Qué es ser latinoamericano
Una reflexión sobre lo que tratan de decir las instituciones y sus teóricos sobre el tema de la identidad latinoamericana.
AutorRemi Vásquez Seguidores: 2
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Era un domingo de tarde, habíamos comido bien y estábamos haciendo placenteramente la sobremesa en una parrilla del puerto de Buenos Aires. Aquella parrillita que estaba en La Cárcova1, que en 2011 dejó de existir. Ella, mi pareja, se había sentado en mis piernas, yo le acariciaba la cabeza y le decía unas cosas al oido, no recuerdo bien qué. No importa. Más alla, en otra mesa, como a unos 20 metros, otra pareja. Éramos los cuatro las únicas personas en ese lugar. La piba era una jóven rubia bastante atractiva, y él un tipo de aspecto desalineado (al principio me dio loco) moreno de pelo largo, con lentes tipo Lennon, de ropa negra. Nos dimos cuenta de que nos miraban, de hecho, él nos sacaba fotos y no paraba. Decidimos invitarlos a tomar una copa de vino con nosotros. Ella era estudiante de arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y él era un arquitecto mas o menos reconocido, profesor de diseño en la Bauhaus (Weimar). El tipo era chileno, como yo, y se había ido en busca de una mejor vida hace más de 20 años, estaba en Buenos Aires por un congreso. Así y todo el arquitecto no podía creer cómo podíamos estar en público compartiendo un momento de tanta intimidad. Por eso las fotos. Le parecía increible que dos personas se besaran y abrazaran ahí, con tanta soltura... «Es cosa de latinos» decía emocionado, «esto no pasa en Alemania».
Nos sacamos unas fotos juntos, brindamos por cosas que no recuerdo. Pero de los que sí me acuerdo es de la extraña sensación que me dió el entender algo: se puede ser latino y no tener ni un poco de latinidad o carecer absolutamente de ella. Si buscamos en Internet «¿qué es ser latinoamericano?», aparecerán respuestas del tipo: «Es ser solidario y distanciado al mismo tiempo. Es reírse con locura a veces. Tener las caderas sueltas para bailar (a veces también). Llevar el despecho con dignidad. Tener várices a los 60 años por culpa de la burocracia. Odiar la política en general y adorar al Mesías de turno. Cambiar de opinión de vez en cuando. Estrenar palabras rebuscadas que de repente se ponen de moda. Es valorar nuestras raíces, desde la casa hasta los insólitos vericuetos de nuestra historia. Tener sobremesas. Hacer amigos entrañables en todas partes. Organizar protestas de un día para otro. Tener una opinión para cada cosa. Contradecirnos. Valorar a nuestros viejitos —y no mandarlos a ancianitos en playas lejanas—. Tener cajas y cajas de recuerdos. Tener remedios caseros para todo tipo de males y llorar de desespero frente a cualquier enfermedad. Crecer escuchando cuentos de dictaduras y pasar por alguna en el curso de nuestras vidas. Tener una idea bastante homogénea de qué es un gringo. Odiar a los militares —a menos que estén oportunamente disfrazados de Mesías—. Sentirnos en casa desde México hasta la Patagonia. Crecer jugando fútbol o béisbol en la calle más cercana. Estar acostumbrados a que nada sirva como debe ser y aprender a buscarle la vuelta, el truco, para sobrevivir así. Saber tomar de cada licor como si fuera el único y el más exquisito. Comida hecha en casa, sanita y fresca».
Más allá de los pensamientos que surjan luego de leer este párrafo, si estás o no de acuerdo con todo o parte, bien podemos pensar que existen ciertas características que tienen que ver con lo pasional o lo emocional, la calidez y la desfachatez, la soltura y la integridad, el aprecio hacia las raíces y lo terrenal. Ahora bien, surge un factor importante que es el de la identidad. La identidad latinoamericana tendría mas latinidad si los pueblos de la región se apoyaran en causas unificadoras e integradoras (cosa que por suerte está pasando cada vez más). Pero esto, sabemos, es responsabilidad de gobernantes o tomadores de decisiones, parece ser una tarea estratégica de políticos y de las organizaciones de nuestra región. Pero, ¿es tan así? Con el advenimiento de las nuevas herramientas de comunicación y con las facilidades de desarrollo y comunicación que existen en la actualidad, el poder de decisión, el poder de cambiar y decidir se ha inclinado cada vez más hacia las personas, en particular hacia «el usuario», aunque el término no te guste.
Según Juliis Wiedemann2 y Felipe Taborda3 —autores del libro Latin America Graphic Design4—, hay tres valores que nos identifican como latinoamericanos en el diseño: la trasgresión, el uso del color y el sexo. Me gustaría incluir más valores. Por ejemplo, ¿cómo es posible que a esta altura no haya un reconocimiento real e influenciado por la herencia visual de los pueblos orginarios? No digo que no la haya en absoluto, solo digo que no es reconocida realmente. No hace parte de la cultura de consumo sino que mas bien parece ser rechazada. Es claro que estamos ante un punto de inflexión en lo que a reconocernos se refiere. En tiempos de globalización estamos redescubriendo nuestra identidad y al mismo tiempo la redefinimos. En este contexto es que la toma de conciencia debe ser un factor primordial. América Latina es una de las regiones más injustas del planeta:
- La distribución de la riqueza y del ingreso.
- El acceso a la salud y a la educación.
- A la alimentación y a una vivienda digna.
- El acceso al agua potable.
- La distribución de los bienes culturales y de los medios de producción de esos bienes.
Entre otros déficits, estos dan cuenta de la inequidad que reina en la región y la injusticia social que gobierna las relaciones de clases, concentrando poder algunas y padeciéndolo otras, la mayoría. Para ofrecer servicios (del tipo que sea), yo me alineo con aquello de que no solo debemos hacer lo mejor posible, académicamente hablando, sino también tener en cuenta al «ser» que es usuario y destinatario. No me refiero a pensar en la usabilidad, sino mas bien en el ser humano y su contexto. Aunque a veces —por los motivos que sea, lo sabemos— nos toque hacer todo lo contrario. Todavía sigo esperando que el Chileno Profesor de Arquitectura en la Bauhaus me mande las fotos por email...
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