Reflexiones desde el extremo norte
Tal vez la crisis esté dando lugar a que el diseño se empiece a usar para el bienestar de los ciudadanos.
AutorGiulio Vinaccia Seguidores: 4
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En el mes de marzo fui invitado por el Icelandic Innovation Centre a participar en su conferencia anual, para hablar sobre cómo el social design puede ser motor de innovación. Esta experiencia ha sido la base de esta reflexión sobre el mundo de los objetos y el diseño italiano.
Ser llamado a hacer una presentación de mis proyectos realizados en el sur de Italia, en una cumbre internacional sobre innovación me pareció algo significativo. Habla de un mundo que cambia rápidamente: lo que ha sido de utilidad para comunidades distantes de otro hemisferio, ahora se vuelve interesante para el extremo norte.
De tener que producir y consumir a plena potencia (recuerdo un anuncio de la TV italiana en donde una dama cargada de paquetes de compras era saludada con alegría por los transeúntes), estamos comenzando a preguntarnos qué hacer con nuestros recursos, antes de convertirlos en algo. La crisis económica en la que estamos nos enseña que no es el momento de que los objetos no deseados sean modificados con cada cambio de estación. De la cultura del reciclaje estamos volviendo a la cultura de los objetos duraderos. Después de todo, la mesa de mi abuela ha servido cinco generaciones, y funciona perfectamente todavía.
¿Qué mejor que los productos «multi-generacionales»? Alguien podría decir que las cosas han cambiado: ya no tenemos nada de seguro y duradero, la vida esta en constante movimiento. Será por eso que tenemos que alimentar una cultura de objetos de corta duración (aunque sean reciclables). Pero, ¿por qué? ¿Hay otros modelos de desarrollo que pueden incluir tecnología y humanismo? ¿Innovación y tradición, inmovilidad y dinamismo?
En muchos países se está tratando de encontrar nuevos modelos: un país pequeño como Islandia —la primera nación que ha quebrado en el colapso de los bancos mundiales— es el primero en el que sus ciudadanos han reescrito su constitución on-line; en un país de dimensiones continentales como Brasil, el gobierno ha anunciado un proyecto para construir un millón de nuevas casas populares. La elección del proyecto ganador no se llevará a cabo por un comité de sabios y maestros, sino por un grupo de ciudadanos que, como conejillos de indias, se adaptaran a vivir en las diferentes casas prototipo durante un año.
Ejemplos notables de «nuevos» conceptos de producción también fueron vistos en la Argentina tras la crisis de 2002: fábricas cerradas por los antiguos capitalistas han sido reabiertas por los trabajadores que, junto con jóvenes diseñadores, han realizados nuevos productos y colecciones de gran calidad (un interesante ejemplo es el de Cerámicas Zanon).
¿Qué modelos tiene el sur para ofrecer al norte? ¿Para qué tener un sinfín de equipos de iluminación si casi no hay forma de producir la energía necesaria de manera ecológica?
Un ministro de Bhután, que encontré en Viena me mostró el camino ZEN al proyecto: «Hemos eliminado el uso del índice de PIB como factor de evaluación de la economía, y hemos introducido el FIB: el índice de felicidad». ¿Qué nos importa la variación de la bolsa de valores? Nosotros solamente estamos interesado en la felicidad de nuestro pueblo; si una inversión va a producir mucha felicidad la insertamos en el programa de gobierno, si es que va a producir mucho dolor, entonces no lo hacemos». A nosotros los europeos, abrumados por la crisis económica, todo esto sin lugar a dudadas nos puede servir de enseñanza.
Pensemos en un modelo de proyecto horizontal donde las decisiones se toman como en un coro... ¿por qué no? Tal vez podríamos pasar de ser el país del diseño a ser el país donde se usa el diseño para el bienestar de sus ciudadanos. Todo está cambiando tan rápidamente que tal vez ha llegado el momento.
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