Pies y manos para la eternidad
El sueño humano de la Tierra a la Luna.
AutorJoan Costa Seguidores: 2581
EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2033
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La noticia tiene 50 años. Es una imagen. La pisada de Neil Armstrong en la superficie de la Luna. Esa imagen me rebota 3,5 millones de años atrás, cuando aparecía nuestra especie Homo en la Tierra.
El 18 de julio de 1969, tras un viaje de 72 horas, la nave entró en órbita lunar. Al día siguiente, el módulo lunar tripulado por Neil Armstrong y Buzz Aldrin se posó sobre la superficie de la Luna. El propio Armstrong sentenció: «Este es un paso pequeño para el hombre, un salto para la humanidad».
La astrofísica española Eva Villaver ha dicho esto con motivo del cincuentenario: «¡La huella del pie de Armstrong! La humanidad se extinguirá, y esa huella seguirá ahí por los milenios de los milenios...»
Aquel día ante el televisor, 600 millones de personas estaban fascinadas por la aventura. Récord de audiencia. El hombre es un animal visual. Quiere ver.
Aquella noche del día 20, el artista pintor Cristóbal Toral salió a la calle vestido de astronauta para celebrar semejante hazaña.
Mi admirado Javier Sampedro, divulgador científico —de quien por cierto he tomado parte de su texto sobre «la geometría en el neolítico» en mi libro Esquematismo—, hace referencia al «sueño de la Luna» de Johannes Kepler, uno de los padres de la ciencia. Kepler había soñado ese viaje que ahora celebramos, cuatro siglos antes. Fue precursor de la astronomía, y en cierta forma, Copérnico, Kepler, Galileo y Newton fueron pioneros de la carrera espacial.
Kepler escribió un libro titulado El sueño de la Luna, que fue publicado por su hijo después de su muerte en 1634. Kepler viajó a la Luna... mentalmente.
A mí estas efemérides gloriosas me rebotan y saltan lejos, muy lejos en el tiempo, donde hay otras efemérides, modestas y olvidadas, pero no menos trascendentes.
El origen de la especie humana
Nos encontramos en África oriental hace 8 millones de años y los prehumanos ya estaban en danza. Homo erectus rompió con el mundo de los grandes simios. El primate humano se puso en pie, adoptó la posición vertical permanente y echó a andar. Una de las múltiples consecuencias de esta ruptura fue el origen de nuestra especie, y con ello la liberación de las manos, que antes eran garras.
Esta conquista de las extremidades dejó también sus huellas. En Tanzania, en una losa volcánica, han sido descubiertas las pisadas de cuando erectus caminaba: son las huellas de un bípedo de 3,5 millones de años. Los investigadores ingleses que las han sacado a la luz han observado que esas huellas se cruzaban, como si el paso fuera vacilante. Acaso se trataba de un par de amigos que andaban a la pata coja. O tal vez, como añadieron unos franceses bromistas, que el consumo de alcohol quizás era más antiguo de lo que creíamos... ¿La losa era resbaladiza en aquella época? Por suerte, más tarde se hallaron, en el mismo sitio, las huellas del paso de un adulto y de un niño que eran completamente regulares. El honor queda salvado.
Ese rebote de las ideas al territorio mental de nuestros orígenes me resulta siempre apasionante. En especial todo aquello que tiene que ver con la liberación de las manos y la coordinación de éstas con los ojos y el cerebro. Los antropólogos, historiadores y biólogos han puesto el acento en la producción de armas y utensilios mediante el trabajo de la piedra (tallado, desescamado, pulido), destacando el advenimiento de las habilidades manuales y la capacidad humana de producir objetos.
El primer lenguaje
Sin embargo, seducidos por este progreso han pasado por alto, o han olvidado, un evento anterior a éste: cuando las manos fueron liberadas junto con la muñeca, el codo y la clavícula se desplegó una nueva expresividad propiamente humana: la gestualidad, la gesticulación, con la cual surgió el primer lenguaje. Para mí este hecho es más importante aún que el trabajo de la piedra, pues concierne a la comunicación humana... pero, claro, los gestos no dejan huella, y el hombre cree en lo que ve. ¡Qué pena que se haya olvidado que el primer lenguaje fue gestual, es decir, visual!
Por otra parte, sí, son bien visibles los hormigueros de manos estampadas contra paredes y techos de las grutas prehistóricas, en África, Europa y Asia. Ellas son el testigo clamoroso de la autoconsciencia ya presente en erectus: «mi mano es el signo de mi identidad; yo he estado aquí» (como la pisada del astronauta). Pero no solo eso. Ese gesto descubre el ingenio de nuestros antepasados por generar imágenes. Y más concretamente, revela la invención de una técnica: el marcaje, embrión de la copia múltiple de los artistas grabadores, premonición de la imprenta, de las marcas de fábrica y de comercio, y de los frottages de los artistas plásticos.
Esta huella en la Luna tiene consecuencias, sin duda. Pero tiene también sus precedentes. De vez en cuando, es bueno mirar atrás. Quizás redescubriremos algo que nos hizo humanos.
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