo de trabajo, y esto es lo que realmente afecta nuestra búsqueda, ya que somos personas poseedoras de una singular variedad de conocimientos, pero tal vez hemos desarrollado la capacidad de emplear cotidianamente los que son de nuestro mayor interés.

Debemos ser conscientes de la existencia de este tipo de problemas, para poder brindarnos el respeto que nos merecemos, al menos, durante un comienzo, entre nosotros mismos; para que luego de algún tiempo el mundo también comience a hacerlo. No sería raro que al ser inexpertos, nuestros primeros empleos en agencias o estudios de comunicación sean mal pagos, y que la promesa del empleador sea la de garantizarnos la experiencia, y que finalmente podamos comenzar a ejercer nuestra disciplina gracias a su «bondad». Es la tan conocida oportunidad ante la crisis, la degradante oferta de trabajo ante la masificación de la demanda. Debemos cambiar este tipo de oportunismo, en el que los empleadores juegan a reintegrar inexpertos para ahorrar sus ganancias sin tener que desecharlas en regularidades de empleo.

Entonces, ¿la solución es comenzar a ser independientes? El mundo emprendedor puede ser difícil al comienzo, conseguir clientes que brinden continuidad no se logra de un día para el otro. Pero tiene sus beneficios: uno puede ser dueño de su propio tiempo e inversiones. Lo más importante es comenzar a resolver nuestro rol en el mundo, defenderlo y comunicarlo. El mundo sabe que existimos, el mundo nos exige esa existencia, pero la quiere gratis. Debemos lograr que entiendan la importancia que tiene nuestra tarea. Sin comunicación, el mundo sería sólo una isla. Merecemos ser respetados.

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