No hay tiempo para ser creativos

Una semblanza del reto de ser creativo, de la originalidad y del plagio en la vida profesional del diseñador.

Pac Drope, autor AutorPac Drope Seguidores: 23

Erika Valenzuela, editor EdiciónErika Valenzuela Seguidores: 63

No hay tiempo para ser creativos
Ilustración creada con freepik.es.
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Esta frase tan peculiar fue dicha por mí hace algún tiempo, a mi primer becario. No caí en la cuenta de lo que yo mismo había dicho, hasta que descubrí que él la había twitteado. Fue una sorpresa muy grande descubrir que, en su mente, había generado algo interesante:

«Hoy fue mi primer día de trabajo y aprendí lo siguiente: no hay tiempo para ser creativo: plagia».

Hice un gran esfuerzo por recordar lo que había dicho en aquel momento de inspiración aleccionadora, pero no recordé haberlo dicho exactamente de esa forma. Hoy suelo decir cosas por el estilo cuando algo está en el atolladero, cuando no fluye o cuando no transmite o no funciona, pero trato de cuidar mucho las palabras. Es muy importante no dañar a los nuevos talentos con fuertes críticas, dado que los diseñadores recién salidos del cascarón suelen ser muy sensibles en cuanto a recibir críticas francas.

Haciendo memoria logré recordar después la cita «No hay nada nuevo bajo el sol», frase que, según la biblia, acuñó el rey Salomón en el fabuloso libro de Eclesiastes. Ve tu a saber cómo es que la leí siendo yo un «renegado» de la religión católica. Sin embargo cuando la leí me llamó mucho la atención el hecho de que tuviera tanta relación con la labor de diseñar. Muchos lo habla de inspiración, otros referencia y ya los más rebuscados utilizan la palabra «plagio».

El asunto es que los millennials ahora tienen muchísima información a su alcance. Plataformas como Pinterest y Behance, son herramientas indispensables: inspiración de bajo costo, pero de gran alcance. En mis inicios era necesario llamar a algún vendedor de libros (si tu quincena te lo permitía) o visitar alguna tienda especializada de libros para poder encontrar alguna referencia, y, después de memorizarla, bocetarla en alguna hoja de papel que estuviera cerca, para después plasmarla como una «nueva idea».

Recuerdo una vez que, husmeando en algunos libros de diseño de uno de mis jefes, encontré claras referencias de algunos de sus mejores diseños. Haber pasado por esa situación me ayudó mucho luego: ahora hago mis muros de Pinterest de referencias «privadas». Me ayudó bastante a confiar en mi, que dicho sea de paso, tiene que ser un punto fuerte de cualquier creativo. Es imposible salir de la caja si no se tienen los suficientes cojones para atreverse a mostrar un «horrendo diseño novedoso» al cliente. Si no, pregúntenle a cualquier pintor de arte moderno cómo se sentía cuando al mostrar sus primeras pinturas el resto de los mortales las miraban pensando que eran basura. Se necesita mucha confianza en uno mismo para resistir y seguir adelante.

¿Se considera un plagio inspirarte en un diseño que se inspiró en otro diseño, y así sucesivamente? ¡Vaya Dios a saber! Es simpático pensar que eso sólo ocurre en México, pero, sin embargo, también pasa en otras latitudes, aunque probablemente de un modo más civilizado, por así decirlo. Un diseñador suizo amigo que labora en Londres, hace unos extraordinarios trabajos de identidad visual y ha ganado reconocimiento por su estilo tipográfico, que es muy definido. Este diseñador recibió la carta de un colega de arte gráfico, que le decía en pocas palabras:

«Compañero, ¿cómo estás? Sólo te escribo para preguntarte sin has registrado este logo puesto que me parece muy bueno y me gustaría utilizarlo como inspiración, pero no quiero que mi cliente tenga problemas legales por el parecido, gracias». 

¡Menuda situación! Por supuesto que mi amigo suizo no lo autorizó, pero me pareció  simpático el hecho de que en Europa el plagio se haga formalmente y solicitando permiso, mientras que cruzando el océano se hace a diestra y siniestra sin decir «agua va».

Decía una querida maestra que a donde fueras o estuvieras, aproveches el momento para ver todo y llenarte de ideas y conceptos. Es ahí donde nuestro pensamiento lateral, nuestra creatividad, empiezan a maquinar ideas, funcionando como una caja mágica de sorpresas, o como la bolsa mágica del gato Félix, de donde sacaba las cosas más inesperadas. Nuestro cerebro «plagia» o transforma, mediante conexiones entre neuronas que van hilando todas las referencias que tenemos en nuestra «base de datos mental». ¡Mi maestra tenía razón! Todas esas tardes que me sentía culpable por no hacer nada de provecho más que ver imágenes cool en mi computadora, ¡sí pagaban dividendos! Se trata de tener la cabeza llena de buenas ideas, que en algún momento podrán llegar a ser necesitadas para crear un diseño, lleno de referencias de nuestras vivencias, gustos o recuerdos.

A partir del momento en que entendí esto, me di cuenta de que tenía que calmar mis ansias de tomar rápidamente el lápiz y ponerme a bocetar. Soy de la vieja escuela, me encanta hacer muchísimos bocetos antes de sentarme frente a la máquina (aunque hoy en día boceto digitalmente) y tomo con mucha paciencia el proceso de alimentar mi cerebro con buenas ideas. Y cuando me presiona el tiempo, le respondo a esa voz que me hace mirar al reloj: «No interrumpas, que esto que estoy haciendo también es diseñar», y prosigo mi procrastinación con una sonrisa. Me he dado cuenta que mientras más referencias visuales reúno, mis bocetos son más prácticos y útiles, ya que tienen más hilo respecto a lo que quiero transmitir.

Entonces, vamos ya sabiendo que no creamos realmente, sino que reinventamos, re-creamos cosas nuevas a partir de estilos y referencias ya existentes. Esto, a mi parecer, no está mal. Pero... «cuidemos las fuentes». No nos inspiremos en diseños salido de quién sabe dónde, sin lineamientos, que no comunican nada, que solo han sido publicados por su estética aunque funcionen mal. De esos hay muchísimos diseños en internet. Busquemos fuentes de inspiración que hayan sido curadas por expertos en la materia, busquemos buenos libros, buenas fuentes, sigamos a artistas de buena talla, que nos hagan sentir algo al ver sus diseños. No hagamos de aplicaciones vacías, que solo siguen tendencias o cánones superfluos, nuestra fuente de inspiración. Si seguimos el «tren de las tendencias» acabaremos diseñando garabatos sin sentido: nuestro tren acabará descarrilado.

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