Sobre las exhibiciones de Diseño

Cuando el objeto de diseño es insertado en el museo bajo las reglas de juego del arte contemporáneo, ¿pierde su condición de diseño?, ¿es preciso llamarle arte?

Octavio Mercado, autor AutorOctavio Mercado Seguidores: 9

Cristian Petit De Murat, editor EdiciónCristian Petit De Murat Seguidores: 20

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De acuerdo a Bourdieu, para el establecimiento pleno de un campo de producción cultural, uno de los elementos indispensables es la posibilidad de señalar cuáles son las obras maestras que constituyen el canon del campo, ejemplo a seguir por aquellos agentes inmersos en su juego interno. Una de las estrategias que con mayor fuerza permite establecer la autoridad y jerarquía de un objeto sobre otros, está en el aprovechamiento del dispositivo de exhibición del museo como manera de señalar y decir «esta es LA obra», «este es EL objeto de diseño»

El campo del diseño, en parte por su genealogía relacionada con la tradición artística, ha hecho uso desde un principio —desde la Bauhaus misma— de la exhibición de productos de diseño como herramienta para transmitir valores y conocimientos, orientando el trabajo del diseñador en la búsqueda de determinados objetivos. Por ello, nos resulta casi natural pensar en la exposición de productos de diseño como una forma habitual de presentar los objetos para que el público pueda otorgarles su debido valor.

Esto, en sí mismo, no tiene problema alguno; las dificultades surgen cuando la forma de exhibición cambia las reglas del juego, operando ya no con las del campo del diseño, sino apropiándose de las reglas del artístico para producir híbridos donde el territorio de por sí pantanoso de la relación arte-diseño se vuelve además sumamente ineficiente.

Esto no guarda relación alguna con el espacio de exhibición; a estas alturas, las borrosas fronteras entre cultura de masas, cultura popular y alta cultura hace que esos términos tengan poca utilidad para designar muchas de las prácticas culturales contemporáneas. El problema está en tratar de presentar y provocar la recepción del objeto de diseño como si fuera una obra de arte, cuya relación con el espectador es de contemplación, y la ironía involuntaria de terminar restituyendo (o al menos intentándolo) el «aura» benjaminiana al objeto de la producción industrial.

Esto ocurre cuando se arroja al espectador en la sala sin más información que la cédula de cada obra y un brevísimo comentario relacionado a veces con el material, otras con el proceso y a veces con alguna anécdota relacionada al objeto expuesto. Frente a la ausencia de información, no queda sino intentar apreciar las obras a partir de su apariencia formal, que es remarcada por la curaduría que produce conjuntos de obras, nombrándolas a partir de un concepto evidente en dicha forma. Así el recorrido nos lleva del conjunto de la unidad al de la inspiración, el desarrollo, la logística, la ligereza, la geometría, la abstracción, el signo, la disolución, la transparencia y finalmente el modelo.

Más allá de lo variopinto de la categorización, que alude lo mismo a lo material que a lo inmaterial, a lo teórico que a lo práctico, la sensación es que se está en presencia de una suerte de simulacro de exhibición de arte contemporáneo, resultado común cuando se asume al diseño únicamente a partir de su formalidad.

Presentar un objeto o una imagen de diseño implicaría, necesariamente, informar sobre el proceso, darle al espectador los elementos para que pueda valorarla por lo que es: un objeto útil que cumple una función específica y que por lo mismo, requiere ser eficaz en la relación con un sujeto determinado.

El objetivo de la exhibición de diseño debiera ser reconstruir la experiencia de ese sujeto original, poner en pie de nuevo el sentido del objeto, unido de manera indisoluble a su contexto de operación. Es precisamente la ruptura de esa relación lo que saca al objeto de diseño de una forma de percepción que está marcada por el uso, a una que se reduce a la contemplación, despojándolo de su categoría para insertarlo dentro de la indefinición y la mera experimentación formal.

Una exhibición así, paradójicamente, ya no exhibe objetos de diseño.

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