¿Es el diseño de modas un arte?

Pregunta común con respuesta abierta para el lector. Tan sola hasta hace dos meses decía con seguridad que sí. Cuando preguntaban de por qué había decidido convertirme en diseñador, siempre respondía: «porque amo el arte y esta es una forma de hacerlo, por consiguiente me considero un artista y los vestidos son mis obras». Hoy siento vergüenza por aquella afirmación y pido perdón a los oídos victimas de aquellas palabras.

El 10 de abril de 2011, leía un artículo publicado por el diario el tiempo de Bogotá, escrito por Juanita Samper Ospina, en donde entrevistaba al invitado del círculo de la moda de Bogotá que daba comienzo ese miércoles: el modisto español Adolfo Domínguez. La pregunta: ¿la moda es un arte, como la literatura o la música? Domínguez respondió:

«No. Es un oficio. En cualquier oficio se pueden hacer obras sublimes. El vestido plisado de fortuny y quizás las mejores piezas de Balenciaga rozan el arte, pero yo en eso soy muy jerárquico. Si todo es arte (la moda, los muebles, la cerámica, la gastronomía) acabaríamos con una ensalada en la cabeza que no aclara nada. Soy antiguo. La costura es diseño, pero no una de las ocho o nueve artes. No es lo mismo Mozart que Balenciaga».

Debo de ser sincero conmigo mismo y con Usted, lector. Lo odie por más de tres días, odie cada una de sus palabras por más de un mes, odie su verdad, que para mi bien es ahora mi verdad, y lo odie pues en setenta y nueve palabras destruyo mi fundamento principal, el pilar de papel mache que erguí al tomar la decisión de ser un diseñador de moda.

Aquella fuerza extraña que nos guía, sabe hacer muy bien sus cosas y poco a poco fue mostrándome un camino al entendimiento. A los pocos días de haber leído el artículo, me encontraba asistiendo a un seminario taller de formación en artes para docentes, dictado por un prestigioso museo de la ciudad. A la par, las palabras escritas por Van Gogh en cartas a su hermano Theo, llenaron, llenan y llenaran mi cabeza de ideas y razones de peso para aseverar hoy, que como diseñador de moda estoy lo bastante lejos de ser un artista.

Sin embargo no espere leer en este articulo un listado de razones debatibles del por qué ahora me expreso así. Tan solo me limitare a escribir lo que podría resumir mi punto. No conozco mejor definición de la palabra arte que esta: «el arte es el hombre agregado a la naturaleza»; la naturaleza, la realidad, la verdad, pero con un significado, con una concepción, con un carácter que el artista hace resaltar, y a los cuales da expresión, «que redime», que desenreda, libera, ilumina. Un cuadro de Mauve o de Maris o de Israels dice más y habla más claramente que la misma naturaleza.

Un artista investiga para poder evolucionar, ha hecho un cuadro en dos horas, pero ha trabajado años para poder hacerlo en ese tiempo. El diseño de modas busca la aprobación de mundo que lo rodea o al menos del target al cual desea llegar. En el arte aquel que quiera hacer algo bueno y útil, no debe de apoyarse en la aprobación general.

Como diseñador he decidido que para evolucionar no debo de olvidarme de la naturaleza y dejar de estar viviendo entre desfiles, vestidos, modelos y estar haciendo comparaciones entre ellos. Debo entender que el alma humana es una composición y que, como dijo Vincent van Gogh, «es preciso haber muerto varias veces para pintar así».

Como diseñador de moda soy consciente de que no he hecho nada bueno aun, que pasaran muchos años para que logre crear algo bueno y otros más para que mi trabajo sea reconocido como tal. El día que empiece hacer vestidos buenos yo mismo los saboteare. ¿La razón?, las frases del maestro Dalí: «Yo hago cuadros malos, porque el día que Dalí hiciera un cuadro bien hecho, como Velázquez o Vermeer o como Raphael o una música como Mozart, la semana siguiente uno se muere».

Para culminar, debo decir que no soy un artista, soy un diseñador, soy un grano de arena en una playa llamada genio. Y si algún día logro ser considerado un grande, es porque ahora también lo soy. Porque el trigo sigue siendo trigo así lo llamen semilla.

Para la sociedad burguesa el artista verdadero es un sujeto peligroso empeñado en subvertir los más sagrados valores en que aquella se asienta, como en el fondo de un tranquilo paisaje, en que cada nube, cada árbol y hasta cada pincelada, respiran paz y armonía.

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