Karim Rashid en México
El promotor del «diseño democrático» dictó una conferencia en Guadalajara.
AutorAna Guerrerosantos Arreola Seguidores: 4
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«El diseño es para darle forma al mundo y hacerlo un mejor lugar». Con esas palabras dio inicio a su conferencia el destacado diseñador industrial Karim Rashid, quien fue el plato fuerte del programa de actividades de Guadalajara Diseña 2011. Este egipcio-americano que se ha hecho de un especial lugar en lo más alto de la cima del diseño internacional —y que comparte con muy pocos colegas entre quienes están Philippe Starck (autor del edificio Icon Puerto Vallarta) y Jean Marie Massaud (Estadio Omnilife)—, por primera vez pisó suelos tapatíos. Dijo estar contento por ello y continuó su ponencia disertando sobre su oficio, el diseño: «está en todo lo que tocamos y en todo aquello con lo que entramos en contacto». De ahí su importancia, ya que el ser humano palpa alrededor de 600 objetos al día.
Pero sin lugar a dudas, es luego de la Revolución Industrial y la posterior llegada del Bauhaus (escuela de diseño, arte y arquitectura fundada en Alemania en 1919) que los objetos de diseño comienzan a hacerse comunes en la vida diaria, para entrar entonces en un lapso en el que fueron considerados como elitistas. Citó entonces a Charles Eames y Mies Van der Rohe como los grandes percusores de la transformación del diseño industrial de algo elitista a algo democrático. Sus diseños fueron reproducidos masivamente, logrando que sus precios estuvieran al alcance de un mayor número de personas.
Pese a ello, fue hasta hace apenas unos diez o quince años que estos objetos comenzaron a democratizarse, es decir, a ser adquiridos y consumidos por las mayorías una vez que había sido probada su condición utilitaria. De ahí, el siguiente gran cambio que el diseño atraviesa es la era digital. «Esta ha cambiado al mundo», dijo Rashid, «cómo nos hablamos y cómo nos comunicamos». Las herramientas digitales, al facilitar la profesión, lo han colocado como un elemento de la vida diaria. Sin embargo, «el diseño es un acto social porque demanda pensamiento, el diseñador tiene la responsabilidad de hacer de la vida algo mejor, no es nada más el acto creativo».
Por tanto, quienes a esto se dedican, han de «buscar nuevos lenguajes que reproduzcan el mundo que vivimos, ese mundo cambiante que se refleja en nuestras necesidades y deseos». Y un buen diseño es aquel que «respalda un deseo».
Rashid, autor de tres mil proyectos entre los que están relojes, empaques y contenedores para productos cosméticos, tarjetas de crédito, zapatos, muebles, líneas de cristalería, teléfonos celulares y un largo etcétera, señaló que «el diseño puede penetrar el mundo a gran escala porque un solo producto llega a miles y miles de personas». Así, aunado a la vorágine tecnológica que ha simplificado los procesos creativos y logrado la fabricación de objetos de verdadera singularidad, también ha llegado el momento en el que «ya no poseemos los objetos».
El diseñador industrial se refirió entonces a los niveles de consumismo a los que hemos llegado gracias a los sistemas de financiamiento de las economías actuales. «Antes atesorábamos los objetos, ahora todo es desechable, pero aún así debemos diseñar cosas que aunque duren uno o dos años, te lleven hacia una experiencia de mayor valor». Lo anterior lo ejemplificó con las botellas de agua que hoy día son bienes de consumo constante, las cuales han venido a suplir vasos y tazas.
Sumado a todo esto, Rashid subrayó el hecho de que «estamos obsesionados con la belleza como noción colectiva, pero la belleza es subjetiva, es una emoción», por tanto, el diseño debe estar pensado en crear y tocar emociones, y consecuentemente, hacer un mundo mejor.
Señaló también, la capacidad de estos objetos para incidir en nuestras formas de vida. Comentó cómo la comida rápida se dio y se diseminó por todo el mundo gracias a la producción de platos y envases desechables, dejando la reflexión a un auditorio de profesionales y estudiantes del oficio sobre la inmensa responsabilidad de esta disciplina en todo país.
Casi para terminar, el connotado profesionista destacó el tiempo presente como un punto de quiebre para el diseño: «es fantástico el interés general por el diseño que se está dando gracias a la tercera revolución, que es la digital». Las nuevas y cambiantes tecnologías, la aplicabilidad de materiales, la capacidad robótica de producción, en tiempos en los que todo es «más inteligente y más diseñado», enmarcan esta era digital a la que se refiere. Pero sin quitar el verdadero y profundo significado de las cosas, señaló que «por toda tradición que se pierde, se gana una nueva».
Así, instantes antes de correr del escenario para agarrar su vuelo de regreso a Nueva York, Karim Rashid subrayó que «el diseño se basa en tomar todos los criterios en los que vivimos y conjuntarlos para cambiar al mundo, un mundo en el que hace 30 años dominaban los criterios políticos, hace 20 los grandes capitales económicos y ahora nosotros, los grandes mercados, porque el mundo es nuestro para darle forma».
El conferencista miró su reloj y se retiró sin decir adiós. En su agenda inmediata, la plática ofrecida en Guadalajara tiene réplicas próximas en Tel Aviv, Moscú y Bosnia Herzegovina.
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