El séptimo mandamiento

El homenaje, el robo y el hurto de autoría, tienen fronteras desdibujadas en la práctica del diseño.

Erik Spiekermann, autor AutorErik Spiekermann Seguidores: 373

Florencia Rodriguez Daniel, traductor TraducciónFlorencia Rodriguez Daniel Seguidores: 10

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Recientemente entraron ladrones dos veces en nuestra oficina. Sorpresivamente, no se robaron nada, al menos nada que pudiéramos notar. No tenemos idea de si se llevaron secretamente algún dato del servidor o si copiaron ideas de los informes y notas pegadas en las paredes. Pero si fuera el caso, ¿cómo medir esa clase de daño para informar a la compañía de seguros?

Puede resultar halagador toparse proyectos de diseño que ha sido influenciados por el propio trabajo. El problema es que hay una línea muy delgada en nuestra actividad entre copiar, adaptar, imitar, o solamente inspirarse. Y, admitámoslo: es raro que un proyecto requiera de una invención, porque la mayoría de los clientes se sienten más cómodos con algo ya probado.

En ocasiones los ladrones se entregan a si mismos sin darse cuenta. He visto montones de portfolios en los que alguien se atribuye la autoría sin justificación. Los grandes proyectos siempre implican a más de un diseñador. Muchas veces se ve involucrados otros participantes, sean programadores, tipógrafos, administradores de proyectos o colaboradores de todo tipo. Y todos ellos pueden atribuirse una parte del proyecto. Pero eso no significa cada uno de ellos solos sea «el diseñador».

Cuando muestro un proyecto hablo de «nosotros». Y me siento orgulloso al escuchar a alguien referirse al trabajo que hicimos juntos, en la medida en que lo que digan sea verdad. Debería ser tan sencillo como: mostrar el proyecto, explicar cuál fue tu trabajo y dar crédito a la agencia o estudio para el que trabajabas en ese momento, sea como empleado o en forma freelance. No hay que olvidar que los clientes potenciales y los empleadores saben que es muy fácil copiar y pegar un portfolio completo.

Lo que más me sorprende es la estupidez: me han mostrado proyectos en los que yo trabajé y ellos no, y me han mostrado trabajos que incluyen versiones de fuentes tipográficas que jamás estuvieron a la venta. Y aunque no me envíen los portfolios directamente a mi, de todos modos los veo al evaluar concursos o al visitar estudios amigos. Este es un negocio pequeño. Y hablamos sobre los postulantes a puestos laborales.

Atribuirse el trabajo de otro no es picardía sino hurto. Y no ser claro respecto a la autoría exacta en forma deliberada, no es modestia sino deshonestidad. Lo que hacemos es propiedad intelectual. Y quitarle éso a un diseñador no es un halago por imitación sino un crimen.

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Este artículo fue publicado previamente el la revista alemana Form.

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