De la percepción a la interpretación en dos patadas

El desafío del museógrafo: lograr que el público disfrute de una exposición.

Ramses Macedo, autor AutorRamses Macedo Seguidores: 9

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Las personas son capaces de descubrir el mundo a través de los sentidos, exploran y aprenden de su entorno percibiéndolo, por lo cual, es muy importante lo que perciben y cómo lo hacen. La percepción es un fenómeno colectivo. Pero, si bien todos están expuestos a los mismos estímulos, también es un fenómeno individual, porque cada persona interpretará un mismo estimulo según su cultura1, su experiencia y estado de ánimo.

La función de una exposición es, entre otras, transmitir la cultura. A través de una cuidadosa selección de piezas, realizada por un curador (del latín curator; cuidador).2 En otras palabras: la curaduría suele ser la interpretación que el curador realiza de las piezas, para contar una historia a través de ellas. En principio no suena tan complicado, pero al pensar en las múltiples interpretaciones a las cuales se ven sometidas las piezas, la cosa se complica. Incluso las piezas son ya una interpretación. Si pensamos en una exposición de fotografía, por poner un ejemplo, podemos darnos cuenta de algunas de las interpretaciones a las que se ve sometida cada pieza al ser expuesta:

  • Primera: el fotógrafo tiene una intención, la cual deriva en un concepto, mismo que debe ser emitido usando como canal ciertos códigos ya establecidos (el lenguaje visual), para de esta manera poder transmitir ese mensaje lo más íntegro que sea posible, teniendo siempre presente que la fotografía es en sí misma una interpretación de la realidad.3 Pero ese lenguaje visual, al ser un acuerdo social, no se puede ajustar al capricho del autor, por lo que este tiene que interpretar el concepto y ajustarlo a dicho lenguaje.
  • Segunda: el curador realiza una interpretación de la obra para, de esta manera, encontrar la relación que guardan cada una de las piezas entre sí, y de esta manera poder hacer evidente la importancia social y cultural de la obra.
  • Tercera: el museógrafo interpreta, por un lado la curaduría y por otro lado la obra. Esto lo hace a un mismo tiempo, con la finalidad de encontrar los puntos clave de comunicación entre las piezas y la curaduría. De esta forma puede darse cuenta de la relación que tiene que establecer entre la obra y el espacio tridimensional, formulando así un discurso museográfico.
  • Por último y quizá la más importante, la cuarta interpretación es la del espectador. Tiene que hacer una interpretación no solo de la pieza sino del discurso museográfico y museológico. Es decir, cómo se relaciona la pieza con su entorno (colores, iluminación, y montaje), cómo «dialoga» con el resto de las piezas.

Por lo anterior queda claro que, para un museógrafo, es imprescindible tener siempre en cuenta que los públicos son muy heterogéneos y que uno de los principales retos es homogeneizar al público en la medida de lo posible (a través de recursos como la iluminación, el color y en general la ambientación del espacio), con el objeto de ponerlo en sintonía con la obra, para que así pueda percibir lo menos tergiversado posible el discurso que el autor pretende transmitir.

¡Cuánta razón tienen los maestros! cuando dicen, palabras más palabras menos: «lo importante en la museografía no es la museografía misma, sino las piezas; tienes que hacer todo lo posible para que se note la pieza, y no la museografía».

«Para casi todos nosotros, la asociación de las palabras “goce” y “museo” parece algo imposible siquiera de concebir. Sin embargo, esta asociación es el impulso para el trabajo de aquellos que de manera apasionada dedican su energía a construir, reconstruir, pensar e imaginar nuevas posibilidades y nuevas realidades para los espacios museográficos».4

La labor del museógrafo consiste en hacer lo posible por realizar una interpretación que ponga a su espectador en un lugar físico tal, que consiga comprender los distintos discursos y de esta manera, pueda disfrutar su visita a la exposición».

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  1. Entendiendo a la cultura como el «conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados, formas de comunicación y organización sociales, y bienes materiales, que hacen posible la vida de una sociedad determinada y le permiten transformarse y reproducirse como tal, de una generación a la siguiente». BONFIL Batalla, Guillermo. Nuestro patrimonio cultural: Un Laberinto de significados. en: El patrimonio cultural de México, (p. 20).
  2. SUAZO, Felix. El Sano oficio de curar (p. 1).
  3. Interpretación hecha a través de encuadres específicos y del manejo de color por parte del autor, de mecanismos (la cámara) incluso de de interpretaciones químicas de la luz (en el caso de la película o placas sensibles a la luz).
  4. ZAVALA, Lauro. La utopía del museo.
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