No le discutas a tu jefe
Los consejos para domesticar a los diseñadores recién recibidos que brinda Chris Arnold, director creativo de Saatchi & Saatchi.
AutorFernando Laurenti Seguidores: 1
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Estimado Diseñador:
Soy Fernando, un colega de la mediterránea ciudad de Córdoba, Argentina. Si bien no ejerzo la profesión, aplico el método de planificación que aprendí como diseñador gráfico a cada tarea que encaro en mi trabajo. Lo que ahora llaman «design thinking». Cultivando mis conocimientos en la red, encontré este extraño artículo en la página de un diseñador inglés llamado David Airey titulado «I wish I'd known that» en el cual el director creativo de Saatchi & Saatchi y fundador de Creative Orchestra, Chris Arnold, enumera algunos consejos para los recién graduados que salen en busca de trabajo.
En este corto artículo nos transmite algunas recomendaciones muy válidas, como la importancia de presentar un portfolio interesante y que nos refleje como diseñadores, que la calidad es mejor que la cantidad, y que debemos estar seguros de nosotros mismos pero sin ser arrogantes.
Pero el texto se va tornando un poco despectivo para con el recién egresado. Comienza diciendo que no somos dioses, ni super-talentosos (estoy de acuerdo) y seguidamente nos dice que «El Estudio» ya tiene gente talentosa trabajando, entonces se pregunta ¿por qué nos contrataría? «Seguramente porque somos mano de obra barata, trabajamos mucho y tenemos potencial», dice. Luego explica que debemos trabajar duro, realmente duro, rápido y a cualquier hora disponible: «Nada de socializar, eso es secundario» (!).
De aquí en adelante los consejos son de un tono totalmente explotador y verdaderamente desmoralizantes para cualquier aspirante a ser un trabajador digno.
Advierte: «olvídate del dinero» para continuar diciéndo que la mayoría pasará meses o años trabajando gratis o mal pagados. Y da el «consejo» de conseguir trabajo en una pizzería, ya que será necesario para sobrevivir. Luego este señor se encarga de llevarse a sí mismo y a sus pares directores al nivel de semi-dioses y recomienda nunca discutirle nada al jefe porque su palabra es sagrada («be nice» nos dice) porque los principiantes necesitan al Estudio y no el estudio a ellos —¿quién es el que hace el trabajo?— y recuerda que detrás de cada recién egresado hay un ejército de «nuevitos» dispuestos a todo por un lugar.
El artículo termina con algunos lindos consejos sobre creatividad para la presentación personal, pero al llegar a ese punto ya no quedan ganas —sinceramente— de ser diseñador, ni cadete en un estudio de diseño, ni portero del edificio donde haya un estudio, porque aparentemente allí se realizan torturas a universitarios, vejaciones a los derechos del trabajo y principalmente porque habitan dioses que aplican castigos acorde a su divinidad, que solo alguien que haya experimentado algún estigma podría describir.
Reflexiones finales
Por supuesto que no pongo en duda que el mundo real sea así, o por lo menos en ciertos ámbitos de trabajo doy fe de que es así. Pero si acaso tomamos estas prácticas como normales, y repartimos boletines que nos preparan para recibir el golpe ¿no estamos propiciando las cosas para que esta situación se repita en cada lugar del mundo donde un recién egresado intente ingresar al mundo del diseño?
Y lo que es peor, de esta forma se seguirá tomando al diseño (o a la publicidad) como un producto de rápida o urgente producción, haciendo a un lado el proceso, la planificación y la estrategia necesaria para lograr los mejores resultados.
Al fin y al cabo quienes contratan servicios de diseño (los clientes) terminan comprendiendo que el acto de diseñar/publicitar depende de una chispa creativa, que está a disposición de quien la solicite en una oración, cualquiera sea la hora, el día, la persona o las condiciones de trabajo. Eso lleva a esta actividad al nivel de inmediatez de una lata de gaseosa en una máquina expendedora, lo cual degrada la profesión como actividad sociocultural y a los diseñadores como trabajadores.
En otras palabras, si aquellos que son y los que serán responsables de las agencias y estudios supiéran valorar el recurso humano, y comprender que todo proceso lleva su tiempo para que el resultado sea el óptimo, la profesión sería mas valorada y los plazos para cada proyecto los establecería el profesional de acuerdo a cada caso y no los clientes, quienes desmereciendo el trabajo —a veces— pretenden construir un rascacielos comunicacional en una noche.
Gracias por prestar sus ojos.
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