Formar autómatas o diseñadores
Cuando la docencia es ejercida por quienes no conocen el diseño y su práctica, se pone en riesgo el futuro de la profesión.
Muchas veces se ha hablado de que nuestra profesión de diseñadores (aquí o en cualquier parte del mundo) termina siendo un especie de «sencilla profesión» que cualquiera la puede ejercer, se han puesto por demás ejemplos de aquellos diseñadores que siendo arquitectos, comunicadores, sociólogos o artistas se dedicaron al diseño grafico, y es una situación a la cual la gente y muchos profesionales nos terminamos acostumbrando.
¿Pero qué sucede si estas mismas personas comienzan a ocupar espacios de formación profesional? ¿Existe un peligro a futuro en el verdadero ejercicio de los profesionales?, ¿se llegará a perder de vista la función básica del verdadero diseñador grafico?, y aún más, ¿se llegarán a formar profesionales técnicos autómatas, no racionales, convirtiendo la profesión en una aún «más sencilla profesión»?
¡Por supuesto que sí!, el concepto de profesión sencilla, de que cualquiera diseña sin haber estudiado, es una de las creencias más atrevidas que nos rodea y se convierte en una actitud peligrosa si se pretende enseñar sin haber estudiado, y más aún sin vivir el diseño grafico como una actividad cotidiana.
Diseñar no es saber dibujar, no es saber expresarse gráficamente y menos manejar un par de paquetes de computadora, diseñar es pensar, es ordenar, es comunicar, diseñar es un proceso mental, asistido por la estética e íntegramente comunicacional. El verdadero diseñador grafico es aquel conocedor de las profundidades y de los detalles que hacen a nuestro oficio, los mismos que existen en cualquier otra profesión «seria» por así decirlo, y eso es lo que debemos valorar al ser formados y al atrevernos a formar otros profesionales.
En las aulas deberían resonar a diario nombres como los de Otl Aitcher, Herb Lubalin, Max Miedinger, Fust, Iten, Glasser, Litzinsky, Vox, Talbot que han sido y son parte fundamental de nuestra historia, los estudiantes deberían llenarse la boca con términos propios de la profesión, aprendidos por supuesto de sus formadores, cuerpo, cícero, cuadratín, incunable, pragmática, proyectual, traslape, altura de x, saber que ese icono aplicado en un embalaje pertenece a una norma ISO y que el cartón corrugado tiene una posición ideal para construir una caja.
¿Esto y lo más profundo lo conocen y lo saben los que forman diseñadores? Estoy seguro de que los verdaderos diseñadores podrían dedicar horas íntegras a hacer referencia y uso correcto de cada uno de los términos y conceptos muy nuestros, pero también puedo asegurar que hay más de uno que no los entiende y ni siquiera sabe que existen y aún así pretende enseñar y formar profesionales.
Entendamos, pues, que esta noble profesión está cargada de millones de detalles únicos propios de nuestro trabajo a diario, cargada de una inmensa riqueza histórica, teórica y por supuesto práctica, es un universo que debe ser dado a conocer de forma seria y responsable, no importa quién y cómo lo haga, lo importante es tener en mente que como formadores tenemos el futuro profesional de las nuevas generaciones en nuestras manos, tenemos la oportunidad de dirigir la percepción real de la profesión.
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